Opinión
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Jazz

Rodolfo Popo Sánchez (1943-2025)

P

opo Sánchez nunca quiso revolucionar el jazz con sus saxofones, ni expandir fronteras o cabriolas armónicas en sus múltiples trabajos como director de orquesta y arreglista. No. Durante sus presentaciones en vivo, Popo Sánchez se limitaba a sumergirse en los múltiples esteros del jazz tradicional para desplegar ahí un discurso majestuoso y elegante, invariablemente conmovedor.

Ya en el estudio, el maestro era más discreto, y esto se reflejaba en los siete u ocho discos que nos heredó; con excepción, por supuesto de Lucifer, un disco de jazz fusión, netamente de culto, donde 18 músicos lidereados por Rodolfo, detonan una bomba nuclear de 11 tracks. Por cierto, que ahí la guitarra es de Miguel Peña ( La Jornada 17/7/25).

El maestro falleció el pasado 28 de julio en su casa de Xalapa, donde residía desde 1997 al lado de la cantante Tere Aranda, su esposa, quien lo acompañó hasta el último instante, en medio de aquellos tiempos, donde las horas y los días se iban engarzando con dificultad, nunca exentas de dolor; y donde Rodolfo nunca dejó de luchar contra el cáncer.

En Xalapa, dirigió durante varios años a la Orquesta Universitaria de Música Popular, un combo impresionante de 18 músicos y 12 cantantes. Previamente, había estado al frente de la Orquesta Sagitario, en el estado de México, y la Orquesta Primavera, en Oaxaca; además de presentarse eventualmente como director huésped con la Orquesta Sinfónica Nacional, la Sinfónica de Xalapa y la Filarmónica de la Universidad de Nuevo León.

Rodolfo Sánchez Vega nació el 29 de mayo de 1939 en Uruapan, Michoacán; hijo de Rodolfo Sánchez Espinoza, trombonista y guitarrista en distintas bandas locales, hasta llegar a la Ciudad de México para incorporarse como bajista en la Orquesta de Luis Arcaraz.

A los 16 años, el joven Popo radicaba ya en la Ciudad de México donde se incorporó paulatinamente a las orquestas de Lupe López, Pepe Luis y Héctor Hallal, el célebre Árabe, quien lo introduce de lleno a las rutas jazzísticas. A los 22 entra al quinteto de Chucho Zarzosa, donde el jazz le transforma la vida y los conceptos. Poco después toca con Mario Patrón, Chilo Morán y Tino Contreras, hasta hacerse cargo de sus propios proyectos.

A escala internacional, participó en infinidad de grabaciones y presentaciones de Sarah Vaughan, Cal Tjader, Larry Coryell, Nat King Cole, Sammy Davis Jr y Laurindo Almeida, entre otros; pero además participó en importantes festivales de Estados Unidos y Europa, compartiendo créditos con Thelonious Monk, Oscar Peterson, Dave Brubeck, Paul Desmond, Bill Evans, Paquito D’Rivera, el grupo Azimuth y demás etcéteras que no caben en esta nota.

Su discografía completa aparecerá en el volumen 4 de la Enciclopedia Fonográfica del Jazz en México, que cerrará edición en los primeros meses de 2026.

A Popo Sánchez le gustaba decir que en México los jazzistas no llenan estadios porque el jazz es un bocado de dioses y que, al parecer, por aquí no a todos les gustaban esos platillos.

Frente al evidente aumento de jazzistas y jazzófilos en todo el país, resulta indispensable conocer y reconocer hoy en día a aquellos pioneros que llegaron con las alforjas cargadas de luz y simiente, para que la síncopa y la improvisación pudieran ser parte de nuestro entorno cotidiano… claro, en las catacumbas donde nos seguimos reuniendo para el ritual del jazz.

Mario Ruiz Armengol, grande entre los grandes, le decía a Popo Sánchez: La suma de virtud y virtuosismo te hacen entrañable.

El 3 de julio de 2014, el saxofonista fue objeto de un emotivo homenaje en el teatro Degollado, el foro más importante de Guadalajara, en el marco del Encuentro Internacional de Jazz de Jalisco. Lo nombraban una de las grandes leyendas del jazz en México ( La Jornada 15/7/14)

Ya en escena, acompañado por la Big Band Jazz de México, Popo iba decantando cada una de sus piezas con el imperturbable tono narrativo (atemporal, definitivo) que portaba en toda ocasión.

A mí me habían invitado a hablar en el homenaje, y segundos después de que el maestro había sacudido el teatro Degollado hasta sus cimientos (metáforas aparte) y conmovido a más de 600 de asistentes que aplaudían de pie en repetidas ocasiones, llegué al micrófono y, entre otras cosas, pregunté qué era lo que distinguía a Popo Sánchez entre tantos buenos jazzistas que abundan en el país.

Y volví a preguntar: ¿Será que realmente existe un duende, un chaneque inquieto que se multiplica con las alforjas cargadas de hallazgos, que esparce polvo y simiente entre un reducido grupo de elegidos, de aquéllos que, como decía Silvio, no caben en la muerte?

Te vamos a extrañar.

Salud