Editorial
Ver día anteriorDomingo 7 de julio de 2024Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Francia ante el abismo
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oy los franceses deciden si mantienen en pie la institucionalidad republicana surgida tras la Segunda Guerra Mundial o si abrazan el regreso de la ultraderecha, expulsada de la conducción del país desde el final de dicho proceso. Después de que la filofascista Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) de Marine Le Pen se alzara con el primer lugar y 33 por ciento de los votos en la primera vuelta del domingo pasado, los partidos que se identifican con el republicanismo pusieron en marcha un pacto conocido como cordón sanitario: cada organismo retira a sus candidatos en las circunscripciones en las que uno de sus rivales tiene mayores oportunidades de vencer a la ultraderecha.

La novedad consiste en que esta vez el cordón no es un llamado a votar por la derecha moderada (que en realidad es ultraneoliberal, pero moderna en temas que no afectan a los capitales, como la diversidad sexual o la igualdad de género), sino por la amplia alianza de izquierdas y centristas encabezada por Jean-Luc Mélenchon, de La Francia Insumisa. La incógnita es si los ciudadanos intoxicados por décadas de mentiras y calumnias contra la izquierda serán capaces de reconocer que lo que los grandes medios de comunicación y la élite intelectual-académica presentan como ultraizquierda es simplemente una defensa de los derechos humanos básicos demolidos por el neoliberalismo: alimentación adecuada, salud, educación, trabajo digno, vivienda, cultura, esparcimiento y seguridad social.

Asimismo, está por verse la eficacia de un cordón sanitario que las derechas han explotado para imponer su agenda pro oligárquica. Una y otra vez, se ha dicho a los ciudadanos que voten por la derecha moderada para evitar el ascenso de la ultraderecha. Una y otra vez, la sociedad francesa ha respondido con sentido cívico, cerrando la puerta a la expresión más odiosa del conservadurismo, sólo para encontrarse con que los beneficiarios de este voto útil usan el poder para aplicar medidas que destruyen la calidad de vida de las mayorías y multiplican las fortunas de los ultrarricos a expensas de los trabajadores y del dinero público. Basta con recordar que las primeras disposiciones en materia económica adoptadas por el presidente Emmanuel Macron cuando logró su primer mandato en 2017 consistieron en un recorte de impuestos a los ricos y una drástica reducción del gasto social. Tras relegirse en 2022, aprobó saltándose al Legislativo una reforma al sistema de pensiones que era rechazada por dos de cada tres franceses.

Sin duda sería una pésima noticia para Francia, Europa y el mundo entero la caída de la nación gala en manos de una fuerza política cuyas principales banderas son la xenofobia antimigrante y una exaltación de la identidad francesa que se vuelve indistinguible del supremacismo racial. También sería una verdadera pérdida para ese país dar la espalda a un proyecto que cuenta con dirigente de la lucidez intelectual y la congruencia política de Mélenchon. Sin embargo, si ocurre el temido triunfo de los filofascistas, debe recordarse que el pueblo francés fue empujado a esa nefasta elección por las traiciones del Partido Socialista que hace mucho dejó de honrar su nombre, y de las derechas que invocan la democracia mientras imponen políticas ampliamente repudiadas por la ciudadanía. En suma, sin importar el resultado de los comicios, la lección ineludible del ascenso de RN es que las mayorías se vuelcan hacia este tipo de formaciones cuando dejan de sentirse representadas por la institucionalidad vigente.