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La tentación de las malas conclusiones
H

ay relatos que encajan a las mil maravillas. Narraciones redondas que, sin apenas percibir el hilo argumental, te llevan a desenlaces indiscutibles. Premisas ciertas que, de forma inapelable, te dirigen a conclusiones que no pueden ser otras. El PP centró la campaña de las recientes elecciones gallegas en cargar contra el gobierno de Pedro Sánchez por la amnistía a los independentistas catalanes. El PP ganó el domingo pasado con contundencia los comicios en Galicia, revalidando la mayoría absoluta (40 parlamentarios de 75) y el PSOE ha obtenido unos resultados paupérrimos (sólo nueve escaños). La conclusión, por tanto, es fácil: el PSOE se hunde por la amnistía y el tiempo de Pedro Sánchez se acaba. Lo sucedido en Galicia implica la desaparición del PSOE en España, ha sentenciado Isabel Díaz Ayuso, la mujer a quien todos miran en la derecha española.

El relato del PP encaja, pero tiene un gran problema: no se corresponde con la realidad. Siendo ciertas las premisas, es falsa la conclusión. Es cierto que, pese a perder dos escaños, los de Feijóo mantienen la mayoría absoluta sin perder apenas porcentaje de voto, en unas elecciones en las que se suponía que la alta participación les iba a perjudicar, y es verdad que el PSOE ha perdido un tercio de su representación, pasando de 14 a nueve, pero la música que le han puesto a esta victoria no se corresponde con la partitura emanada de las urnas.

Parte de culpa la tiene el sesgo de confirmación, la tendencia natural a destacar aquellos hechos e interpretaciones que apuntalan nuestras creencias, pero también una visión centralista y cerril de la política, incapaz de imaginar siquiera que las diferentes naciones del Estado español puedan tener lógicas internas propias que escapen a las obsesivas cábalas de Madrid.

Porque la foto general, en Galicia, apenas ha cambiado. Los bloques siguen siendo los que han sido durante las últimas cuatro décadas. La derecha tenía 42 escaños en la legislatura anterior y la izquierda 33. El equilibrio ahora es de 41 frente a 34. Lo que ocurre es que, en el sector progresista, el Bloque Nacionalista Galego (BNG), liderado por Ana Pontón, una candidata con mucho tirón, ha experimentado un resultado histórico, pasando de 19 escaños a 25. Mucho voto del PSOE ha emigrado al BNG, lo cual no significa, ni mucho menos, que esté en contra de la amnistía. Más bien al contrario, dado que el nacionalismo gallego tiene muchísimas menos contradicciones con la medida de gracia hacia Cataluña.

El PSOE, en resumen, tiene un grave problema, dado que está menguando en la mayoría de comunidades autónomas. Su único activo parece ser la capacidad de resiliencia de Sánchez en el gobierno del Estado, donde está obligado a llevar a cabo equilibrios cada vez más complejos. El poder territorial es hoy en día del PP, que espera dar un nuevo golpe en las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio, aunque hay una parada intermedia: los comicios del País Vasco del 21 de abril, en los que los de Pedro Sánchez cuentan con recomponerse parcialmente.

El PSOE tiene un grave problema, decíamos, pero el PP se equivoca a la hora de interpretarlo como una negativa a la amnistía y a la fórmula de gobierno en Madrid. Lo que le molesta a la gente ahora mismo no es que Pedro Sánchez pacte con vascos, catalanes y gallegos. Lo que le molesta es la inestabilidad que se deriva de estos acuerdos a múltiples bandas, en especial con Junts, el impredecible partido de Carles Puigdemont, que tumbó la amnistía. Con esta aritmética, cada votación en el Congreso de los Diputados es un martirio que puede convertir en infernal la legislatura. Con todo, es la única fórmula que sirve a la izquierda y a las naciones sin Estado.

Decíamos también que hay narrativas redondas que te llevan a desenlaces contundentes sin fisuras, aunque puedan no ser ciertos. Pues bien, también hay relatos accidentados sin pies ni cabeza que te llevan a conclusiones tan imposibles como insensatas. Estos argumentarios han sido los que abrazan Sumar y Podemos, el espacio a la izquierda del PSOE, seriamente accidentado en las elecciones gallegas.

Hace cuatro años obtuvieron más de 50 mil votos, y hubieran logrado representación de no ser por la caprichosa ley electoral gallega diseñada por el ex ministro franquista Manuel Fraga, que, conocedor de la tendencia progresista al cainismo, situó en 5 por ciento el umbral de sufragios requeridos para obtener escaños. El domingo pasado, por separado, Sumar –que tiene a la gallega Yolanda Díaz de líder– obtuvo 28 mil votos, quedando por detrás de la extrema derecha de Vox, residual en Galicia. Podemos no llegó ni a 4 mil. Quedó por debajo del Pacma, partido animalista que obtiene unos resultados marginales en todas las elecciones.

Lejos de sacar las conclusiones obvias y hacer propósito de enmienda, la conclusión de unos y otros ha sido que los contrarios están peor. Dos días después del fracaso paralelo, anunciaban que también concurrirán por separado en las elecciones vascas de abril. De derrota en derrota hasta la victoria final.