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Miguel Ángel Porrúa celebra 45 años de manufacturar la memoria
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▲ Miembro de una familia de libreros que data de dos generaciones anteriores, Miguel Ángel Porrúa comenzó a trabajar en este oficio desde el bachillerato.Foto Roberto García
 
Periódico La Jornada
Miércoles 10 de enero de 2024, p. 3

Una puerta de madera en el centro de San Ángel es el portal a una librería. Quien da nombre a este expendio es el corazón detrás del Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, que celebra 45 años de su fundación. Un artesano del saber que cuidadosamente manufactura la memoria de la humanidad.

Al final de un pasillo se oculta un pequeño elevador, a través del cual se puede llegar al cuarto piso del edificio, donde se encuentra el tesoro bibliográfico de Miguel Ángel Porrúa, amante y habitante de los libros.

Los libros están hechos de dos materias: una es la forma que podemos tocar, gozar, pero la otra es todo lo que nos comunican, la información que nos pasan. Los libros, al igual que nosotros, están hechos de corazón, de inteligencia y de carácter, forma y espíritu, cuenta mientras nos permite visitar este pequeño universo en el que deambula a diario, acorazado entre miles de hermosos volúmenes de su biblioteca personal.

En la conversación que se prolonga por horas surge una vasta lista de nombres, fechas, datos, anécdotas, recuerdos, diálogos renombrados. Los libros viven dentro de él, una biblioteca andante dentro de su fortificación de papel.

Estamos perdiendo la memoria. Eso es algo que no nos podemos permitir. Su alerta emerge ante la prevalencia de la inteligencia artificial, porque la tecnología carece de innovación y no puede rebasar al humanismo. “En todo caso, podrían llamarla memoria artificial, porque parte de lo que ya está hecho, de los archivos que se nutre.

Los muchachos están perdiendo la habilidad de investigar. ¿Qué ocurre si la nube se cae? No es remoto. Eso va a acabar con la memoria de los pueblos, aunque aclara: No estoy en contra d la tecnología, yo la uso en mi negocio y mi vida. Pero hay que poner todo en su justa dimensión, no podemos ir mas allá de que son invenciones.

Una magnífica caja fuerte de madera de grandes dimensiones abre sus pesadas hojas para mostrar uno de los tesoros, como los que seguramente transportó cuando viajaba en los barcos piratas que llegaban a Campeche o Yucatán. Cuidadosamente protegida, sale de su estuche un ejemplar de la primera edición (1632) de La historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. Sobre la mesa, el bibliófilo pone a su lado la primera edición en inglés de 1724, todavía más bella y con materiales de mejor calidad.

Aquel joven que partió en su automóvil para explorar el sur del continente americano, apenas con unos cuantos dólares prestados en su bolsillo, varias décadas después rememora su experiencia librera, que ampara, vende y edita en la calle de la Amargura número 4. Una de las grandes maravillas que le sucedió fue ver el manuscrito original de Díaz del Castillo en Guatemala, páginas en las que el soldado español narró el proceso militar de aquellas tierras recién conocidas por los soldados europeos. Volumen que también encierra secretos, pues la versión de puño y letra no coincide con la que conoció el mundo siglos después.

Miguel Ángel, miembro de una familia de libreros que data de dos generaciones precedentes, comenzó a trabajar en este oficio desde el bachillerato. Pero en la juventud, en medio de una grave crisis personal, se deslindó del linaje de los Porrúa y tomó camino hacia el sureste, primero a Oaxaca y Chiapas, cruzó fronteras hasta El Salvador y Colombia. En el trayecto fue comprando y vendiendo cosas para ir costeando el viaje.

Regresé con el coche repleto de libros y antiguallas. Con el dinero de esos objetos fundó su pequeña librería en 1978 en Donceles, con dos libreros más o menos llenos, mientras en las estanterías, colocaba los ejemplares de frente para que no se vieran tan vacías. En aquel establecimiento, junto a los académicos rondaban el Centro Histórico, hacía tertulias, gracias a ellos empecé a adentrarme al mundillo selecto de la gente del conocimiento.

La idea gustó, se trasladó a San Ángel, primero a una vieja casa en Plaza del Carmen 25, hogar de las señoritas costureras de doña Carmelita, la mujer de Porfirio Díaz. Mientras rememora estos eventos, Miguel Ángel Porrúa recuerda todo lo que le debe a Jesús Reyes Heroles, amigo que le daba muchos consejos y le ayudó a financiar ese viaje iniciático al sur que fue el antecedente de las librerías y la editorial con su nombre. Alguna vez le dijo: Sabemos, a los que nos gustan los libros, de tu capacidad de lo que te gusta hacer, un aliciente que llegó cuando tenía el mundo encima, sin un centavo, y quería irse a trabajar a España.

El primer libro que publicó Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, todavía en Donceles, en 1979, fue el libro de Antonio de León y Gama sobre la historia de las dos piedras que se encontraron en el centro de la ciudad: la Coatlicue y el calendario azteca. Esa edición la vendí a Antonio Luengas, director del Banco Internacional, fue el libro de regalo del banco. El proyecto fue creciendo, hasta ahora tenemos publicados más de 3 mil 500 títulos.

Hacia cualquier lado que se voltee en este hogar de San Ángel hay libros. Los muros están repletos de ellos, algunos incluso en doble fila sobre los anaqueles. Están alrededor de su cama, dejando libres pequeños espacios para andar, una mesa para comer y algunas otras áreas para recibir a sus amigos, con los que conversa de literatura e historia.

Miguel Ángel Porrúa también trae a la memoria a Andrés Henestrosa, quien fue mi tutor, confidente, maestro, amigo. Muchas de las cosas que sé, se las debo a él. Siempre me apoyó y estuvo muy cerca de mí. Y sobre las más de cuatro décadas como guardián de los libros, afirma: Fue una suerte extraordinaria que poca gente lo puede creer. Yo mismo me pregunto a veces qué traía en ese momento que mis amigos, los amigos de mi padre y los amigos de mis tutores me apoyaron de esa manera. Así nos hicimos de este edificio, así empezó la editorial.