Opinión
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Telmex y el fracaso del neoporfirismo
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ecuerdo todavía de manera nítida cuando Teléfonos de México, una empresa gubernamental que no sólo funcionaba bien, sino que incluso lo hacía con utilidades, fue convertida en una empresa privada y comenzó una aguzada decadencia.

Eran los primeros años de vida de esa época llamada ahora neoliberal, que en realidad resultaba ser abiertamente contraria a la Revolución Mexicana que, chueco o derecho, le había legado a nuestro país una etapa de amplio desarrollo que había derivado en una sociedad menos contrastada y en vías de equilibrarse internamente.

No diré que el PRI le haya dado vida al paraíso terrenal: como partido omnipotente que era se colarían en él personajes de todo tipo, algunos de primera calidad y extraordinario valor, pero también una cauda corrupta de pillastres capaces de vender el alma al diablo para embolsarse buenos pesos. Éstos fueron los que acabaron apoderándose de las riendas y el deterioro fue creciendo.

Le tocaría a Carlos Salinas de Gortari, quien abrió de par en par las puertas para ingresar a lo que también podríamos denominar, por usar términos muy mexicanos, el neoporfirismo.

Lo digo sin ánimo de ofender a don Porfirio, pues si de él emanó la Revolución de 1910/14, que llevó al país por una amplia vía de progreso, el entusiasmo neoliberal se iría consolidando a partir de los años noventa y, finalmente, con el trío dinámico del que no se sabe cuál resultó peor.

Quedó claro que había que tomar en cuenta cuándo las empresas deben considerarse como negocios dedicados a rendir el máximo posible de utilidades o servicios públicos cuya tarea es precisamente la de cumplir con sus obligaciones. El agua, la electricidad, las carreteras, los energéticos fundamentales y, claro está, los teléfonos, entre otros, son principalmente servicios para toda la población y no cabe, en lo que a ellos se refiere, el deseo de acumular riqueza.

Fue, por ejemplo, una verdadera bendición que el gobierno haya mandado a freír espárragos a ciertas empresas españolas que lograron apoderarse de la electricidad en su propio país y que con los incrementos que han hecho para mantener las utilidades a como diera lugar han creado una verdadera crisis en las clases medias de esa tierra peninsular…

El desastre que resulta de los ahorros de personal de Telmex, por caso, da lugar a que la atención al público sea un verdadero desastre. Quienes tengan edad y buena memoria recordarán que, antes de convertirse en una honorable empresa privada, cualquier descompostura de las pocas que había era atendida máximo en tres o cuatro días… Ahora, que son más frecuentes, tardan siempre ¡varias semanas! en resolverse…

La clave es la que se ha enunciado, en vez de ser una empresa dedicada al lucro debería de concentrarse en el servicio al público.

La economía mixta, esgrimida antaño con éxito y asesinada por cinco verdaderos jinetes del apocalipsis, tenía sus ventajas, máxime en un país con tantos contrastes y contradicciones ancestrales como el nuestro. El resultado fue que el desequilibrio social aumentó sobremanera y, claro, en un momento dado dejó con un palmo de narices a toda la pelotera reaccionaria que se apoderó de la hacienda pública por el hecho, que todavía muchos no entienden, de que se volteara de súbito el chirrión por el palito.