ay que estar preparados para cuando ellos lleguen. La literatura, la radio, la televisión y el cine desplegaron una serie de relatos donde reinaba el pavor y la paranoia a partir de un elemento esencial: toda invasión representa una rendija abierta a la hostilidad de los otros. Considerado un género menor, la literatura fantástica, en la que cabe el horror y la ciencia ficción, fue capaz de plantear universos enrarecidos y metáforas apocalípticas sobre la guerra y la colonización a partir de sus historias de monstruos e invasión extraterrestre. En 1898, el escritor H.G. Wells, abría la puerta de las irrupciones alienígenas con su novela La guerra de los mundos y en 1936 él mismo adaptaba otra novela suya a la pantalla: Lo que vendrá dirigida por William Cameron Menzies, metáfora sobre las dictaduras militares y los adelantos tecnológicos que terminan por rebasarnos.
El francés Julio Verne exploraría los límites de la imaginación y los viajes extraordinarios y H.G. Wells, marcaría rutas insondables donde resulta imposible buscar retornos: en 1895 planteaba los mecanismos de los viajes espacio-temporales y la cuarta dimensión en La máquina del tiempo, o la desmaterialización en El hombre invisible (1897). Sin embargo, La guerra de los mundos añadirá un elemento característico que prevalecerá en las narraciones y películas del género: la descripción física de aquellos “extranjeros” indeseables de aspecto repulsivo.
Para ese entonces, Marte era una irrealidad palpable, como lo muestra Un mensaje de Marte (1913) de Wallet Waller –a medio camino entre Un cuento de Navidad de Dickens y ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra–, pero sobre todo, los increíbles relatos que surgían en las revistas pulps del género: Weird Tales, Amazing Stories o Astounding Stories, donde debutarían escritores como: John W. Campbell, Ray Bradbury, Isaac Asimov, Frederic Brown y otros que contribuyeron a crear el mito de planetas hostiles poblados por seres amenazantes. En 1953 aparecería la primera versión fílmica de La guerra de los mundos, dirigida por Byron Haskin –con efectos especiales de Gordon Jennings y George Pal, productor de la misma– que no tuvo el impacto de la emisión radial concebida por Orson Welles en 1938, pese a escenas como aquella en la que Anne Robinson es tocada en el hombro por esa repulsiva mano de tres dedos.
Los años 50 y 60 cobijaron la llamada guerra fría y las pantallas de esos tiempos paranoicos y anticomunistas se sacudían con El día que paralizaron la Tierra (1951) de Robert Wise que mostraba un contacto extraterrestre por vía pacífica y a su vez, robots destructores como Gort. Y, con un relato de Bradbury, Jack Arnold creaba un clima de fatalismo alrededor de aquellos que Llegaron de otro mundo (1953) con disfraz terrícola para pasar inadvertidos. Variante de ésta, es una obra con mensaje de espanto alienígena: Muertos vivientes / Usurpadores de cuerpos (1956) de Don Siegel que describe una suerte de ataque de histeria colectiva que se traduce en una invasión silenciosa: vainas de la estratósfera suplantan a humanos que se convierten en zombis.
Inspirado en La tempestad de Shakespeare, es El planeta prohibido (1956) de Fred M. Wilcox, nominado al Oscar por sus efectos especiales, sobre las desventuras de una expedición espacial en la que sobresale el androide mecánico Robby trastocado después en el célebre robot de la familia Robinson en la teleserie Perdidos en el espacio de los años 60. En cambio, un ente cibernético más inquietante por la forma en que desarrolla sentimientos propios, es la computadora Hall-9000 que acaba con la tripulación de Odisea espacial 2001 (1968) de Stanley Kubrick.
Finalmente, los años 60 cierra con dos obras atípicas: Alphaville (1965) fascinante incursión de Jean Luc Godard en la ciencia ficción y el policial noir en la que consigue otra alegoría sobre las relaciones amorosas condenadas al fracaso. Y El planeta de los simios (1968) de Franklin J. Schaffner, sobre un planeta poblado por simios violentos que hablan y ejercen la autoridad y a los que enfrenta un astronauta interpretado por Charlton Heston, en una trama adaptada por el creador de la teleserie La dimensión desconocida: Rod Serling, con la que se demostraba que sí existen otros mundos y sin embargo, están en éste.
Las películas citadas integran la primera parte del Ciclo de Ciencia Ficción Clásicos en Pantalla Grande y se exhiben los fines de semana entre agosto-septiembre-octubre (continúa hasta diciembre) en Cineteca Xoco, sábados, 20 horas y domingos 18 horas.