caso la reforma electoral en ciernes pueda convertirse en una reforma político electoral, si abarca al sistema de partidos actual, tan deshilachado. Los partidos existentes, especialmente el PRI y el PAN, fueron creados en un México y para un México que está desapareciendo, y que está llamado a continuar su proceso de transformación de la vida pública, de la vida del pueblo mexicano. Morena carga en sus entrañas muchos de los vicios de ese pasado, de modo que la renovación político electoral debería sanear también a Morena, y estar a la altura de un México grande, transparente, justo, que pueda satisfacer los derechos sociales e individuales que ya están en la Constitución y que pueden seguir ampliándose.
La reforma trata primordialmente de la representación, históricamente desnaturalizada en todo el mundo. La reforma electoral neoliberal mexicana, en transición eterna, iniciada en 1977 y corregida y aumentada mil veces por exigencias de los partidos, fue decidida por los partidos para los partidos. Eso es lo correcto, nos dijeron los partidos; los partidos dominantes: a la postre el PRIAN, valedor a quemarropa del proyecto neoliberal. Que los más preclaros teóricos de la democracia liberal nos dicen que sí, que así es la cosa; no hay de otra más que la mediación de los partidos. Aunque los partidos dominantes ganen el poder sólo para engendrar corrupción a mares y enriquecerse; sobre todo para instaurar el proyecto neoliberal, hecho para el enriquecimiento de unos pocos y la exclusión de los más.
Hay quienes aceptan que existen esos horrores del proyecto neoliberal, pero defienden las reglas electorales y aducen que tales reglas deben cocinarse aparte, y definirse de modo que los partidos estén contentos (más o menos, porque nunca están satisfechos). Qué mejor que ellos mismos diseñen las reglas y las aprueben en el Congreso. El capitalismo, en todas sus épocas, ha defendido que los problemas que engendra se traten en “su especificidad”: nada de andar buscando relaciones con otros hechos (no sea que muchos ojos vean lo que no deben).
México necesita un modo de elegir representantes, acorde con el propósito superior de la justicia social; no a un sistema electoral ajeno al pueblo. Requerimos un sistema inteligible para el pueblo. El actual lo entiende el INE y los partidos. Basta, el pueblo debe recuperar el control y la regulación del sistema de representación. El gobierno de la 4T está en la posibilidad de cumplir con ese cometido. La tarea de Pablo Gómez, y de la comisión presidencial que encabeza, es armar las propuestas surgidas de la sociedad, y diseñar un sistema de elección de representantes (diputados federales, diputados locales, senadores) que surjan con clara autenticidad de la decisión soberana del pueblo mexicano. Los pueblos originarios tienen voz en un plano de igualdad. Pablo puede cumplir la tarea.
Apenas anunciada la comisión por la Presidenta, miembros de las cámaras, de los partidos, del INE y otros, reclamaron su participación: la reforma debe ser resultado de la pluralidad, dijeron; y entienden por pluralidad: las cámaras, los partidos, el INE y otros. Afirman: debe reformarse “el sistema actual”, evaluando, con “conocimientos técnicos”, lo que ha funcionado bien y lo que no: el gatopardismo llegó.
El protagonismo debe recaer en el pueblo de México: son sus representantes los que han de ser elegidos. Que nadie cuele propuestas si no pasan por el tamiz del entendimiento y el acuerdo popular. Las consultas populares tendrán que estar al orden del día. Es preciso utilizar todos los medios posibles para asegurar la legitimidad efectiva otorgada por el pueblo mexicano, antes de volverse legalidad.
No debiera haber representantes que no lo son. Los diputados, peor los senadores, plurinominales, no son representantes genuinos. Nada debe escapar a la voluntad popular. Clara representación proporcional es la base. Es marrullería que un partido que no gana elecciones tenga “representantes”. En la democracia se gana por la regla de la mayoría. Fue menester que Morena ganara la mayoría con las reglas existentes; ahora puede cambiarlas para recuperar el origen popular de los representantes.
Los partidos: ¿cuáles deben existir? No es posible que cuatro gatos se reúnan y “cumplan” las reglas inventadas por los partidos, puedan proponer candidatos, tengan “derecho” a plurinominales, y se hagan de unos “derechos” que vuelven casi imposible bajarles la cortina. Y luego se diga que eso se llama pluralidad y derechos de las minorías. Necesitamos representantes, ¿eso debe costar miles de millones?
En todo tiempo los aparatos –instituciones y partidos– han buscado sustraer a los ciudadanos su derecho a elegir. Como Trump y el Partido Republicano, que están armando estafas y timos para hacerse de más diputados republicanos en Texas; el pueblo de EU, por supuesto, está al margen. México está en un momento en el que el pueblo puede recuperar enteramente su derecho inalienable a elegir a sus representantes.