Editorial
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España: fascismo normalizado
F

alange Española usará su derecho a emitir un video de promoción electoral en la televisión pública nacional para difundir un anuncio en el que se escucha de fondo Cara al sol, uno de los himnos del régimen franquista, que se utiliza hasta la fecha para rememorarlo. La Radio Televisión Pública Española (RTVE) se resistió a transmitir el spot que hace una clara apología de la sanguinaria dictadura de Francisco Franco (1939-1976), pero la Junta Electoral Central (JEC) informó que no tenía competencias para evitar su emisión y explicó que la pieza musical no está prohibida por ningún tribunal.

Falange es un grupo muy residual de la ultraderecha hispánica, que en las últimas elecciones generales obtuvo apenas un millar de votos. Sin embargo, la inminente salida al aire de una pauta publicitaria en la que se despliega la simbología de quienes arrastraron al país a la fatídica guerra civil de 1936-1939 y perpetraron una atroz persecución de toda disidencia es un suceso inaudito en un Estado que se precia de gozar de una robusta democracia liberal. Si el hecho es absolutamente deplorable en sí mismo, resulta todavía más inquietante por inscribirse en una trayectoria de normalización del fascismo en la vida política española.

El sostenido crecimiento de la formación filofascista Vox y el uso por parte de sus líderes de alusiones y proclamas que hace no mucho habrían sido consideradas inadmisibles por la ciudadanía y la clase política son la punta de este fenómeno. En las campañas electorales, los debates parlamentarios y la comunicación partidista se han vuelto rutinarios discursos xenofóbicos, racistas, misóginos, islamófobos y, cosa que es común a todo el espectro político hispano, que glorifican el genocidio de los pueblos amerindios como una gesta civilizadora. En este ascenso del conservadurismo, el presunto representante del centro y de la moderación, el Partido Popular (PP), no ha dudado en aliarse a Vox para alcanzar posiciones de poder, en ocasiones pasando por encima de la voluntad ciudadana que había dado una mayoría a la centroizquierda tradicional del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Además del avance de la ultraderecha en las preferencias electorales y de la disposición del PP a acogerla, sea por afinidad ideológica o por mero oportunismo, hay otras muestras de la naturalidad que va cobrando el fascismo en la sociedad ibérica. Una expresión tan recurrente como inquietante es el empleo de banderas con el escudo franquista en los actos de protesta contra el nacionalismo catalán. Esta práctica execrable desnuda el doble rasero de la institucionalidad y la justicia españolas, que persiguen con vehemencia cualquier crítica a la Corona, así como todo mensaje que pueda interpretarse como favorable al extinto grupo armado ETA (Euskadi Ta Askatasuna, País Vasco y Libertad en euskera), pero miran hacia otro lado cuando se reivindica al fascismo.

Ante la inminencia de las elecciones generales del domingo 23, sólo cabe desear que tan flagrante incitación al odio sacuda la conciencia de la sociedad española e impulse una vigorosa reflexión en torno a los horrores que se invocan al abrir la puerta a los apologistas de la muerte.