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El arte de lo imposible
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e insiste en que la política es el arte de lo posible, como si lo posible fuese una frontera inamovible que restringe aquello a lo que debe limitarse el debate público. Es una frase horrenda, que invita a eliminar del horizonte toda utopía, ahora que tanto necesita el mundo imaginar nuevos escenarios, por lejanos que se antojen. Si no es posible, mejor olvidarlo. Pero es que, además de horrible, es una frase engañosa que miente sobre lo que realmente es la política. Lo imposible puede devenir posible en un abrir y cerrar de ojos, y la política, en todo caso, debiera ser el arte de provocar y aprovechar estos súbitos cambios de rasante, de hacer posible lo imposible.

El escenario poselectoral español está dando muestras evidentes de ello. Durante 40 años, en la versión corta, y durante toda su historia, en la larga, ha sido imposible hablar en las instituciones de Estado en idioma alguno que no fuera el castellano. Parecía una frontera anclada en el núcleo terrestre mismo. Hasta que Pedro Sánchez ha necesitado los votos de vascos, catalanes y gallegos. Este pasado martes, la parlamentaria vasca de EH Bildu Mertxe Aizpurua se convirtió en la primera electa en hablar desde el estrado del Congreso de los Diputados en un idioma, el suyo, que no es el español, sino el euskara, la lengua vasca. Le siguieron catalanes y gallegos, sin que se cayese el cielo ni llovieran ranas. El inútil gesto de los neofranquistas de Vox, saliendo del hemiciclo y depositando los auriculares que les hubieran permitido seguir y entender los discursos de sus pares, apenas fue la pataleta impotente de un niño obligado a compartir un juguete.

La amnistía para los represaliados catalanes puede parecer harina de otro costal. Cuando el independentismo catalán lo puso encima de la mesa, apenas pareció un brindis al sol. No sabemos si llegará, pero desde el entorno del PSOE, y más aún desde sus socios de Sumar, no han dejado de lanzar globos sonda para tantear el terreno. Oriol Junqueras, líder de uno de los dos principales partidos independentistas (ERC), dio el miércoles por acordada esta amnistía. Carles Puigdemont, ex presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña y líder del otro gran partido (Junts), ha suavizado de forma notable su tono a la hora de hablar de Pedro Sánchez y sus socios.

El martes llegó a agradecer al ministro de Exteriores en funciones, José Manuel Albares, sus esfuerzos para que el catalán fuera reconocido como lengua de uso también en las instituciones europeas, algo que de momento tendrá que esperar. Pero cabe tomar nota. Los motores europeos, Alemania y Francia, país que sigue negándose a ratificar la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias y que no otorga protección alguna –más bien, todo son trabas– a las lenguas de su territorio que no sean el francés –vasco, catalán, bretón, corso, entre otros–, no vetaron la propuesta española de incluir lenguas cooficiales en las instituciones europeas.

La señal de respaldo a Sánchez resulta evidente. El eje Berlín-París teme la expansión, interna y externa, de la extrema derecha, cuyo avance desde el norte y desde el este del continente resulta evidente: gobierna o participa en la gobernabilidad de países como Suecia, Finlandia, Polonia, Hungría e Italia. El freno que las elecciones españolas de julio supusieron a este avance, cuando ya se daba por cantada la victoria de PP y Vox, supuso un alivio en la sala de máquinas europea, que facilitará en lo que pueda la investidura de Sánchez. Más viendo la desorientación del líder conservador, que parece querer ser presidente y oposición al mismo tiempo: el martes que viene defenderá su candidatura en el debate de investidura, pero mañana se manifestará contra una amnistía que sólo será posible si pierde.

Por contra, el PSOE está llevando las negociaciones con discreción, algo que a menudo no es fácil, pero resulta evidente que las conversaciones existen y, por lo visto, avanzan. Todavía es pronto para saber si llegarán a buen puerto, pero la dirección parece adecuada. Puede haber amnistía.

¿Será suficiente para investir a Sánchez? La lógica dice que debiera serlo, pero nunca se sabe. El orden de los factores es importante. Puigdemont quiere cobrar por adelantando y que la amnistía se apruebe antes de la investidura, pero no está claro que vaya a ser así. Por otro lado, no falta quien señala, desde el independentismo catalán, que medidas como la amnistía o el reconocimiento de las lenguas despistan al movimiento del objetivo de la independencia, que debiera estar –defienden– en el centro de la mesa de negociaciones de la investidura. La eterna competencia entre los dos principales partidos catalanes ha nublado en más de una ocasión el juicio de sus dirigentes, pero pensar que Sánchez va a dar pasos a favor de la autodeterminación catalana por una investidura resulta un tanto ingenuo, en el mejor de los casos.

La política también es el arte de saber qué imposible es el que puede devenir realidad en cada momento, sabiendo que ensanchar el campo de lo posible acostumbra a ser, en sí misma, una buena noticia.