oy empieza el cónclave. Presenta disputas, tensiones y juego sucio en el Vaticano. Pocas veces se ha visto a los cardenales tan divididos como ahora. De manera esquemática, hay un forcejeo entre reformistas y conservadores, entre continuistas y restauradores. Desde luego, los proyectos eclesiales son más amplios y diversos. La guerra sucia no tan santa se hace presente en el cónclave. El juego es debilitar a los adversarios tanto interna como externamente. Es decir, las candidaturas punteras.
Nada nuevo bajo el sol. El cónclave siempre ha sido un juego de poder, donde nadie dice querer ser Papa, pero todos lo desean. Al menos tener influencia en lo que será el futuro de la Iglesia.
El actual cónclave promete ser crucial para la Iglesia católica. No sólo será un año santo con el jubileo en pleno desarrollo, sino que también verá un cónclave con un récord de cardenales electores: 133. Esta cifra sin precedente eleva significativamente el quorum necesario para elegir un nuevo Papa, fijándolo en poco menos de 90 votos, lo que sugiere la necesidad de una amplia convergencia entre los cardenales.
En este cónclave hay que mirar todo: la edad del nuevo papa, lugar de origen, el nombre que elegirá. No será lo mismo que Francisco II a Benedicto XVIII. El futuro Papa estará llamado a guiar a la Iglesia en un tiempo de grandes desafíos: caída de católicos en el mundo, crisis vocacionales, reformas internas, tensiones geopolíticas, diálogo interreligioso, guerras y una profunda reflexión sobre el papel mismo del papado en el mundo contemporáneo.
El analista italiano Marco Politi advierte: Estamos ante el cónclave más dramático de los últimos 50 años, porque la Iglesia está profundamente dividida, lo que me lleva a concluir que no habrá un Francisco II, pero tampoco un papa reaccionario
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Politi, prestigioso vaticanista, premio Pulitzer, escribió en 2014 el libro Francisco entre lobos: el secreto de una revolución , donde advierte la guerra implacable de sectores ultraconservadores que reaccionan con rabia a las reformas del Papa argentino. Politi establece que Francisco recompone la obsesiva agenda moralista de la Iglesia. Decide abrir las cuestiones relacionadas con el sexo. No se discute más sobre las relaciones sexuales antes del matrimonio, ni sobre la píldora anticonceptiva. Resuelve dar la comunión a los divorciados vueltos a casar. Otorga el derecho de ciudadanía a los homosexuales en la Iglesia católica. Fue el primer papa que recibió en el Vaticano a un transgénero con su cónyuge. Y autorizó las bendiciones a las parejas gay. Rescató la agenda social basada en una Iglesia de salida, la opción por los pobres y descartados.
De principio a fin, este pontificado enfrentó una severa polarización de poderosos grupos ultraconservadores y cardenales, como Raymond Leo Burke, Gerhard Ludwig Müller, y Robert Sarah; y desde afuera el arzobispo ex comulgado por francotirador Carlo Maria Viganò. Hay una profunda división dentro de la Iglesia. El mismo Francisco escribió para las meditaciones del viacrucis del Viernes Santo en el Coliseo que se realizó dos días antes de su muerte: Señor, la túnica de la Iglesia está desgarrada. Los discípulos están divididos. Danos la paz y la unidad
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La guerra sucia está presente. La organización estadunidense Bishop Accountability, que se ocupa de recopilar casos de abusos sexuales cometidos por curas, acusó a dos cardenales punteros, como el secretario de Estado, Pietro Parolín, y el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de encubrir abusos de pederastia.
En principales diarios internacionales, el cardenal alemán Gerhard Müller de 77 años, amaga llevar a la Iglesia a un nuevo cisma. Afirma que la Iglesia católica con Francisco se polarizó. Si la Iglesia se decide en este cónclave por la continuidad y elige a un pontífice reformador se abre la posibilidad de un cisma. Sobre todo si el próximo papa no mantiene la doctrina tradicional. En la historia de la Iglesia católica cisma
tiene una significación aterradora. Un cisma en la Iglesia evoca fracturas dolorosas en la comunión eclesial, es decir, la separación de una comunidad religiosa de la Iglesia católica romana. Este rompimiento se produce por diferencias doctrinales o discrepancias sobre la autoridad o poder. El Cisma de Oriente, en 1054, fraccionó a la Iglesia cristiana en la Iglesia católica romana y la Iglesia ortodoxa oriental. Otro ejemplo, lo tenemos en la Reforma Protestante, siglo XVI, liderada por Martín Lutero, quien cuestiona la autoridad del Papa y su doctrina teológica.
Los ultraconservadores son minoría en el cónclave. Pero son muy poderosos. Intentan chantajear a los cardenales electores para impedir el próximo Papa siga la ruta abierta por Francisco. Por ello, Politi, como varios analistas, recomienda elegir un sucesor que sea un mediador, una personalidad que pueda unir las partes alejadas de la Iglesia y crear nuevos consensos sin desgarramientos.
En ese sentido, los candidatos firmes están del lado italiano. Pietro Parolín continuaría con la línea de Francisco, pero mucho más moderado daría una buena cobertura diplomática frente a gobiernos cada vez más conservadores en Europa y Estados Unidos. Igualmente el cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, por su experiencia internacional y apego templado a Francisco, podría cubrir el perfil del mediador. Sin embargo, recordemos que ahora como nunca antes en la historia de los cónclaves, tendremos una mayor presencia de cardenales del Sur profundo.