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El estante de lo insólito

El caso Colosio

“En la vida no hay muchas coincidencias. Y ver una coincidencia tras otra y otra y otra es sencillamente una estupidez…”

Ed Sulzbach, criminólogo de la FBI, citado por Patricia Cornwell en Retrato de un asesino: Jack El destripador, caso cerrado.

E

l 23 de marzo de 1994, Luis Donaldo Colosio, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la presidencia de la República, sufre un atentado tras concluir su mitin en Lomas Taurinas, Tijuana. En el acto es detenido el tirador: Mario Aburto Martínez. Caos, confusión, pánico… la prensa se desquicia, la procuraduría se entrampa y se dan a conocer videos hechos por la Secretaría de Gobernación y que, hasta la fecha, se desconoce por qué se filtraron de forma directa a los medios electrónicos, en lugar de cumplir con los procesos de investigación como información confidencial. Todos pueden ver el momento en que la pistola lo toca en la cabeza y se acciona. La pieza fue grabada por Gerardo Millán Leal, agente de la Policía Judicial Federal. México y el mundo se preguntan quién lo mandó matar.

La campaña débil

Con un gabinete dividido entre políticos y economistas, los hombres del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari tuvieron una guerra interna despiadada hasta la elección de Luis Donaldo Colosio como candidato presidencial. Sin apoyo de muchos camaradas, con el hermano del mandatario como adversario, tuvo una campaña dando tumbos y sin el espaldarazo que solía despacharse en Los Pinos para proteger al elegido.

El mismo día que Colosio arrancó su campaña, Manuel Camacho Solís fue nombrado comisionado para la Paz en Chiapas luego de la irrupción el primero de enero de 1994 del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Colosio iba a los interiores de prensa, mientras Camacho era motivo de portadas a escala internacional. Mientras este último recibía comentarios favorables de la presidencia, Colosio sabía que había que dar una giro radical a su débil campaña antes de ahogarse en ella.

El rompimiento

El 6 de marzo de ese 1994 se dio en el Monumento a la Revolución el famoso discurso que se supone generó el rompimiento entre Colosio y su partido. Fue discutido, planeado, aprobado y hasta medido con grupos de opinión. Era la confirmación del rompimiento entre presidente y candidato, y a más de uno les tembló el futuro.

Quién sabe Si Colosio iba a cumplir la mitad de lo que había anunciado… pero se afirma que Salinas había palomeado el texto, la verdad es que aquel discurso siguió calando. “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia (…) Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad…”. Fueron algunas de sus palabras en el Monumento a la Revolución 18 días antes del magnicidio.

El asesinato y las dudas

Colosio bajó del templete para ser conducido en un supuesto diamante de seguridad. Le dispararon a quemarropa. La camioneta en la que lo subieron herido chocó. Hasta la fecha hay versiones en las que se asegura que fue ahí donde le dieron el segundo balazo. En un video se ve un destello –¿fogonazo de arma percutida?– y se escucha un ruido que, imposible asegurarlo, podría ser una detonación en el interior del vehículo. Lo pasaron a una ambulancia y así llegó al hospital. El fiscal Miguel Montes primero dio la versión del complot y después se desdijo para concluir que Aburto fue el único asesino del priísta: fiscalía de tropelías y varios ridículos. Un hecho fundamental es que nunca se aclararon las razones por las que el agente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) Jorge Antonio Sánchez Ortega (parecido a Mario Aburto, como varios personajes directos e indirectos en la escena del crimen) fue puesto en libertad, pese a tener sangre de Colosio en sus ropas y dar positivo en la prueba de balística, concluyendo que existió deflagración de arma de fuego.

Es inquietante el testimonio del comandante David Rubí Gómez ( Proceso, edición especial La pasión de Colosio, 14/3/04, página 27), ya que, mucho después de que se llevaron detenido a Aburto, los del Grupo Tucán, encargados de la seguridad, le pidieron gente para ir a recoger el arma homicida que quedó tirada. Rubí Gómez contestó: “entre 3 mil personas, ¿tú crees que esté ahí?. Me respondieron: ‘tú gente no va a bajar, nomás vamos a bajar nosotros’ (...). Después me llaman y me dicen que ya traen el arma. Vea nomás qué contradicciones. Si el arma ya había sido identificada a las siete de la noche por (como de) Aburto, y Pérez Canchola (José Luis, procurador de Derechos Humanos de Baja California en ese entonces) fue uno de los testigos, ¿cómo aparece otra a las nueve? Fueron dos armas las que se utilizaron”.

