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Edomex, el cambio
L

os electores mexiquenses decidieron el nuevo rumbo de su historia. Empezaron por darle un vuelco a su pasado. Adelante les espera una dura y permanente batalla por crecer. No será un camino tranquilo y tampoco de fácil comprensión. Fueron los barrios poblados por una mayoría de marginados los que se rebelaron en números mayores y fincaron el triunfo moreno. En ese poniente se hallarán, si se sabe encontrarlos, los apoyos que requiere un gobierno en ciernes para asentar la nueva visión propuesta. Una oferta que intuyen como suya y desean usarla en su provecho. El centro poniente, en cambio, prefirió la continuidad. En esas zonas, pobladas por una ciudadanía activa que salió a votar como de costumbre. Decidieron alejarse, de manera contundente, de las preferencias que dominan en el resto del país. Fieles a sus sentires de clase media, rechazaron la oportunidad de unirse con aquellos del oriente, pues no los sienten suyos. Los temores, incrustados en buena parte de sus vecinos capitalinos, se tradujeron, con sus votos, en esperadas posiciones conservadoras. No aceptaron ir más adelante y se aferraron a lo que ya habían conseguido de su individual bienestar.

Con esta disparidad ciudadana empezará el ensayo de otro modo de concebir la política, y el desarrollo, para el futuro. El Edomex, en la superficie y más en el fondo, es una entidad dispar, de profundos desbalances. Ahí convive una sociedad que transita con tiempos, bases y modos distintos. Fiel reflejo de sus desigualdades que, ahora, se hacen evidentes por cierto. No lograron, como sociedad, a través de innumerables días, exigir, y lograr, la atención debida de sus gobernantes. Sus necesidades fueron, por casi un siglo, simplemente pospuestas. Se requirió un proyectos de transformación nacional, para enderezar, en algo, una ruta injusta. Ahora los de abajo, y por vez primera en casi un siglo, consiguieron mejorar su postración secular. Ahí se condensó una mejoría para aquellos que no lograban, con sus ingresos, salir de la pobreza (Inegi). Todavía conviven en un estado con notorias carencias en su infraestructura. Es por eso que ocupan triste lugar en la base de una pirámide de faltantes en infraestructura. Lugar por demás injusto dada la capacidad de su fábrica estatal, aunque emparejado con su débil ciudadanía.

La narrativa que se puede ensayar ahora puede dar una vuelta y alinearse con lo que sucede con sus vecinos capitalinos. Como parte sustantiva de la gran conurbación nacional, los mexiquenses pueden, y hasta deben, integrarse en el movimiento que forja el nuevo país. En corto tiempo tendrán la oportunidad de certificar lo iniciado: su deseo de cambio. Se han distanciado de toda una estructura, muy enraizada y diversa, de gobierno. El grupo de mandones, enclavado por décadas en ese estado, nunca los atendió de verdad. Siempre pospuso otorgar lo que la mayoría requería. Se dedicó a ver por él mismo. Formó una élite inclinada sobre sus ambiciones de riqueza, el poder sólo para ellos que, en mucho, llegó, inclusive, a despreciar a los más. Quizá fue porque, estos ignorados, tampoco supieron exigir. Lo cierto es que, con este voto de nueva tesitura, podrán ensamblar un destino diferente, más justo, con oportunidades asequibles y compartido. Unir esfuerzos y pelear por ser escuchados y atendidos como prioridad ineludible. No aceptar menos que lo merecido y deseado.

La coalición opositora, sin embargo, retiene considerable fuerza estatal. No se puede negar que está bien atrincherada en ese poniente aventajado. El entramado que se fue eslabonando por años ahí está, en esa dorada zona que habita. Sus interrelaciones con la élite que va de salida es sólida. Los negocios, como forma primordial de las decisiones de gobierno tiene un entramado de redes vigentes. No será un paseo para los nuevos empoderados, aun si, para introducirse en el mando, también se apersonan como un grupo de poder. Su basamento texcocano, por sí mismo, no les garantiza la sustitución de las innumerables vertientes y redes de poder reales. Habrá que optar por decisiones difíciles, pero indispensables. La sustitución deberá practicarse con arrestos honestos y constructores, no con ansias burocráticas de dominio.

La tarea, en un estado de ese tamaño, que podría contar con himno nacional y ejército propios, debido a su tamaño y potencialidad, rivaliza con los encargos que ocupan y preocupan a muchas naciones. El examen pormenorizado de las capacidades que acarrean los vencedores se impone, sin duda alguna, a consciente detalle. Apreciar la magnitud de sus fuerzas, de sus adherentes y las que aportarán los militantes de nuevo ingreso, se atoja indetenible quehacer político para los texcocanos. Cuentan con suficiente experiencia de gobierno, no son improvisados y tienen valores que los posibilitan para emplear en sus tareas mejores formas y sustancias en el gobierno que les espera.