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Quiénes nos condenan
L

as contradicciones y desconocimiento de la verdad en sectores de la población que no reciben información confiable los condena a ser dominados por las distorsiones a la realidad.

Pero no sólo eso, ese público cautivo también repite y echa a perder la tan necesaria línea de comunicación social. Por esa razón, estamos lejos de ser una sociedad civilizada.

Quienes sufrimos el secuestro y sometimiento injusto en un reclusorio, bajo acusaciones falsas, sabemos de la incertidumbre de no saber si vamos a seguir vivos o si pasaremos muchos años privados de nuestra libertad.

Durante los gobiernos represores, la verdad es lo de menos. Se impone la acusación falsa y, contra esta poderosa arma, poco se logra para quedar libre nuevamente.

Con una incursión violenta a la embajada mexicana como la llevó a cabo el gobierno de Daniel Noboa, presidente de Ecuador, con la finalidad de extraer a un presunto delincuente, en realidad, lo que se busca es ocultar la verdad. Y esa verdad es el desastre social y económico de ese país.

No se consideró que México y Ecuador somos países hermanos por las siguientes razones: fuimos subyugados por el mismo invasor apoyado por los reyes de Castilla, nos impusieron el mismo idioma, además satanizaron nuestras creencias ancestrales y nos sometieron a las asiáticas y cristianas, totalmente desconocidas en las nuevas tierras descubiertas, según los europeos aventureros.

A otras regiones de nuestro continente llegaron invasores de otras monarquías europeas (Portugal, Inglaterra y Francia, entre otras) con la misma intención: conseguir nuevos recursos naturales y tierras para dominar.

De tal forma que somos el resultado de un delito cometido en toda nuestra región y por ello nos consideramos como hermanos. Todavía no hemos podido liberarnos de ese resquicio colonialista que tanto ha lastimado a nuestras naciones. El dominio permanente al que recurren los gobiernos hegemónicos continúa haciendo daño.

Quienes nos juzgan por reclamar respeto a nuestra soberanía y por mantener el dedo en el renglón exigiendo libertad, autodeterminación de nuestros pueblos, respeto diplomático y consideración a la forma como buscamos el desarrollo y el crecimiento económico de nuestros países, tienen mucho que trabajar para sacar a sus pueblos de las depresiones económicas, sociales, adicciones y conductas bélicas en contra de su propia gente. Nos estamos refiriendo a naciones subdesarrolladas, pero también a las industrializadas, como Estados Unidos y Canadá.

En el caso de la violación al derecho de asilo al ex vicepresidente Jorge Glas, presunto delincuente y liberado por haber cumplido su condena, él tiene derecho a proteger su vida.

Condenar ligeramente el asalto a la embajada mexicana en Quito es el disfraz de la idea hegemónica de nuestros enemigos de clase, léase, Estados Unidos, Canadá, y otros que no conocen ni el valor de la verdad ni la historia de su propio país.

¿Qué clase de jueces nos condenan? Nos preguntamos si tienen autoridad ética, conciencia social, conocimiento a fondo de las leyes que nos defienden de los atracos seudo democráticos. Porque, según la violencia con la que ha actuado el gobierno ecuatoriano, en contra de la sede diplomática mexicana y el asilado Jorge Glas, actuaron como policías de una dictadura.

Recordemos lo que pasó con la autorización de Lenin Moreno, autoviolador de su propia soberanía al permitir que invadieran su embajada en Londres para facilitar el secuestro de Julian Assange. Qué otro ejemplo más claro de sometimiento colonialista.

Algunas décadas atrás, el comandante Fidel Castro Ruz dijo en un evento de Naciones Unidas que la humanidad estaba, todavía, en la barbarie. Y no se equivocó.

Por lo pronto, el gobierno de la Cuarta Transformación, en concordancia con la política exterior mexicana, y en palabras de Ana Lilia Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, condenó de manera enérgica la irrupción violenta a la embajada de México en Quito, Ecuador, sin duda alguna, por ser flagrante violación de las normas internacionales que regula la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas.

@AntonioGershens