Una digresión
ace mucho escribí que siendo niño redactaba las cartas de la familia. Recuerdo con agrado la obligada introducción, más o menos como esto: Te mando la presente deseando que te encuentres bien, gozando de cabal salud. La que de mí se despide me deja con bien, gracias a Dios. Y después de saludarte te digo lo siguiente (dos puntos)
.
Ya no se escriben cartas, se escriben correos o mensajes. El tiempo, íntimo, de la escritura de la carta, se ha perdido. Se daba uno su tiempo para elaborarlas, y el destinatario para leerlas y contestarlas. El tiempo de las cartas era otro tiempo.
Pienso en las cartas, todo un género (al parecer perdido), pienso en las canciones, pienso en la poesía o más concretamente en los poemas. Son tiempos diferentes y requieren de tiempo. Las canciones nos sacan del tiempo; los poemas nos meten al tiempo y más precisamente al nacimiento del tiempo (o eso digo, intuyo, ¿sé?). Se nace al tiempo en el poema. De allí su dificultad: todo poema un nacimiento, o un renacimiento.
Las canciones no se van, llegan, están. Toda canción, toda buena canción, está en un tiempo sin tiempo. Digámoslo así: está en la memoria antes o desde antes de la memoria. Cambio de tema: aun cuando no llegue a su destinatario toda carta llega a un destinatario. ¿Se ha encontrado usted una carta en la calle?, ¿no la ha leído? De alguna manera usted era el destinatario de esa carta.
Todos somos los destinatarios de todas las canciones. Alguna vez en algún lugar de Rumania entoné “Bésame…”, y todos los escuchas, alrededor de 50 respondieron, en español: Bésame mucho
. Esa canción, se dice que la canción mexicana más grabada en el mundo, escrita a los 16 años por una mujer tapatía que aún no había sido besada, traspasa las fronteras, traspasa las memorias.
El poema (desvarío, si se quiere) antecede a la memoria. Me atreveré: la funda. Pero hablábamos de cartas. Carta sin formalidad no hay. Poema (o canción) sin forma tampoco. Y digerir eso se les dificulta a los que (a cualquier edad) empiezan a escribir (poemas, canciones; cartas ya no).
Antes del (de la) Internet la gente no escribía mucho que digamos; ahora, por más que escriba, tampoco.
No hay escritura que no demande forma, y curiosamente aquí nos hemos (medio) olvidado de eso.
No hay escritura que no demande tiempo. Toda escritura es tiempo escrito.