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¿Por qué son necesarias las humanidades frente a la revolución tecnológica?
A

partir del inicio de la era neoliberal hasta la actualidad, a pesar de que la Cuarta Transformación se haya declarado contra dicha estrategia, en nuestro país se ha insistido en que lo prioritario es la educación tecnológica. Se trata, se dice, de preparar a los jóvenes para los trabajos necesarios que va requiriendo la llamada “globalización”, es decir, los que requieren las grandes empresas trasnacionales. En esta afirmación hay una parte de razón, ya que, por un lado, nos encontramos bajo los efectos de una extraordinaria revolución científicotécnica y por otro, la gente necesita trabajos para vivir o sobrevivir. Hoy, los efectos de esta revolución han hecho realidad situaciones que eran inimaginables hace 50 años, como el sueño de poder comunicarse en vivo y en directo con otra persona ubicada en otro continente; poder consultar informaciones y documentos en bibliotecas lejanas; comunicarse en forma inmediata a través del celular o la sorpresa de vivir en un mundo vigilado por el “gran hermano”.

Pero los sueños no se detienen allí, ya que estamos experimentando los efectos de la inteligencia artificial (IA), como la capacidad de identificar los rostros de personas que asisten a una manifestación; de reproducir sus voces y de crear hologramas e imágenes de personas ficticias que nos informan sobre acontecimientos que no sabemos si son reales o inventados. Todo esto es asombroso y fascinante, y por tanto, tanto el gobierno como la iniciativa privada concentran todo su empeño en educar a las y los jóvenes en la robótica, en la nanotecnología y en el entrenamiento aéreo espacial, como se ha anunciado hace unos días que se hará en la educación media superior; sin embargo, existe poca atención de las autoridades sobre una realidad estrechamente vinculada a toda innovación científico-técnica: el conjunto de problemas éticos, sociales y culturales implicados. En este aspecto tenemos un ejemplo mayor: la creación de la bomba atómica que representó un enorme salto en el uso de la energía nuclear, pero también su utilización por el gobierno estadunidense para destruir, en forma inmisericorde, dos ciudades japonesas con todos sus habitantes y sus generaciones posteriores que han sido víctimas de los efectos de la radioactividad. Este año se cumplen 80 de esa monstruosidad que constituyó un turning point para la humanidad, ya que implican la posibilidad de su completa aniquilación. Hoy, las innovaciones tecnológicas aplicadas por la industria armamentista han sido empleadas en la destrucción de Irak y Afganistán y ahora de los pueblos palestino y ucranio, pero están presentes también otros peligros, como el intensivo proceso de alienación a que están sometidos nuestra niñez y juventud pasando horas enteras frente a la pantalla entretenidos con juegos de videos que los “educan” en la violencia y la destrucción. Pero el asunto no se queda allí, ya que nos enfrentamos a las consecuencias del mal uso de la IA. En esa dirección y por pura curiosidad, pregunté al chat GPT cuáles son los peligros de la IA. La respuesta es la siguiente: “Podemos agruparlos en tres niveles: inmediatos, de mediano plazo y a largo plazo: peligros inmediatos: Desinformación y manipulación: creación masiva de noticias falsas, deepfakes y campañas de propaganda muy difíciles de detectar. La IA puede reproducir o amplificar prejuicios que existen en los datos con los que fue entrenada. Pérdida de privacidad: reconocimiento facial, rastreo masivo y análisis de datos personales sin consentimiento. Fraudes y ciberataques: generación de mensajes, audios o imágenes que suplantan identidades para engañar. Peligros de mediano plazo: impacto en el empleo: automatización que puede desplazar a trabajadores, especialmente en tareas repetitivas o analíticas. Concentración de poder: grandes corporaciones y gobiernos con acceso privilegiado a IA avanzada, aumentando desigualdades. Dependencia excesiva: perder la capacidad de tomar decisiones críticas sin asistencia de IA, volviéndonos vulnerables a fallos. Peligros a largo plazo: pérdida de control: sistemas que toman decisiones autónomas en áreas sensibles (armas, economía, salud) sin supervisión humana efectiva. IA con objetivos mal definidos: incluso sin “volverse consciente”, una IA mal programada podría causar daños si optimiza de forma ciega un objetivo. Riesgo existencial: si llegara a crearse una IA general (AGI) más inteligente que los humanos y sin control, podría actuar contra nuestros intereses”.

¿Necesitamos agregar algo más? Yo creo que sí. La IA permite desactivar la capacidad creativa y convertir a una mayoría de jóvenes en dependientes de los resultados; la eliminación de una conciencia crítica y la caída en una esclavitud mental. Enfrentamos el peligro de la sustitución de una racionalidad dialógica y ética por una estrategia tecnológica que no se interesa por las consecuencias destructivas que implica.

El hecho de que las autoridades sólo se preocupen por el aprendizaje de las nuevas tecnologías sin incluir un fuerte componente de reflexión sobre las consecuencias de su mal uso implica condenar a la juventud a ser un robot más. Es por ello que las humanidades (la ética, la estética, la filosofía, la historia, lingüística, el arte, los estudios culturales, etcéra) son imprescindibles para un equilibrio en una autentica educación en el mundo de hoy.

* Profesor de filosofía de la UAM-I