El INAH le entregará mañana un reconocimiento por sus casi seis décadas de trayectoria


Jueves 21 de agosto de 2025, p. 2
Desde la imagen documental y de corte social –con el lente puesto en las revoluciones de Cuba y Nicaragua– hasta desnudos inusuales en la fotografía mexicana, fotorreportajes, trabajo de estudio y proyectos comerciales, la obra de Maritza López ha estado siempre marcada por “una vena provocadora”, transgresora.
Ella misma lo reconoce: “siempre he llevado esa necesidad de provocar. Incluso cuando hice los calendarios de Gloria Trevi –con la cantante en su apogeo, en los años 90–, que empezaron con sesiones muy simples en traje de baño, supe que era una oportunidad para ir más allá de lo establecido”.
Su principal motivación, más que incomodar o desafiar el statu quo, tiene un sentido lúdico. “Me interesa juguetear con lo normal, no me gusta ser muy normalita. Siempre he tenido esta intención de transgredir un poco”, explica.
“En los años 60, como todos los jóvenes de esa época, quería salirme de casa, ser jipi; era la época de los grandes, como Janis Joplin; toda una cuestión ideológica. Es algo que con el paso de los años se ha mantenido en mí: todavía ‘lo padezco’.”
Ese impulso ha convertido a Maritza López (Ciudad de México, 1948) en una de las más singulares fotógrafas de México. Una carrera de casi seis décadas que ahora es distinguida con la Medalla al Mérito Fotográfico.
Con esta presea, el Sistema Nacional de Fototecas, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), reconoce su trayectoria junto con la de John O’Leary, en una ceremonia que tendrá lugar mañana en el Museo Nacional de Antropología.
“Es un reconocimiento muy importante para mí y el gremio fotográfico. No sólo porque lo otorga una institución que resguarda la memoria visual del país, sino también porque lo considero un estímulo para tantas jóvenes que hay en la actualidad desbordadas en la fotografía, algo que me parece sorprendente”, afirma la creadora a La Jornada.
“En la historia de la fotografía mexicana los nombres femeninos son muy pocos. Por eso este reconocimiento es muy satisfactorio y significa mucho para mí, más allá del plano personal.”
El valor de lo invisible
Dedicar su vida a la fotografía ha sido para Maritza López un gran privilegio, más aún porque incursionó en momentos en que era un territorio casi exclusivo de hombres. “Me ha ido bien”, asegura y platica que se inició hacia 1966, tomando imágenes del Ballet Nacional, aunque no de forma profesional.
“Empecé a tomar fotos de las coreografías de Guillermina Bravo (1920-2013). Tengo imágenes invaluables mientras la maestra toma clases, además de la foto de estudio que es muy conocida y todo el mundo se ha pirateado”, refiere.
Cuando cursaba la preparatoria, la fotógrafa estableció su contacto formal con la cámara. Sus primeros acercamientos habían sido en la infancia, de la mano de un tío que era fotógrafo aficionado y quien también la interesó por el mundo del arte por medio de libros de pintura, relata.
Decidió estudiar restauración en el Centro Paul Coleman, porque era una carrera de un año y daba trabajo de manera inmediata. “Eran los 60 y necesitaba ganar dinero porque quería salir de casa, vivir independiente”, cuenta.
En esa institución conoció a Antonio Reynoso, su maestro de fotografía, a quien considera una figura crucial en su carrera. En ese entonces, por exigencia paterna, también estudiaba historia del arte en la Facultad de Filosofía y Letras.
En ese ínterin, junto con un amigo escritor, emprendió un proyecto que cambiaría su vida: hacer un reportaje. El elegido fue el comediante Adalberto Martínez Resortes. Le pidió retratarlo mientras se vestía y maquillaba en el camerino, con lo que desde entonces la fotógrafa dio muestra de su audacia.
“Me gusta trabajar lo que está fuera de la vista de la gente y que de otra forma quizá nunca pueda ver. Es algo que me gusta mostrar, porque tiene mucho valor”, afirma.
Aquel primer trabajo le valió no sólo su primera portada, en Revistas de Revistas de Excélsior, sino el respaldo de figuras como el escritor y periodista Vicente Leñero (1933-2014). Así incursionó en el fotoperiodismo, con colaboraciones en esa publicación y más adelante en las revistas Siete y Proceso, y en el diario La Jornada, entre otros medios.