Ernesto Zedillo fue designado el relevo en la candidatura. La viuda de Colosio, Diana Laura Riojas, reveló que su esposo iba a despedir a Zedillo como coordinador de campaña la semana siguiente. Este último reabrió el caso, pero puso a investigar a Mario Chapa Bezanilla, quien acusó a cuanto inocente pudo, manipuló datos y testimoniales y concluyó lo mismo que el procurador anterior: Mario Aburto, solito, sin secuaces, jefes y estrategia, mató a Colosio. Habría una investigación profusa de la FBI que contradecía muchos puntos del informe oficial del gobierno mexicano, como el hecho de que Othón Cortés, militante priísta al que implicó la fiscalía (y después, torturado y exhibido, ni perdón le pidieron) no pudo efectuar el ya mítico segundo disparo.

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▲ Ilustración José Agustín Ramírez

Efrén Mota hizo la famosa gráfica de Luis Donaldo Colosio tinto en sangre mientras era trasladado a la ambulancia. La fotografía del xalapeño se convertiría en portada de la revista Time. Muchos medios buscaron comprarle su material, ya que decenas de corresponsales acreditados estaban ¡de compras en San Diego! y decidieron no cubrir el mitin de Lomas Taurinas, reservándose para el encuentro con militantes políticos en el Club Campestre, programada para más tarde. Muchos perdieron el momento y su trabajo.

Colosio, el personaje

Hay muchísimo material para adentrarse en la historia, como el reportaje/ documental/ especial El caso Colosio (Discovery Channel, 2014). De los libros, se editaron suficientes para llenar bibliotecas, pero destacamos los siguientes: ¿Por qué Colosio?, de Guillermo Samperio (Océano, 1995); Operación Tucán, de Édgar Hernández y Guadalupe Romero (Planeta, 1995); Ya vamos llegando a México, de Ciro Gómez Leyva (Diana, 1995), y Así fue: La historia detrás de la bala que truncó el futuro de México (Nuevo Siglo/ Aguilar, 2004). El estupendo escritor Élmer Mendoza hizo un interesante relato con un sicario que intenta matar al candidato presidencial (nunca se menciona el nombre de Colosio); el texto se llama El asesino solitario (Tusquets,1999). La tragedia de Colosio, de Héctor Aguilar Camín (Alfaguara, 2012), expone directamente la relatoría oficial de 122 tomos, organizada y adaptada para ser asequible al lector común. Es un documento muy destacado de investigación criminal que establece las condiciones históricas en el México electoral de 1994. Por su parte, en su libro Cárceles (Alfaguara, 1998), Julio Scherer García cuenta cuando Mario Aburto le dijo: sepa. Soy inocente.

El cine tiene varias piezas importantes, como los largometrajes Magnicidio: Complot en Lomas Taurinas (Miguel Marte, 2002) y Colosio: El asesinato (2002). Esta última, de Carlos Bolado, tiene logros narrativos técnicos que, de cierta forma, culminan en la ficción, lo que gran parte del periodismo nacional buscó probar con gallardía en la investigación. Hay otro largometraje excepcional: Mente revólver (Alejandro Ramírez Corona, 2017), en la que, con nombre y apellido, Mario Aburto (Baltimore Beltrán) deja la cárcel tras purgar condena por el asesinato de Colosio.

El cortometraje paródico de Jesusa Rodríguez Víctimas del pecado neoliberal (1995) usa el célebre tema musical La culebra, de la Banda Machos, que se reproducía cuando ocurrieron los hechos. La parodia ponía al candidato ejecutando (sin perder el paso) en un inverosímil suicidio. En el cortometraje Acción simple (1996), de Carlos Gallardo, se plantea el crimen desde una ficción fantástica estructurada como western, mientras el estupendo corto de animación El gran líder (2014), el director Francisco Jiménez muestra una maquinaria colosal creadora de los futuros líderes de un pueblo.

En 2019, Netflix lanzó la muy buena serie Historia de un crimen: Colosio, dirigida por Hiromi Kamata y Natalia Beristáin. Esa plataforma también lanzó el mismo año la serie documental 1994, dirigida por Diego Enrique Osorno, con gran investigación y recuperación excepcional de materiales de la época; tiene testimoniales de varios testigos directos de los acontecimientos.

En el breve relato de ficción de Enrique Serna El caso Colosio: entrevista con Filiberto García (Graffiti número 25, Noviembre-Diciembre de 1997), el autor pone a un reportero a hablar con el protagonista de la célebre novela de Rafael Bernal El complot mongol. De ahí se desprende el siguiente fragmento: –Insinúa usted que el ex presidente fue el autor intelectual del crimen.–No te adelantes, yo sólo dije que Salinas se hizo maje para no investigar a fondo. Con las elecciones encima tenía que proteger la imagen del partido. Por eso le pidió a Montes que soltara a Rodolfo Rivapalacio, jefe del grupo Tucán, y se desdijera de su propia teoría, para salir con la mamada de que actuó solo.

Acción concertada, asesino solitario o complot, fue el primer magnicidio del país en 75 años.