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¿Farmaceúticas mexicanas? No, gracias
E

n la mañanera del pasado 6 de agosto, a contracorriente de lo que proclama la Cuarta Transformación (4T), observamos un extraño acompañamiento de cuatro de las mayores corporaciones farmacéuticas trasnacionales (Boehringer Ingelheim, alemana; Carnot Laboratories, francesa; Astra Zéneca, inglesa, y Bayer, alemana). ¿La razón? Su inversión conjunta de 12 mil millones de pesos.

En esta entrega ponemos en duda no solamente la “mexicanidad” de estas corporaciones, también señalamos la evidente demagogia de empresas y funcionarios. La revisión la hicimos a pesar de la “inteligencia artificial”, la cual, ante preguntas concretas, solamente responde con propaganda y más propaganda y para quien el “mundo es perfecto”.

Boehringer Ingelheim, una de las farmacéuticas líderes en el mundo, opera globalmente con 146 filiales y más de 47 mil 700 empleados. Desde su fundación, en 1885, la empresa, de propiedad familiar, se ha dedicado a la investigación y desarrollo, manufactura y venta de productos medicinales humanos y veterinarios. En 2015 Boehringer Ingelheim puso en peligro la salud de los ciudadanos con el caso de Pradaxa, un anticoagulante. La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó Pradaxa en 2010 para la prevención de accidentes cerebrovasculares y coágulos de sangre, enfermedad que afecta entre 2.7 y 6.1 millones de personas sólo en EU. En su segundo año de comercialización ya facturaba mil 400 millones de dólares y a finales de 2014 casi un millón de pacientes utilizaban el nuevo anticoagulante en Norteamérica. Lamentablemente los miembros del comité asesor de la FDA que revisó Pradaxa y la aprobó con nueve votos a cero, tenían vínculos con la industria farmacéutica. Además de aprobar un fármaco potencialmente letal sin un antídoto. Pradaxa no tiene un sistema para controlar los niveles de coagulación del paciente. Sobre este tema, como en los otros, la FDA y sus asesores decidieron cerrar los ojos. La Boehringer Ingelheim, recibió numerosas demandas presentadas por pacientes y sus familias que consideraban habían sido dañados por sus efectos secundarios.

AstraZeneca es la segunda empresa más grande que cotiza en bolsa en Reino Unido, con una capitalización de mercado de más de 170 mil millones de libras. Tras más de 3 mil millones de dosis aplicadas, la vacuna de Oxford-AstraZeneca contra el virus que causa covid-19 fue retirada del mercado. La farmacéutica señaló en un comunicado que “estaba muy orgullosa” de la vacuna, pero que había tomado una decisión comercial. Aunque se estima que esta vacuna salvó millones de vidas, también se reportaron casos de muerte por trombosis a causa de la vacuna. La Organización Mundial de la Salud (OMS) había afirmado que la vacuna era “segura y eficaz para todas las personas mayores de 18 años y que el efecto adverso que provocó fue algo muy raro”. Sin embargo, AstraZeneca admitió por primera vez en documentos judiciales que su vacuna contra el covid 19 podía desencadenar un efecto secundario poco común.

Sobre Carnott Laboratories debemos señalar su gigantesco aparato de propaganda tanto en México, Francia y en otros países. La búsqueda en español de su nombre en redes sociales remite a 160 noticias que la festejan y la ensalzan. Finalmente de Bayer, que, desde que compró Monsanto en junio de 2018, se convirtió en la mayor compañía agroquímica del mundo, se puede señalar una larga secuencia de impactos sobre la salud: contaminaciones y demandas que comenzaron desde la Segunda Guera Mundial. Aquí nos basta con lo qué señaló su representante Manuel Bravo en la mencionada mañanera: “El glifosato es seguro si se utiliza como lo dice la etiqueta”. Peor, imposible. La pregunta final obligada es: y en todos estos enjuagues, fundamentalmente mercantiles, ¿dónde quedó el “pueblo de México”?