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Esparcen elogios para despedir a Paul Auster

Posmodernista supremo y santo patrón de Brooklyn fueron algunos de los epítetos que le confirieron

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▲ El autor estadunidense Paul Auster con su libro 4321, nominado al Premio Man Booker de Ficción 2017, en Londres, el 16 de octubre de 2017. Foto Ap
 
Periódico La Jornada
Jueves 2 de mayo de 2024, p. 3

La muerte de Paul Auster, acaecida por cáncer de pulmón la noche del martes a los 77 años en su casa de Nueva York, causó pesar y consternación en la república de las letras y el ámbito cultural a escala planetaria.

Tras hacerse pública la noticia, revelada desde los primeros instantes por su colega y amiga Jacki Lyden a la prensa neoyorkina y confirmada ayer por su representante literaria, la Agencia Carol Mann, los mensajes de condolencias y muestras de cariño en redes sociales comenzaron a multiplicarse.

Fue una tendencia creciente que se mantuvo ayer por parte de escritores, intelectuales, artistas de diversas disciplinas, editoriales, instituciones culturales y educativas, así como entre sus miles de lectores y admiradores.

Algo similar ocurrió en los principales medios informativos y periódicos del orbe, donde proliferaron las notas necrológicas, los artículos de opinión, los análisis y las esquelas relacionadas con el aclamado autor estadunidense, uno de los más importantes y renombrados exponentes de la literatura mundial contemporánea.

Una voz literaria para todos los tiempos, encabezó The Guardian para informar sobre el fallecimiento de este insigne autor aclamado por la crítica, además de consignar una serie de opiniones respecto de su obra entre reconocidos escritores estadunidenses y europeos, entre ellos el narrador y guionista británico Ian MacEwan y la escritora estadunidense Joyce Carol Oates, cuyo nombre figura de manera recurrente entre los candidatos al Nobel de Literatura.

Para esta última, según el citado diario británico, Paul Auster era una anomalía: un individuo completamente cálido, ingenioso, comprensivo y amante de la risa, con una curiosidad intelectual insaciable y un don para la amistad; al mismo tiempo, era una presencia literaria monumental, algo intimidante por el celo con el que se sumergía en sus escritos, casi abrumadora por la abundancia de sus energías creativas.

En tanto, MacEwan destacó que la hábil timidez de sus escritos lo convirtió en nuestro posmodernista supremo. Si su imaginación parecía tan amplia era porque fue un escritor tan europeo como americano. Si tenía a Thoreau a su espalda, también tenía a Beckett. Es posible cruzar Paul Auster Platz y caminar por la rue Paul Auster. No muchos novelistas han sido tan honrados. Como presencia, era ridículamente guapo, mundano, generoso, divertido y, a diferencia de la mayoría de los grandes conversadores, un oyente muy atento.

The New York Times informó del deceso calificando a Auster de santo patrón de Brooklyn, mientras en Francia Le Monde, tras dar la noticia, lo definió como un maestro en el arte de contar historias que se hizo famoso con sus historias neoyorquinas pobladas de personajes marginales y desorientados.

En nuestro país, la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el encuentro libresco más importante del mundo en lengua española, lamentó la pérdida y externó sus condolencias. Lo mismo hizo la Universidad Nacional Autónoma de México.

Hasta el cierre de esta edición, no se habían difundido pormenores sobre las exequias ni otros detalles. La ensayista y poeta Siri Hustvedt, su esposa por más de 40 años, tampoco había emitido alguna declaración o publicado algo en sus redes sociales, específicamente en Instagram, donde el 11 abril de 2023 informó del cáncer que padeció el escritor, y en meses subsecuentes compartió mensajes sobre el tratamiento y estado de salud de aquél, así como una serie de reflexiones al respecto.

Poeta, crítico, novelista, ensayista, guionista, cineasta y autor de 34 libros, a Paul Auster le bastó mudarse de Francia a Nueva York, ciudad que fue su hogar hasta el último día, para que el éxito editorial tocara su puerta.

Newark, Nueva Jersey, lo vio nacer en 1947 dentro de una familia judía de origen polaco que encontró resguardo en Estados Unidos ante la amenaza del nazismo. Muchos años después, en Brooklyn, Nueva York, nació su primer éxito: Ciudad de cristal, en 1986.

La Trilogía de Nueva York (1987), su compilación de novelas de historias experimentales de detectives y escritores, fue la que catapultó su nombre después de publicar su primera novela, Jugada de presión (1976), que, además de no haber tenido gran éxito, fue publicada bajo el seudónimo de Paul Benjamin.

Su obra se empapó de existencialismo, del yo y, sobre todo, del azar en novelas como El palacio de la luna (1989), Leviatán (1992), Tombuctú (1999), El libro de las ilusiones (2002) y La invención de la soledad, publicada en 1982 (inspirada en la muerte de su padre).

En noviembre pasado apareció la versión en inglés de su más reciente novela, Baumgartner, un librito tierno y milagroso, según Siri Husvedt, escrita por el autor mientras recibía su tratamiento de quimioterapia. La traducción al castellano comenzó a circular a finales de febrero en España y desde principios de abril se encuentra disponible en México.