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Escribir es una manera de hacer música

La novelista argentina Gabriela Cabezón presentó ayer Las niñas del naranjel

 
Periódico La Jornada
Miércoles 24 de enero de 2024, p. 2

La novela Las niñas del naranjel explora qué elementos de la época colonial reverberan en el presente y cuánto de la crueldad de la Conquista sigue funcionando; al mismo tiempo, cómo la ternura y la fuerza de nuestra tierra pueden transformarnos profundamente, sostiene su autora, la argentina Gabriela Cabezón Cámara.

La escritora dijo a La Jornada que con el título, editado por Literatura Random House y que fue presentado este martes, hace ficción y no pretende que sea una novela histórica que respete los modos de hablar o de vivir de la época, pero sí crear un ámbito verosímil y un universo en el que se pueda pensar y explorar su vigencia.

Cabezón Cámara (Buenos Aires, 1968) remarcó que continúa la idea de que se puede aniquilar las otras partes de la vida de la Tierra sin acabar con la mayor parte de la humanidad, por ejemplo. Es algo para preguntarse y en lo posible detenernos antes de que ocurra.

Añadió que la idea de “Latinoamérica como territorio colonial no ha cambiado en absoluto. Sigue siendo territorio de saqueo y nuestras vidas no importan o importan menos que la de un estadunidense o un alemán. Lamentablemente.

Después, la posibilidad de tejer lazos amorosos y generar comunidades que contengan pero no opriman es una pregunta constante, así como la de asomarnos y aprender de las filosofías y modos de vida de los pueblos amerindios que aún resisten y que saben que somos parte del tejido de la vida. Es urgente parar a estos 10 mil o 25 mil dueños del mundo que nos están llevando a todos a la muerte.

La narración tiene como protagonista a Catalina de Erauso, conocida como La Monja Alférez, una religiosa, militar y escritora española que recorrió Europa y América en el siglo XVI como varón.

Gabriela Cabezón recordó que esa figura nacida en 1592 o 1598 fue enviada a un convento a los cuatro años. Se queda ahí hasta los 15, cuando se lleva unas monedas, una aguja y unas telas para quedarse tres días y sus noches en un bosque de castaños cercano. Ahí se hace ropa de varón y sale caminando como hombre, que en esa época significaba dando pasos largos, mirando de frente y con la espalda recta sin mostrar ninguna sumisión.

Después de permanecer algún tiempo en España viene a América, donde tiene un altercado en un teatro y debe huir: Así empieza una espiral loca en la que encima le empieza a gustar jugar a las cartas. Va a una ciudad donde consigue trabajo, juega, alguien lo insulta y termina en duelo, tras lo cual es apresado o se escapa a otra urbe.

Lo que no es nosotros, lo aniquilamos

En un punto, continuó la novelista y feminista, el personaje participó en la conquista de la Araucanía; es decir, del genocidio del pueblo mapuche que todavía hoy resiste a los estados coloniales y racistas, como los de mi país y de Chile. Le aumentan el grado, le dan medallas, pero se manda otra y se tiene que ir.

Tras escapar de ser colgado y tener que decir su verdad biológica, que tiene vagina, regresa a Europa, donde un monarca le da el derecho a usar informe de varón y el Papa le permite usar su nombre elegido. En algún momento vuelve a América y se le pierde el rastro.

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▲ Para Gabriela Cabezón, las palabras tienen sonido y cuando hablamos, armamos figuras tonales, ritmos y líneas melódicas, por lo cual en sus libros se halla eso.Foto Alejandra López

En ese punto la novelista toma al personaje, quien “por los motivos más equivocados, nada qué ver con el amor o la ternura, termina en una selva teniendo que cuidar a dos niñitas, dos monitos, una perra y dos caballos. Esa es una situación segura en la que su vida no co-rre peligro.

Ahí esa persona es afectada por un lugar tan maravilloso como la selva, en el que se da cuenta que es una partecita pequeñita de la vida, carne de la tierra y de un tejido mucho más enorme, muy hermoso en el que todo nace, muere y se transforma.

En ese punto, La Monja Alférez reflexiona y escribe una carta a su tía, priora del convento del que huyó, para contarle 30 años de su vida. “Por primera vez le empieza a afectar el medio ambiente en el que está, porque hasta entonces sólo veía a España a donde iba. El tipo formaba parte de esa cosmovisión europea colonial de que sólo existimos nosotros y lo que no es nosotros lo aniquilamos.

De golpe empieza a percibir dónde está. Él mismo se va a transformar muy radicalmente, que es otro tema que explora el libro: cuánto se puede transformar un ser humano por la ternura burlona de unas niñas y por la belleza de la naturaleza.

Cabezón Cámara sostuvo que considera la escritura una manera de hacer música. Las palabras tienen sonido y cuando hablamos, armamos figuras tonales, ritmos y líneas melódicas. Me gusta mucho trabajar con eso para sentir que un texto que estoy haciendo está vivo, tengo que sentirle la música. En todas mis novelas se halla eso.

En ese tenor se halla también su texto Las aventuras de la China Iron, que el año pasado fue publicado en México en el sello Literatura Random House, en el que retoma al personaje apenas entrevisto en el clásico de la literatura gauchesca Martín Fierro, escrito por el poeta argentino José Hernández en 1872.

Añadió: “su mujer apenas aparece mencionada en el texto y yo tomo ese personaje para intentar imaginar cómo era ese mundo visto desde los ojos de una chica muy libre y que pasa a tener una vida alegre. Difícilmente hubiera sido así en la realidad.

Ella va descubriendo muchísimas posibilidades y la belleza y vitalidad de la Pampa en un camino que comparte por accidente con una inglesa que le va contando cómo es el mundo, porque proviene del centro del orbe y cuando toma un té sabe que es de la India o cuando se pone una prenda de algodón sabe que fue hecho en Estados Unidos, por ejemplo, en un sistema de esclavitud espeluznante. Es un libro que habla de estas cosas y de la plenitud posible de la vida.

La novela Las niñas del naranjel fue presentada ayer en librería La Increíble (Juan de la Barrera 112, colonia Condesa), con los comentarios de la autora, Emiliano Monge y Fernanda Melchor.