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De la otra ciudad

Sus productos están libres de agroquímicos

Con técnicas ancestrales de cultivo, cooperativa rescata honor chicuarote

Obtienen hasta 40 vegetales diferentes que siembran sobre las chinampas de San Gregorio Atlapulco

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▲ No sólo se trata de sentirse orgullosos de vivir en San Gregorio, en Xochimilco, sino de demostrarlo con el cultivo de vegetales con las técnicas aprendidas de los abuelos y no dejar la tierra que los vio nacer.Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Domingo 5 de noviembre de 2023, p. 29

Como tercos y aferrados se definen a sí mismos Pedro Aguilar y Paula Casas, para honra de su ascendencia Atlapulquense y origen campesino vinculados a prácticas ancestrales del cultivo de hortalizas en la zona chinampera de Xochimilco.

Ambos adjetivos emanan del gentilicio chicuarote, adoptado por los habitantes de la comunidad de San Gregorio Atlapulco, que es el nombre de una variedad de chile endémico de ese lugar, en específico de la zona lacustre del valle de México.

Lo han querido sembrar en las chinampas de Tláhuac y creció más largo, pero no tenía sabor, refiere Aguilar, pero dice desconocer la razón por la que no se da en otra parte que no sea en los ejidos de San Gregorio Atlapulco, y no podía haber mejor denominación para su empresa cooperativa: Hortalizas La Chicuarota, a la que se agregó como lema cultivando salud, porque sus productos están libres de agroquímicos.

En el paraje Tlalmelaiqui, distintas variedades de lechuga colorean con diversos tonos de verde la isla de tierra rodeada por canales y ahuejotes, que es un árbol icónico y endémico de este lugar.

Pedro y Paula, junto con el resto de los integrantes de la cooperativa, María Isabel Aguilar Casas –quien es su hija y está por graduarse de ingeniera agrónoma en la UAM Xochimilco–, Ricardo González Páez y Alicia Flores Victoria, son herederos y legatarios de la técnica prehispánica de cultivo en la zona chinampera a base del chapín, que Aguilar asegura es un trabajo difícil para el que no está acostumbrado, pero para nosotros es rutina.

Con un cuero o zurrón extrae lodo del fondo del canal que deposita en la canoa, le entran 40 cuerazos y se requieren cuatro canoas para formar después sobre la chinampa una almácigo, una cama que se deja secar 24 horas, se corta en pequeños cuadros y en cada uno se deposita la semilla para que germine, se separan los chapines con cada planta y se pasan a la tierra. Algunas variedades de lechuga están listas en 40 días para su corte y consumo.

Pedro explica que la cooperativa cultiva hasta 40 diferentes vegetales y hortalizas, de temporada y de forma continua, como zanahorias, jitomate, tomate, pepino, betabel, berza, calabaza, flor de calabaza, cebollín, espinaca, bulbo de hinojo, berenjena, arúgula baby y normal, distintas variedades de acelgas, así como lechugas finas, producto en el que se han especializado al producir distintas variedades como italiana, escarola, radicchio, romana, baby, orejona, fisher y los tres tipos de maple, entre otras.

Menos canales, más ruedas

La producción se saca en carretillas por estrechos caminos hasta el embarcadero Cuapantitla. Recuerda que antes se transportaba por los canales: Echabas todo el producto en la canoa y a remarle, pero se fueron seccionando y algunos tramos dejaron de ser navegables.

Con la intención de ser los proveedores de restauranteros del centro de la ciudad y cubrir las formalidades para la facturación, Pedro impulsó en 2015 la creación de una sociedad cooperativa con unos 40 productores de la zona, pero al final sólo se concretó prácticamente como una empresa familiar.

Recuerda que una vez que obtuvieron el acta constitutiva acudieron a dar aviso a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo y sin tenerlo considerado, ese mismo día los incorporaron a un programa de apoyo al fortalecimiento de empresas sociales y solidarias que les permitió adquirir mallas, una motobomba para regar las hortalizas, herramientas, rentar chinampas –tienen cultivos además en los parajes San Sebastián, Potrero y Coapatitla–, pero además accedieron a cursos y a ampliaron su mercado su mercado al invitarlos a ferias con otras cooperativas.

Hereredar lo que se sabe para que no se pierda

La cooperativa tienen la intención de buscar un apoyo más el próximo año a fin de instalar un centro de lavado dentro del paraje y acondicionar un invernadero a fin de producir jitomate todo el año y agregar otros cultivos como el pimiento morrón.

Ahora busca el apoyo del Programa Jóvenes Construyendo el Futuro, no sólo para contar con más manos que ayuden en las tareas cotidianas de la chinampa, donde la cooperativa tiene de fijo contratadas a cinco o seis personas, sino para legar su conocimiento en la técnica de cultivo prehispánico que heredó de sus antecesores desde su niñez.

Me hice productor desde muy pequeño porque no había más que el campo o un oficio, porque no alcanzaba para la escuela y con mucho orgullo lo digo: soy campesino, afirma Pedro mientras camina entre un sembradío de cempasúchil, no del ornamental que se cultiva en maceta, sino para corte, del que se lleva en ramo a los panteones en Día de Muertos, para deshojar la flor ya queda poca y llevarla a vender al mercado local, de la que quede se obtendrá la semilla para el próximo año, que se ha preservado también por generaciones.

Lo importante es que esto no se pierda, agrega Paula, a quien le entristece que allí mismo, en San Gregorio, haya niños que no saben qué es una chinampa, lo que reafirma aún más su orgullo chicuarote: Porque hemos sido muy tercos y aferrados a seguir conservando la agricultura de nuestros antepasados.