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Un cielo sin fronteras...
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n cielo sin fronteras. Rosario Castellanos: Archivo inédito, es el título de la exposición que presenta el Colegio de San Ildefonso para conmemorar el centenario de su nacimiento. Está integrada por su archivo personal, que incluye fotografías, documentos y objetos que nunca habían sido exhibidos y que permiten adentrarse en la intimidad creativa y cotidiana de una escritora mexicana pionera en temas como la situación de la mujer y de las indígenas.

A las mujeres que vivimos la primera juventud en los años 60, su obra y vida nos impactó profundamente. Hablaba de los problemas que enfrentábamos cotidianamente en la familia, el trabajo, de la desigualdad y las posibilidades de liberación. Nos abrió los ojos sobre la terrible situación de los indígenas, particularmente la de las mujeres.

Su prematuro fallecimiento en 1974 al electrocutarse con una lámpara, mientras se desempeñaba como embajadora de México en Israel, nos conmocionó; sentimos que perdíamos una voz que nos representaba.

Esta exposición nos acerca a momentos íntimos de Rosario Castellanos, entre otras, a través de cartas a su ex marido Ricardo Guerra, con quien vivió un relación muy difícil que le causó un gran sufrimiento.

Imágenes luminosas son las fotografías de su entorno familiar, amigos cercanos y varias con su hijo Gabriel de niño. Él proporcionó gran parte del material de la exposición, que tenía guardado en unas cajas como un recuerdo intocable; por fortuna, la fecha del centenario le pareció un momento significativo para compartir esos fragmentos valiosos de la intimidad de su madre.

Gabriel dijo en la inauguración de la muestra: “La importancia de lo que vamos a ver hoy es poder desmitificar a ‘los monstruos’, los monstruos son ídolos o grandes figuras que conocemos por sus obras, sus nombres, a veces por un monumento, una calle, una avenida, pero, la mayoría de las veces, no los imaginamos como personas de carne y hueso, que fueron niños, niñas que jugaron, pelearon, que se divirtieron, que rieron. Lo que vamos a ver hoy muestra eso, una persona en esa parte cotidiana que permite explicar la obra posterior y todo lo hecho después”.

La exposición es relativamente pequeña en extensión, pero enorme en contenido significativo. Las 124 piezas que la conforman se organizaron en cuatro núcleos temáticos que recorren su vida y pensamiento. Comienza con Su modo de ser río, de ser aire 1925-1938, en la que se aborda su vida de niña y el inicio de su adolescencia en Chiapas. Ya se advierten sus inquietudes sobre los roles de género, así como su precoz interés por la escritura.

Con el sugerente título, Yo ya no espero, vivo 1939-1947, habla de su regreso a la Ciudad de México ya como adolescente, su amistad con Dolores Castro, que conservará a lo largo de su vida, y su formación en la UNAM, conviviendo con compañeros que serían al igual que ella destacados escritores en distintos ámbitos. Entre ellos, Augusto Monterroso, Emilio Carballido, Luisa Josefina Hernández, Ernesto Cardenal y Sergio Magaña.

En Mujer de palabras 1948-1957 se abordan sus inicios profesionales, sus colaboraciones en revistas y los primeros libros. Se muestra a una creadora que asume con decisión su identidad intelectual y que confronta los estereotipos de género en la poesía y el ensayo.

Su madurez se presenta en Ese relámpago momentáneo 1958-1974, cuando enfrenta las tensiones entre su vida personal y su desarrollo profesional como escritora, intelectual, catedrática, feminista y diplomática. Se destaca cómo su narrativa expuso las estructuras de poder de las violencias y desigualdades que vivían las comunidades indígenas, así como las que experimentaban las mujeres de su tiempo.

Al final de la exposición se pueden hojear ediciones originales de sus libros, escuchar una selección de audios y otros materiales audiovisuales que resguarda la UNAM, con los que ahora podemos enriquecer la experiencia de acercarnos a la vida personal de esa escritora notable que marcó a varias generaciones de mujeres.

Con la experiencia a flor de piel caminamos por los pasillos de San Ildefonso donde muchas décadas atrás estudiábamos la preparatoria y en los cafés de los alrededores comentábamos los libros de Rosario. Esos sitios ya no existen, así es que nos conformamos con tomar un buen café lechero –cargado– con un panque calientito, en el cercano Café de la Parroquia de Veracruz, en la calle de Brasil número 5.