Tres hermanos
anjas (2015), primer largometraje de ficción del realizador argentino radicado en México Francisco J Paparella, fue el arranque de la Trilogía del Río, cuya acción se situaba en el territorio agreste y nevado de la Patagonia, escenario pertinente para la historia de un hombre enigmático y callado, trabajador del campo, que intentaba liberarse de un pasado bochornoso mediante un duro proceso de redención moral. Al mismo tiempo, los medios del lugar informaban de una serie de feminicidios, obra de un asesino anónimo, igualmente misterioso. La atmósfera dominante sugería una violencia latente, muy contenida, susceptible de estallar en cualquier momento. No era difícil imaginar que el realizador pudiera en un futuro próximo incursionar en una narrativa mucho más explícita y, posiblemente, más inquietante. Siete años después, Tres hermanos (2022), segunda entrega de la trilogía, va mucho más allá de lo esperado, con una historia de violencia áspera y visceral con descripción muy gráfica, desde su primera escena, de la persecución y ejecución a puñalada limpia de un jabalí salvaje por un grupo de cazadores, cuyo comportamiento se asemeja más al de un grupo de hinchas futboleros enardecidos.
Masculinidades tóxicas. Todo es provocador, políticamente incorrecto, y deliberadamente irritante en esta segunda película de Paparella; nada, sin embargo, parece muy alejado de la realidad en este entorno rural dominado por la competitividad y el alarde machista. No muestran otra cosa las conductas de sus protagonistas masculinos, tres hermanos que ostentan un raro nivel de insensibilidad afectiva no sólo entre ellos, sino en su relación esporádica con las mujeres cercanas, a las cuales invariablemente tratan como objetos de un placer expedito y desechable, cuando no como prostitutas mal pagadas. Uno de ellos, Marcos (Ulices Yansón), el más joven, es adicto al rock metalero, exhibe un individualismo próximo a la enajenación sicótica y su temperamento es de una irritabilidad a flor de piel: un perfecto idiota de mecha corta. Otro hermano, Matías (Andy Gorostiaga), vive atormentado por el secreto inconfesable de un padecimiento físico menos oprobioso por su gravedad que por su posible efecto emasculante: un cáncer de testículo. Walter (Emanu Elish), el hermano mayor, un desempleado a la deriva, tiene el ánimo embotado por el consumo inmoderado de cocaína y por su carácter potencialmente explosivo.
Dos tragedias sacuden el analfabetismo moral de estos tres parias sociales: una muy personal, la muerte de la madre, elemento crucial en todo machismo edípico, y otra, más general y destructora, el desbordamiento de un río y la necesidad imperiosa de torcer su cauce para evitar un desastre mayor. El realizador argentino disecciona, con filo crítico muy sobrio, la colisión entre esas tres recias virilidades lastimadas y el fragor irreductible de una naturaleza salvaje.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional Xoco a las 13:15 y 18:15 horas.