Opinión
Ver día anteriorDomingo 5 de mayo de 2024Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Museo experimental y de vanguardia
E

n 1953, en la avenida Sullivan 43, se inauguró el Museo Experimental el Eco, obra del arquitecto y escultor Mathias Goeritz, inspirado en una idea que nombró arquitectura escultórica emocional. Explicaba que la función de esa arquitectura era la emoción.

Decía: “El arte en general y la arquitectura también, naturalmente, constituyen un reflejo –un eco– del estado espiritual del hombre de su tiempo. Pero el arquitecto de la actualidad, individualista e intelectual, exagera a veces por haber perdido el contacto con la comunidad (como existía, por ejemplo, en la Edad Media) y por querer destacar constantemente sólo la parte racional y lógica de la arquitectura. El resultado es que el hombre del siglo XX se siente aplastado por tanto funcionalismo, por tanta lógica y utilidad de lo que enseñan como arquitectura moderna y busca una salida.

Lo construyó en un pequeño terreno de 500 metros y fue considerado por muchos críticos como una locura, aunque Goeritz siempre insistió en que era experimental. Explicaba: Toda esta arquitectura fue entendida precisamente como experimento. El Eco quiere ser expresión de una libre voluntad de creación que, sin negar los valores aportados por el funcionalismo, pretenda incorporarlos y someterlos dentro de un concepto espiritual moderno.

Goeritz concibió al edificio como una escultura penetrable. Este espacio fue la creación de una plataforma para las artes sin precedentes en el contexto del arte mexicano e internacional de los años cincuenta.

De origen polaco, llegó a México en 1940, fue maestro en la UNAM y cultivó una estrecha amistad con el pintor Jesús Reyes Ferreira, el rey del color, y con Luis Barragán. El notable trío gestó varias de las mejores obras de arte mexicano contemporáneo, entre las que sobresalen las Torres de Satélite. Plasmó su exuberante talento y creatividad en expresiones plásticas como escultura monumental y de pequeño formato, vitrales, óleos y dibujos.

Sin embargo, su novedoso experimento con el Eco funcionó pocos años como centro de arte y después se convirtió en un cabaret. La UNAM lo adquirió en 1962 y estableció ahí el Centro Universitario de Teatro, que coordinaba Héctor Azar, conocido como el foro isabelino. En 1983, el Centro Libre de Expresión Teatral y Artística (Cleta) ocupó el edificio y lo convirtió en el Foro Tecolote, y el inmueble empezó su decadencia. Afortunadamente, hace unos años la UNAM concluyó un proyecto de recuperación del edificio, reincorporándolo como parte del patrimonio artístico mexicano y devolviéndole su calidad emocional. En estos días, el Eco presenta varias exposiciones temporales acordes con la vocación original del museo. Estos días se pueden ver dos interesantes muestras que exploran la creatividad y la narrativa visual de artistas contemporáneos.

Montaje, destaca la fascinación por lo escénico y lo escenográfico en la obra de Germán Cueto (Ciudad de México, 1893-1975), un interesante artista poco recordado que trabajó con una diversidad de materiales en distintos formatos, soportes y técnicas, en un proceso de experimentación constante que se plasmó tanto en escultura monumental como en máscaras, pintura, obras de teatro y dibujo.

Fue parte del movimiento estridentista que en 1922 promovía la ruptura con los valores tradicionales, rechazaba el modernismo y el academicismo; proponía una fusión entre el arte y la vida cotidiana que estuviera acorde con la experiencia de la modernidad y la vida en la urbe.

La exposición curada por Daniel Garza Usabiaga presenta distintas obras del artista en conjuntos que interactúan con la arquitectura y las narrativas históricas del Museo Experimental el Eco.

La segunda, curada por David Miranda, se denomina No hay un centro, sólo dar la vuelta, revela la habilidad del artista Allan Villavicencio (Ciudad de México, 1987) para construir sus obras a partir de patrones de comportamiento estético en el espacio cotidiano.

Para el tentempié de rigor, vamos a unas cuadras, a Antonio Caso 87, a la Casa de los Trompos, que ofrece cinco sabores de trompos de pastor con una diversidad de salsas, además de tacos de sirloin y chamorro muy apetitosos. Sin duda, una taquería diferente.