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Atención médica en Issste e IMSS, un calvario para personas con Parkinson

La historia de Juan López revela la precariedad en los servicios de salud

 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de mayo de 2025, p. 15

La historia de Juan López Mondragón, quien vive con enfermedad de Parkinson, revela la situación de los servicios de salud de alta especialidad en el país. Vive en la Ciudad de México y desde 2016 está afiliado al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Issste), donde sólo una vez ha podido ver a un neurólogo, aunque ha realizado los diversos trámites administrativos que le han solicitado para ir una y otra vez con el médico familiar, a fin de obtener la referencia al segundo nivel de atención.

Es paciente de la Clínica de Medicina Familiar 5 de Febrero, de donde lo enviaron a la Clínica de Especialidades Neuropsiquiatría en Tlatelolco. El médico que lo atendió se limitó a preguntarle qué necesitaba y le dio cita para un año después. Cuando regresó ya no había especialista. Había renunciado. En otra ocasión le dieron una cita en el Hospital de Tláhuac, donde no hay servicio de neurocirugía. Lo vio un siquiatra, quien lo regresó a la clínica familiar. Después, tuvo una nueva cita con neurología, pero la hoja de referencia tenía errores que debían corregirse en la clínica.

Así ha transcurrido el tiempo y Juan tiene una nueva cita en Tlatelolco el 24 de junio de 2025. Espera que ahora sí lo envíen al siguiente nivel, el Hospital Regional Primero de Octubre y de ahí al Centro Médico Nacional 20 de Noviembre donde están los especialistas en cirugía estereotáctica funcional, la cual necesita para mejorar su calidad de vida y retrasar el deterioro neurológico provocado por el Parkinson.

Ante la falta de respuesta del Issste, la inevitable progresión del padecimiento y la cada vez mayor dificultad para controlar los síntomas, su esposa lo inscribió al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

Logró la referencia al Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional Siglo XXI, donde después de realizarle estudios de laboratorio e imagen, los médicos confirmaron el diagnóstico y determinaron que es candidato a la cirugía estereotáctica funcional.

En 2023, lo inscribieron en la lista de espera para la intervención quirúrgica. El problema es que le tocó en el lugar 135. Dos años después está en el 88 y en el hospital le han dicho que tal vez dentro de dos años le toque su turno.

Juan tiene 61 años de edad y desde que obtuvo el diagnóstico de la enfermedad, en 2012, compra el medicamento que le ha ayudado a controlar los temblores involuntarios. Al principio no tenía trabajo formal y por lo tanto, carecía de acceso a la seguridad social.

Después lo ha seguido comprando porque ni el Issste ni el IMSS tienen el medicamento Stalevo. Un médico le recomendó si puede, sígalo comprando. Aquí no hay. Y es que el medicamento disponible en las instituciones de seguridad social que le prescribieron y utilizó, no le funcionó y tuvo efectos secundarios. Sólo en el Issste le prescriben Risagilina que coadyuva en el control del mal.

Stalevo, por el que su familia paga 6 mil pesos al mes, contiene las sustancias levodopa, carbidopa y entacapona. En conjunto actúan para controlar el Parkinson. Al principio le fue bien, tomaba 50 miligramos (mg) dos veces al día, pero la enfermedad de Parkinson es progresiva y conforme han pasado los años, las dosis han subido. Ahora toma tres tabletas de 100 mg y dos de 150 mg.

Son cinco tomas al día, cada cinco horas aunque el efecto dura cuatro. Me tengo que esperar para cumplir el horario y así, prolongar lo más posible esta dosis antes de subirla más. El paciente está muy cerca de llegar al límite máximo que puede consumir de levodopa, 800 mg por día. Juan sabe que cuando eso pase, ya no existen más opciones farmacológicas disponibles en México. Sí las hay pero en EU y aquí, la cirugía, a la que no ha tenido acceso y tampoco le han comentado sobre los neuroestimuladores disponibles.

Además, desde la cuarta hora posterior a la toma de la pastilla, los temblores de sus brazos se hacen más intensos, Juan no puede moverse y tampoco deglutir. Estos malestares desaparecen 40 minutos después de tomar la medicina. Entonces me apresuro, según la hora que sea, a bañarme, me visto, tomo mis alimentos y alguna otra actividad menor.

También si está nervioso o estresado, la intensidad del temblor de su brazo aumenta. Así pasó durante la entrevista con La Jornada. Llegó despacio al lugar de la cita y un temblor apenas perceptible, que se intensificó a los pocos minutos. Así vivo y si no tomara la medicina, la pierna se pone rígida a tal grado que me duele, los temblores se vuelven incontrolables y no puedo pasar la comida.