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¿La fiesta en paz?

La fiesta de toros se debilita por no haberla promovido como expresión cultural propia sino como un espectáculo más: Carlos Varela

N

o puede haber mercadotecnia si no hay venta. No puedes promocionar algo que no se vende, sea por calidad, precio o uso. No vendes una escalera eléctrica donde no hay electricidad. En México a los promotores no les ha interesado algo clave: la parte cultural y turística de la tauromaquia, que no es una fiesta sino una rica expresión cultural específica. Lo ignoraron. Sucesivas empresas en la capital y en los estados insisten en promover la rica tradición taurina de México como un espectáculo más que difícilmente puede competir con la cantidad de eventos de diversión y deportes que se multiplican cada día. Descuidaron y no han entendido que esta singular tradición mexicana, que en la Ciudad de México data del año 1526, requería de un tratamiento específico como añeja expresión popular e idiosincrática de numerosas ciudades y poblaciones a lo largo y ancho del país, señala el especialista en mercadotecnia, consultor de negocios y aficionado Carlos Varela Mejía.

“Precisamente por ello, añade, por haberla conservado como un valor cultural y no como otro espectáculo, en España la tauromaquia apenas se toca, salvo por cuestionamientos y performances de grupúsculos antitaurinos y sociedades protectoras de mascotas. Las autoridades de cada provincia no sólo la protegen y apoyan con subsidios, encuentros, concursos regionales y nacionales, conferencias, congresos y ediciones, sino que se involucran en la observancia del reglamento, tanto por respeto a ese concepto del toreo como valor cultural, como para fortalecimiento de este y defensa del público que paga, que suele tener garantía de un ganado con edad y trapío.

“En los casos de Pamplona o la península de Yucatán, prosigue Varela, los protectores de animales no califican porque la tauromaquia se ha conservado como expresión popular ancestral y tradición cultural en cuya preservación se involucran ciudadanos y autoridades. Si este binomio se descuida, las cosas no salen o su resultado es débil. Hace décadas que a las empresas de la Plaza México no les ha interesado promover la tauromaquia como tradición popular nacional, cultural y turística, desaprovechando mil posibilidades comerciales y de mercadeo, de historia, de ediciones, de objetos promocionales, de visitas guiadas, de difusión en serio. ¿Qué se vende afuera del Coliseo Romano o de la torre Eiffel? Pues todo lo imaginable relacionado con esos inmuebles. Acá, a quien le interesa que la parte cultural de la fiesta no muera lo matan de aburrimiento, no obstante la importancia histórico-taurina y turística de la tauromaquia.

¿Cómo revivir esa importancia? Pues con estrategias adecuadas a un tema con la originalidad de la tauromaquia. ¿Cuánto se paga en el autódromo por ver pasar dos o tres segundos un auto de carrera? La fiesta de los toros ha dejado de ser aspiracional, algo por lo que se paga el doble o más de lo que vale con tal de presenciarlo allí, en ese lugar, en ese momento y ser parte de esa historia, de algo selecto y especial que te haga sentirte especial y diferente del resto. Se sabe hacer mercadotecnia para una cerveza pero no para una tradición taurina tan antigua como el país. No se ha sabido destacar la diferencia de la tauromaquia; a los toreros se les exhibe como si fueran cantantes o luchadores y a la gente no se le vende lo que desea: experimentar emociones fuertes, claro, a partir de protagonistas, de toros y toreros que emocionen. Si no hay producto, no puede haber venta. El producto no son sólo toro y torero sino el enorme desafío cultural y de negocio que entraña la tauromaquia en sí. Y eso se descuidó, concluye Carlos Varela.