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Exhiben el arte estrafalario de la escuela ferraresa

La primera de cuatro exposiciones al norte de Italia revisa la obra de Ercole de’ Roberti y Lorenzo Costa

Foto
Volto di Maria Maddalena piangente (c. 1482-1485), de Ercole de’ Roberti, obra incluida en la exposición El Renacimiento en Ferrara 1471-1598: De Borso hasta Alfonso II de Este, en el Palacio de los diamantes, en Ferrara.Foto Bologna, Pinacoteca Nazionale, con permiso del Ministero
della Cultura. Luca Gavagna–Le Immagini
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de junio de 2023, p. 3

Ferrara. La potencia creativa del Renacimiento italiano no se limitó a Florencia y Venecia. Distintas cortes se distinguieron por la finura de su arte, aunque el gran público lo conozca poco, lo cual pretende remediar la exposición El Renacimiento en Ferrara 1471-1598: De Borso hasta Alfonso II de Este.

El proyecto consiste en cuatro exposiciones que se llevarán a cabo hasta 2026 y que repasan como nunca siglo y medio de la producción artística de esta zona en el norte de Italia, coincidentes con la vida del ducado en el periodo señalado, desde su nacimiento hasta la anexión al Estado Pontificio. La sede es el flamante Palacio de los diamantes, reabierto después de un largo periodo de restauración.

La primera de éstas, en curso hasta el 19 de junio, revisa a Ercole de’ Roberti (ca. 1450-1496) y Lorenzo Costa (1460-1535). La curaduría es de Michele Danieli y Vittorio Sgarbi, quien funge además como prestador (colección Cavallini Sgarbi).

Si el dibujo era la base de la pintura florentina y el color de la veneciana, el arte de Ferrara se distinguió por una fantasía estrafalaria y por la gestualidad de sus angulosos personajes; un auténtico muestrario de aspavientos humanos.

Con excepción de la muestra dedicada a Cosme Turà y a Francesco del Cossa en 2007 –considerados, junto con Ercole, los tres máximos pintores renacentistas de Ferrara–, pasaron 90 años sin que se les dedicara una muestra.

Hasta ahora, este es el mayor acopio que se ha realizado de ambos artistas: 20 cuadros de Ercole y 40 de Costa, más 40 obras de los artistas locales inéditos para la mayoría del público. Tras las supresiones napoleónicas, el patrimonio de Ferrara se dispersó (salvo dos obras de Ercole que permanecieron en el municipio de la región de Emilia-Romaña), por lo que la pintura de ambos proviene de muy diversos museos.

Revaloración crítica

A pesar de la calidad de sus pintores, la escuela ferraresa fue evaluada como un arte provinciano, hasta que la magna exposición de 1933 demostró lo contrario. La variación crítica la aportó ese mismo año Roberto Longhi, con el fundamental ensayo Officina Ferrarese, al reivindicarlo como un arte universal.

La muestra actual pone al día los estudios de Longhi, al exponer la centralidad que tuvo Bolonia en la carrera de los pintores de Ferrara, que se interrumpió cuando llegó a la ciudad la obra de la Santa Cecilia, de Rafael, en 1515 que, según apunta Sgarbi, cambió la fisonomía de la pintura no sólo boloñesa, sino de la región de Emilia Romagna en general.

Por ejemplo, la Lamentación sobre Cristo muerto (c. 1463), del escultor Niccolò del Arca, en la iglesia de Santa Maria della Vita en Bolonia, fue un referente cultural para los ferrareses. Niccolò muestra en sus estatuas de barro los gritos desesperados de los allegados de Cristo deshechos por su muerte.

En el único fragmento sobreviviente de los murales al fresco de la capilla Garganelli de la catedral de San Pietro en Bolonia, pintada por Ercole (c. 1482-85), la Magdalena grita también desesperadamente, mientras las lágrimas le escurren de su cara como perlas.

El desarrollo de un lenguaje moderno en Ferrara nace con la toma de poder de Borso d’Este en 1450, cuando compra –a un precio caro– el título de duque de Modena y Reggio al emperador Federico III de Habsburgo y, en 1471, al papa Paulo II aquel de Ferrara. La ciudad se convierte en un epicentro artístico.

