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Rodrigo Moya: mirada detonadora
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odrigo Moya definía su vida así: ex fotógrafo, ex periodista, ex editor, ex impresor, ex buzo, ex joven, poeta, cuentista, comunista y bohemio en general.

Todo ello conformó su vida y su obra, sus tareas laborales y cotidianas, sus ímpetus de trabajo, su generosidad a toda prueba gracias a su profunda conciencia social y política, la cual nunca abandonó. Lo confirman sus letras maravillosas escritas de puño y letra para los amigos y gente cercana, muchas veces las hacía a mano, para tener la certeza de que llegaban a su destino con los rasgos de la profundidad de su pensamiento, que no transitaban por las teclas de una máquina. Un soñador, tal vez, un deseoso de un cambio social… ¡seguro! Un hombre de firmes convicciones y de ilustres palabras, culto, amante de las artes: la danza, el teatro, la música, la pintura y la escultura, todas ellas; y más aún de la fotografía bien hecha, facturada con plenitud y certeza de los elementos que intervenían en ella en la composición, en el encuadre, en los medios tonos de la imagen.

Sin embargo, ante una serie de experiencias duras en el mundo de la fotografía, decidió retirarse del mundo periodístico en 1968, para dedicarse a otras tareas editoriales. De ese modo se centró en su otra gran pasión, el mar. Fue así que fundó Ediciones Mundo Marino, para desde allí editar la exitosa Técnica Pesquera, entre 1968 y 1990, sin dejar de hacer fotografía, pero entonces con otro talante.

Rodrigo Moya retornó a la palestra para sorpresa de muchos en 1998, cuando Susan Flaherty y el propio Rodrigo Moya pusieron manos a la obra para ordenar y clasificar lo que sería el Archivo Fotográfico Rodrigo Moya. En ese momento nos empezó a mostrar su gran labor destacada en el ámbito fotodocumental y pudimos observar cómo no dejaba nada al azar, nos condujo de manera sistemática a reconocer su ojo entrenado para ver y dirigir el obturador hacia su sujeto o el objeto que llamaba su atención y cómo impactaba a los granos de plata para disparar en el momento preciso.

Era la manera del fotodocumentalista Moya, en que señalaba de manera clara, decidida y contundente, su mirada, que nos legó en más de 40 mil negativos y que nos muestran un país, una región, una América Latina llena de conflictos políticos, de tiranías, de dictaduras, de movimientos precisos para entrar en acción, con los retratos acuciosos mostrando las virtudes de su gente de a pie, sus resistencias, sus luchas continuas. De ese modo es factible ver su gran obra con esa convicción y certeza de que la fotografía tiene una postura ideológica, que no hay inocencia alguna y que se puede nombrar, señalar, denunciar, y que se debe compartir en un acto de documentar y crear conciencia social. Así fue como lo hizo con las imágenes de la República Dominicana en el momento de la invasión por Estados Unidos en 1965, o bien como lo hizo con la guerrilla latinoamericana, en particular la guatemalteca y la venezolana, en los momentos álgidos de esa década.

Los textos que escribieron especialistas como Rosa Casanova, Alfonso Morales, Alberto del Castillo, Ariel Arnal, Laura González, Juan Manuel Aurrecoechea y Humberto Musacchio, fueron perfilando un mundo de imágenes preñadas de contenido y de fortaleza visual y en gran medida de su desarrollo laboral y sus preferencias estéticas.

En ese sentido, un punto referencial del análisis de su obra es lo que él llamó la doble cámara, concepto que aplicó y desarrolló con gran habilidad, pues significa poder trabajar para un medio y satisfacer la demanda del mismo, pero al mismo tiempo aprehender otras imágenes con la idea de conservarlas en un acervo personal con un significado histórico intrínseco.

Es así que el gran Rodrigo Moya cumplió el pasado 10 de abril 91 años, y sabemos que tuvo una vida plena, fructífera, laboralmente muy productiva. Fue así que recreó para nosotros un mundo de imágenes con un contenido social y político imponente y con ello nos legó su manera de ver, mirar y disparar el obturador. Para nosotros es analizar y disponer el espacio bidimensional con un gran calibre, que nos lleva mucho más allá de ese espacio a analizar los contextos en que se dieron esas imágenes y recrear momentos fundamentales de la historia: su mirada detonaba la luz en los haluros de plata.

Más aún: estamos en deuda con él por esa maravillosa herencia. Por ello, sería sustancial poder recrear sus textos, narrativa y poesía, que tituló Encromes, los cuales están a la espera de una buena edición para su publicación. Significa saber de sus letras y poder acompañarlas con algunas de sus imágenes para recuperar una parte fundamental de ese hombre complejo, completo e insustituible como ha sido Rodrigo Moya.

* Investigadora del Departamento de Estudios Contemporáneos del INAH. Autora del libro Ases de la cámara: textos sobre fotografía mexicana