Cultura
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México y su extraordinaria tradición diplomática
M

uy afable, muy fácil de abordar, el joven empresario Miguel Ángel Ortiz Pineda se dedica a la limpieza y al mantenimiento corporativo de oficinas, edificios, tiendas departamentales y boutiques.

–¿Desde cuándo hace este trabajo?

–Desde 1994. Todo salió por la necesidad de dar empleo a las madres solteras y a otras personas que no tienen estudio. Mis padres lo iniciaron en 1994 y me uní a ellos en 1998, en Compañías Integradas. Soy licenciado en Administración de Empresas e hice mi carrera en el Tecnológico de Monterrey Campus Ciudad de México, así como un diplomado en mercadotecnia. Mi familia (padre, madre, hermana) logramos afianzarnos como una de las empresas de mejor calidad en el mercado. Hemos trabajado con las marcas más reconocidas de perfumes y ropa con firmas reconocidas a escala mundial, como Hermès, Prada, etcétera. Nuestro trabajo es de limpieza y mantenimiento de instalaciones.

–¿Cómo le llamó tanto la atención la cultura? Siempre lo encuentro en conferencias y en exposiciones.

–A los 12 años leí un libro de historia universal que me apasionó; ahí me surgió el gusto por las artes, la música, la danza, y empecé a ir a conciertos y a conferencias en el Claustro de Sor Juana, y a visitar con frecuencia el Museo Nacional de Antropología. También, al salir de la oficina, acostumbro ir a toda clase de actos culturales.

–¿La política también le interesa?

–Trabajé en la LV Legislatura en la Cámara de Diputados, de 1993 a 1996; ahí conocí a María de los Ángeles Moreno, quien me orientó con paciencia y generosidad. También fomentó mi gusto por las artes y fue una verdadera guía...

–Recuerdo especialmente a María de los Ángeles Moreno porque se portó muy bien en el fatídico año de 1985 con la costurera Evangelina Corona, cuya respuesta a Miguel de la Madrid, a raíz de los terribles sismos, la convirtió en diputada. Evangelina tuvo la valentía de enmendar la plana al presidente, al explicarle que los edificios habían caído por su mala construcción y no por la fuerza del terremoto, porque otros edificios vecinos en la misma avenida se mantuvieron de pie...

–En esos años de 1985, en que me presenté en la Cámara, me trató con mucho cariño Fernando Ortiz Arana. Por la similitud del apellido, él aseguraba que yo era su sobrino... Ingresé a la Cámara como asesor en la diputación de Quintana Roo, y me dio mucho gusto que mi mentor, el general Alonso Aguirre Ramos, me enseñara, durante los tres años de la LV Legislatura, a desenvolverme bien en el ámbito político. Me recomendó el libro El arte de la guerra, de Sun Tzu, filósofo chino, cuando yo era casi un chavo. A su lado, participé con el Movimiento Masónico Mexicano en la organización de dos de los últimos actos de Luis Donaldo Colosio en el entonces Distrito Federal.

–A propósito de Colosio, el director de la revista Mañana, Fernando Solana (quien fue secretario de Relaciones Exteriores con Carlos Salinas), me invitó a una comida en la casa en la calle de Tíber que compartía con Roberta Lajous, y me sentó frente al entonces candidato Luis Donaldo Colosio... Me impresionó el entusiasmo, la generosidad en su mirada, la inteligencia rápida con la que contestó preguntas y la naturalidad y franqueza de sus respuestas. Colosio impresionó a los comensales, y recordar mi encuentro con él sigue doliendo, porque creo que la tragedia de su muerte, aún sin aclarar, sigue siendo una inmensa falla en la historia moral y política de nuestro país.

–Sí, todavía estamos esperando. Conmigo, Luis Donaldo siempre habló con inteligencia y respeto, aunque yo era muy joven... Ahí, en el Congreso, conocí a Cuauhtémoc Cárdenas, quien fue muy buena gente también, muy paciente, y gracias a estas dos generosas personalidades, mi pasión por la política se acentuó. Por eso quiero participar en la política de mi país...

–¿Qué pretende hacer?

–Me gustaría lograr que la mayoría de los jóvenes que están en situación de calle, y cuya salud peligra por el consumo de drogas, tenga apoyos y no dádivas para poder estudiar, y refugios para no pasar la noche en la calle. Quisiera dejar de ver muchachitos en las esquinas de las calles vendiendo chicles e involucrar a chavos banda en jornadas de pintar casas, plantar árboles, cuidar bosques, impedir la tala, conformar brigadas de apoyo y protección a los vecinos, en resumen, cuidar su ciudad para aprender a cuidarse también a sí mismos. Apoyar a los demás es un acto de salud mental que puede extenderse a todas las calles de nuestra capital...

“Algunos muchachitos han llegado a querer trabajar en mi empresa, pero no duran por sus adicciones. Muchos empresarios los rechazan, yo les doy empleo, aunque sé de su volatilidad y su irresponsabilidad. Lo que más me preocupa es su desaparición de un día al otro. Pregunto por alguno de ellos y sus cuates me responden con toda naturalidad: ‘Se murió’.”

–¡Ay, qué horror! Pasando a otro tema, desde su perspectiva y los conocimientos adquiridos en la Cámara de Diputados, ¿cómo ve, Miguel Ángel, la política exterior del país?

–Pienso que sería importante fortalecer nuestra agenda internacional, porque gracias a ella hemos tenido un papel preponderante a lo largo de nuestra historia.

México ha tenido una extraordinaria política exterior, y nuestros secretarios de Relaciones Exteriores se cuentan entre los mexicanos más ilustres.

–Tuve el privilegio de conocer a Gilberto Bosques, quien me invitó a cenar en Ginebra. Me invitó durante una semana, todas las noches, a cenar don Manuel Tello, que por lo visto no quería comer solo... Su actitud amistosa siempre fue para mí un gran regalo, porque nuestra política exterior resultó sobresaliente y hemos tenido magníficos secretarios de Relaciones Exteriores reconocidos en el mundo de la diplomacia. Además de Tello, pienso en Antonio Carrillo Flores; en Alfonso García Robles, a quien siempre acompañó su esposa, Juanita de Szyszlo, hermana del gran pintor, quien expuso varias veces en nuestro país; Rosario Greene, quien me contó que su responsabilidad resultó tan absorbente que pasaba los domingos en cama; Jorge Castañeda; Bernardo Sepúlveda Amor; Marcelo Ebrard, y la extraordinaria Alicia Bárcena, cuyo padre fue muy amigo del astrónomo Guillermo Haro.

–Estoy de acuerdo, y me pregunto cómo volver a tener puntales de política internacional de ese calibre. Es indispensable organizar foros dentro del territorio mexicano, a los que acudan líderes internacionales que toquen temas como medio ambiente, migración, economía, turismo, inversión, etcétera, y es necesario que volvamos a destacar en las cumbres, como antes, así como volver a tener una participación activa dentro de estas áreas.

Resaltamos mucho por nuestra política internacional independiente e irreprochable. ¡Necesitamos volver a ser los líderes que fuimos en el pasado!

–¿Sería suficiente para lograr más inversiones de otros países?

–También hay que garantizar estabilidad para los inversores extranjeros, implementar apoyos económicos para los nacionales, propiciar la participación conjunta con empresas mexicanas.

“Estoy convencido de que la política exterior debe contribuir al crecimiento económico del país. No hay que perder de vista que el área de Centroamérica y el Caribe son potencialmente ‘zonas de oportunidad’ para Estados Unidos, Europa y Rusia.”