Opinión
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Aprender a morir

Ambientalismo chafa

E

l pensamiento mágico supone que al pronunciar una palabra o frase, ésta se vuelve realidad. En muchos sentidos somos un país mágico, con hartos rasgos prodigiosos, aunque enajenados por una imbecilidad extendida, desde delincuentes verdaderos hasta ambientalistas falsos.

Marina, una lectora, escribe irritada: “Vengo echando humo, muuy encabronada, en esta joya de lugar que es San Miguel de Allende. Es el colmo pasarla mal en un pueblito mágico de veras. Pero como en todo cuento de hadas, siempre aparece el monstruo, la bruja o algo que te amargue la existencia, en este caso los cohetes. No hay día ni hora de la semana en que te salves, que si la boda, que si el desfile de los locos, que si la peregrinación de los mil borregos, que El Santo o El Cavernario. Por favor, ¡ya paren! He visto perros corriendo despavoridos o brincando bardas de sus propias casas para huir de ese infierno cohetero que ellos no entienden; unos hasta son vendados de las orejas con un paliacate para no enloquecer.

“¡Es contaminación pura en todos sentidos; eso sí agrede el medio ambiente, los derechos humanos y de los animales! ¿Qué hace un pendejo en domingo a las 5 o 6 de la mañana tronando unos santos palomones y además en intervalos de 20 minutos, como para que después del sustazo vuelvas a conciliar el sueño y ¡boom!, otro cohetazo? ¡Qué manera bestial de festejar lo que sea, jodiendo el sueño y la tranquilidad de los demás!

“Estas asociaciones de moda tan protectoras del mundo y de cuanto se les ocurre sin conocimiento de causa pero con jueces justicieros, se desentienden de esta gravísima contaminación auditiva. Pienso en un anciano, un enfermo, una persona con trastornos de sueño, con ansiedad… ¿Por qué se permite este tipo de agresión? ¿Sólo porque es invocadora tradición o religiosa festividad? No olvidemos que esta tradición ha ocasionado muertes y niños quemados.

“Hay que evolucionar y respetar, aprender a festejar sin joder al de al lado. En San Miguel, como en el resto del país, son taaan estrictos con los decibeles en las terrazas, taaan severos con las áreas para fumadores… Ah pero eso sí, tráguense un kilo de pólvora y duerman con tinnitus (sonido de timbre en uno o ambos oídos) si los agarra una festividad en la calle. Que viva México, pero también el silencio. ¡Tengámonos piedad y legislemos con el cerebro, no por intereses, carajo!”