Aunque su carrera se diversificó a la fotografía de estudio y comercial, asegura: “nunca he dejado el periodismo gráfico; si veo algo que me interesa, lo hago. Mi afán es siempre publicar y compartir”.
Más que un medio para ganarse la vida, el periodismo le ha permitido mantenerse congruente con su ideología: “He perseguido hechos importantes y les he tomado foto”.
Algunos ejemplos de ese trabajo son las imágenes del Comandante Cero, como se apodaba a Edén Pastora, personaje histórico de la revolución sandinista en Nicaragua, y las de Fidel Castro en sus discursos en la Plaza de la Revolución, en Cuba.
Del estudio a lo comercial
Interesada siempre en expandir sus horizontes, Maritza López dejó la restauración y la carrera en historia del arte para incursionar también en la fotografía de estudio, incluso trabajó un tiempo en Los Ángeles, California.
Al regresar a México, montó su propio estudio en un momento en que esa vertiente “era dominada sólo por hombres y extranjeros”. Pronto destacó con retratos y portadas de discos, colaborando con Tania Libertad y Eugenia León, entre otros cantantes. Era una época de bonanza para aquella industria. También hacía retratos de políticos y otros artistas en Líderes, donde aún colabora de forma ocasional.
A esa etapa corresponden los calendarios de Gloria Trevi, con los que llegó a innovar no sólo por sus desafiantes retratos de la cantante usando un pasamontañas al estilo del Subcomandante Marcos, como candidata presidencial o en el Metro de la Ciudad de México, sino por el empleo del Photoshop en un momento en que México casi nadie lo usaba.
“Me fue muy bien hasta que empezó la piratería. Se acabaron los discos y empezaron los recortes en la publicidad”, señala y resalta que ese momento coincide con “el golpe” de la llegada de lo digital a la fotografía.
“Fue reinventarse. Me dije: ‘me actualizo o no la libro’”. Reconoce que adaptarse no fue fácil: “Al principio fue horrible, pero después uno aprende y lo disfruta”.
A la par, relata, vinieron recortes en el sector cultural y con esto una merma considerable en sus ingresos, ya que también subsistía de sus instantáneas de funciones de danza y teatro, por lo que ingresó a la publicidad con fotografías de productos.
¿El desnudo, un azar?
Considerada una de las exponentes más importantes en América Latina de la fotografía de desnudo, Maritza López incursionó en esta faceta a mediados de los años 70, en la revista Eros con retratos femeninos, masculinos y de pareja, “algo que nunca se había hecho en este país”.
La censura en ese entonces provocó que esa publicación saliera de circulación después de 10 números, donde además de las imágenes, tuvo de columnistas a Ricardo Garibay y Carlos Monsiváis.
La foto de desnudo no llegó de manera accidental o azarosa a la vida de la artista. Era una inquietud que traía desde sus primeros trabajos del Ballet Nacional, donde bailarines como Jaime Blanc y Victoria Camero posaron para su lente.
A la fecha continúa desarrollando esa vertiente y, si bien en sus inicios estaba interesada sólo en la estética académica de origen grecolatino, se ha abierto a otro tipo de anatomías, entre estas cuerpos con obesidad o amputados.
Incierta de la ruta que tomará la fotografía con la irrupción de la inteligencia artificial –“no sé cómo nos va a enriquecer; debo meterme a estudiar”–, Maritza López no tiene exposiciones en puerta y aguarda que el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura autorice la edición de La bruja libertaria, un libro sobre Guillermina Bravo hecho al alimón con la investigadora Rosario Manzanos.
La entrevistada recomienda a los jóvenes que se preparen a conciencia, que estudien, vean exposiciones, lean y viajen. “La fotografía no es algo del azar ni se trata sólo de manejar una cámara”, sostiene.
Cuestiona que las nuevas generaciones “no tienen memoria de nada” y que prive en ellas una mentalidad mercantilista: “Lo que les interesa sobre todo es cuánto dinero van a ganar; es válido, pero desaprovechan todo lo maravilloso que tiene esta disciplina”.