Miércoles 20 de agosto de 2025, p. 4
Pablo Vargas Lugo (Ciudad de México, 1968) propone en su exposición más reciente una reflexión visual sobre el tiempo, sus formas y su posible final.
La exposición Omega se aloja en la galería Labor, donde al centro del espacio cuelga un reloj monumental suspendido de una cuerda con nudo, como si el tiempo cediera al peso de sus símbolos.
Fundida en bronce, la pieza principal evoca la precisión de la relojería suiza, la letra griega que cierra el Apocalipsis y la sílaba sagrada del sánscrito.
“Tiene cuerda, caja, tapa y fases lunares, pero no da la hora. Es un jeroglífico”, explicó el artista en entrevista con La Jornada.
“Su mecanismo no regula energía, sino que simboliza una salida definitiva, representada en el nudo que sostiene la estructura. Algunos lo perciben como campana, péndulo hipnótico o bola de demolición.”
Complementan la instalación tres collages que parecen estallar desde su centro: fragmentos de mandalas tibetanos cuyos márgenes coloridos se deforman hacia un espacio tridimensional.
Las figuras circulares abandonan su orden habitual para expandirse en formas que recuerdan engranes o escrituras cifradas. Para Vargas Lugo, estas obras reflejan la tensión entre el tiempo externo, lineal, y el interno, subjetivo.
“Conviven distintas visiones temporales: la judeocristiana, que avanza hacia el juicio final; la budista, que considera el tiempo una ilusión; y la científica, que a pesar de su lógica, resulta insatisfactoria. Omega remite también al fin del tiempo y la historia”, añadió.
“Aunque la imagen del reloj ha sido una constante en mi trabajo, esta vez adquiere una carga emocional más íntima. Antes veía el tiempo como algo abstracto; ahora lo experimento en lo cotidiano. Lo siento en mi cuerpo, en mis hijos, en quienes ya no están.”

El montaje abre un abanico de interpretaciones: ¿advertencia o contemplación?, ¿ironía o alegoría del desenlace?, ¿es posible ahorcar al tiempo sin extinguir la conciencia? “Hay un primer golpe, luego un humor sombrío. La obra sugiere que quizá no debamos tomárnosla tan en serio”, comentó el artista.
“En los collages, la circularidad se descompone y el centro se desplaza. No hay un rumbo hacia la revelación, sino una deriva constante. El orden simbólico se fragmenta en una gramática visual que oscila entre flujo mental y código disperso. Las ‘grandes complicaciones’ de la relojería devienen en diagramas en fuga. No busco representar estados del alma, sino los impulsos que nos lanzan a buscarlos.
“Más allá de su dimensión material, la exposición se ubica en un cruce donde convergen ciencia, creencia y percepción interior. Sugiere el colapso de antiguos consensos culturales, el retorno de ideas descartadas y la tentación de un cierre anticipado.
“El tiempo es algo que vivimos, pero no comprendemos. En esa grieta caben todas las obsesiones creativas”, concluyó el artista.
Omega puede visitarse los lunes y martes de 11 a 18 horas, y viernes y sábado de 11 a 15 horas en la galería Labor (General Francisco Ramírez 5, colonia Ampliación Daniel Garza, alcaldía Miguel Hidalgo). La entrada es gratuita y permanecerá abierta hasta el 7 de septiembre.