Opinión
Ver día anteriorMartes 12 de agosto de 2025Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Vampiros huaracheros
L

os vampiros empresariales trataron de chupar la sangre a los huaracheros de Villa Hidalgo Yalálag, en la Sierra Norte de Oaxaca. Con bombo y platillo, Adidas anunció la salida al mercado de su modelo de calzado Oaxaca Slip On, elaborado por el diseñador estadunidense Willi Chavarría. Se “inspiró” en las sandalias de cuero producidas desde hace más de un siglo en la comunidad zapoteca.

Pero Yalálag no lo permitió, porque nunca se ha dejado. Es un municipio de unos 2 mil habitantes que ha luchado desde hace muchas décadas contra el caciquismo y por la autonomía. El maestro Joel Aquino recuperó la historia a través de conversaciones con los ancianos (https://shorturl.at/7PD6f). En 1924, Enrique Valle, que durante la Revolución de 1910-17 peleó con los carrancistas contra los soberanistas. llegó con el cargo de jefe de la Defensa Social e instauró un gobierno cruel y nefasto, hasta que fue eliminado en 1935 mediante un asalto armado. No fue el único. Los caciques se sucedieron intermitentemente unos a otros: Antonio Primo Verdad, Juan Primo Fabián, Eucario Vargas, hasta que la autorganización comunitaria dijo: “¡ya basta!”

La producción de huaraches es una fuente de ingresos importante que contribuye a la estabilidad de las familias y la región. Quienes participan de ella se dan el lujo de no migrar. No lo necesitan. En otros sectores se van a EU porque no queda otra forma de subsistir. Además de los fabricantes, se ganan la vida con esta actividad curtidores, choferes y comerciantes.

Lo que Adidas hizo no sólo fue un intento de apropiarse indebidamente de un patrimonio cultural, sino una agresión contra la economía comunitaria, y una carga de demolición contra la base material sobre la que se sustenta la libre determinación y autonomía yalalteca.

La comunidad es, con mucho, el principal centro productor y abastecedor de huaraches en la región. No hay otro entre las 250 comunidades mixes, chinantecas y zapotecas que había en la Sierra Norte, salvo un tallercito en Tlahuitoltepec, que puso un antiguo trabajador de una huarachería de Villa Hidalgo.

En el municipio hay unos 50 talleres, donde laboran al menos 150 personas. Es una actividad básicamente manual, ardua y compleja. Los artesanos comienzan a las 6 de la mañana y, a menudo, se siguen hasta las 9 de la noche. Chambean la mayor parte del año. Sólo paran en las fiestas o porque tienen que cumplir un cargo.

Se trata de una ocupación esencialmente familiar. Padres e hijos participan en la manufactura. Cada quien hace una parte específica del proceso: cortar, pegar, coser, remachar. Desde niños aprenden a fabricar las sandalias de cuero. Ya adolescentes, dominan el oficio. Aunque su producción depende de muchas variables (modelo, tipo de piel, si es para hombre o para dama) varios talleres fabrican tres docenas de pares a la semana.

Quienes se dedican a la huarachería no ganan mucho. No son ricos. Pero tienen resuelta la subsistencia. Cuentan con lo necesario para sobrevivir y cumplir con los cargos comunitarios, sin tener que percibir un solo centavo por ello. No tienen la preocupación de qué van a comer la próxima semana.

Es una actividad que se realiza en la comunidad desde hace más de 100 años; oficio que se hereda de generación en generación. Como tantas otras, no estaba allí antes de la invasión española: se adoptó y se adaptó. Según explica Joel Aquino, aunque ya había talleres en la comunidad, Prisciliano Valle Ramírez, mixteco de Santiago Yolomécatl, talabartero y zapatero, de unos 16 años de edad, llegó a Yalalag en la época de Porfirio Díaz, buscando a su padre, un maestro. Gracias a él, la producción de huaraches creció, se mejoró el curtimiento de las pieles y se aprendió a usar hormas. Él no creó los talleres, pero afinó su funcionamiento. Los yalaltecos aprendieron a curtir piel de venado, nutria, víbora y jaguar. Se enseñaron a manejar la pita, para pitear las fundas para machetes y pistolas. Incluso se capacitaron para hacer sillas de montar y botines.

Los huaracheros tienen mucha creatividad. A sus productos les meten pieles de distintos animales silvestres y materiales sintéticos. Una parte de los cueros vacunos que usan la compran en Guanajuato. Otra, la trabajan ellos. Curten la piel de res, tosca y dura, hasta convertirla en sandalia. Hacen sus diseños, de manera que hoy hay multitud de estilos. Innovan la tradición. Sus productos soportan el uso diario más de un año y aguanta trabajos rudos. Turistas y gente con recursos lo compran sin regatear el precio.

Sus mercancías son fuente de ingresos estable muy importante. Está enraizada en la comunidad, no es temporal. Puede durar toda la vida. Surten en la Sierra Norte, parte de Valles Centrales, la Central de Abastos, la ciudad de Oaxaca, la Ciudad de México y Los Ángeles, California. A San Bartolomé Zoogocho llegan pedidos de paisanos que están en EU. Los artesanos se los hacen y los mandan al otro lado. No tienen competidor. Son únicos. Algunos fabricantes que migraron han podido establecer sus pequeños talleres, pero no alcanzan a atender toda la demanda.

Como explica Joel Aquino, en Yalálag se gobierna sin cobrar un solo centavo. Como expresión de su autonomía, hay 160 servidores comunitarios que no reciben salario por el cargo: policías, topiles, vocal, juez del agua, regidor, síndico, tesorero o presidente municipal. Sus responsabilidades duran un año o meses. Los huaracheros acostumbran ser excelentes servidores, tienen conciencia comunitaria. Si su negocio está establecido y cuentan con milpa, pueden vivir desahogadamente y cumplir con su nombramiento.

Más allá de disculpas, del folclore y de las artesanías, lo que los vampiros huaracheros se disponían a hacer era destruir la base económica y la autonomía de un pueblo ejemplar. Los huaraches sostienen tanto a quienes los calzan como a la libre determinación yalalteca.

X: @lhan55