Hasta entonces era un arte anclado al gótico tardío y el marqués Lionello, predecesor de Borso, coleccionaba obra de los mejores artistas de ese tiempo, como Mantegna, Piero della Francesca y Rogier van der Weyden, lo que contribuyó a la renovación del arte local. Sin embargo, los artista se movían también. En Padua, por ejemplo, los ferrareses conocieron la obra de Donatello y en Venecia –como anota Danieli en el catálogo– iban frecuentemente para comprar colores y pigmentos para trabajar, conociendo así la obra de Giovanni Bellini y Antonello da Messina. Todo esto contribuyó a ennoblecer su arte.

Ercole de’ Roberti

Se cree que Ercole comenzó su carrera alrededor de los 20 años, pintando el mes de Septiembre en la decoración colectiva del Salón de los Meses del Palacio Schifanoia (1469-70). Una jocosa puntada de este fresco es la escena de dos amantes parados al lado de una cama, donde los pliegues duros de las sabanas acompañan la rígida armadura del soldado y el vestido blanco de la dama.

Este lugar, que es hoy un museo, representa un emblema de la escuela de Ferrara, donde los meses del año tratan temas fantasiosos de tipo astrológico y de caballería que inspiraron las páginas del Orlando Furioso (1516), de Ludovico Ariosto, quien vivía a medio kilómetro de ahí.

El ya famoso pintor Cossa, que realizó en ese palacio los meses de Marzo, Abril y Mayo, ofendido por el pago mezquino que recibió del duque Borso, se fue a Bolonia probablemente invitando al joven y talentoso Ercole para realizar juntos el Políptico Griffoni (ca. 1470-1473) en la capilla homónima de la Basilica di San Petronio.

Políptico Griffoni

Este retablo, considerado una de las mayores obras del Renacimiento italiano por su finura técnica y originalidad, es también un excepcional ejemplo de asociación artística donde Cossa dejó a Ercole trabajar con libertad, y éste le dio rienda suelta a su imaginación. Compuesto por 16 pinturas reconstruidas por Longhi, de las que se perdieron cinco, fue desmembrado en 1725 cuando la capilla fue renovada y se dispersaron en diversos museos del mundo. Esta obra fue reunida por primera vez en una maravillosa exposición en Bolonia (2020-2021).

La predela (la franja baja del retablo) fue pintada por Ercole junto con otras piezas. Representa los Milagros de San Vicente Ferrer (c. 1470-1473) conservada en los Museos Vaticanos. Es una obra maestra formada por pequeñas escenas ininterrumpidas de la vida del santo. El ojo de una curiosidad hambrienta de visitante escruta la excéntrica arquitectura, los vestuarios fabulosos, el paisaje y las caras más extrañas y expresivas que se hayan visto en el Renacimiento.

Esta obra dará a Ercole una fama que le asegurará nuevas comisiones en Ferrara y más allá. Fue el momento de su madurez artística, con obras memorables como el llamado Retablo Portuense (1481), conservada en la pinacoteca de Brera en Milán. Es su única obra de la que se conozca con certeza la fecha de realización, pintada como exvoto para una iglesia en Ravenna en agradecimiento por la salvación de un naufragio. En la parte baja se evoca ese momento con un paisaje marino, el cual se considera uno de los más bellos de ese siglo.

Otras obras maestras enriquecerán su repertorio, que incluye retratos como el Díptico de los cónyuges Bentivoglio (1473-1474), señores de Bolonia, de la Galería Nacional de Arte de Washington, inspirado en aquel de Federico de Montefeltro y Battista Sforza de Piero della Francesca (las retratadas en tales dípticos eran hermanastras).

Ercole termina empleado en Ferrara como artista de la corte en 1487 hasta su muerte, con un salario fijo mensual. Aunque los documentos hablan de una actividad frenética, que incluía ciclos de frescos como decoración y diseño de objetos, desgraciadamente de ese último decenio se perdieron la mayoría de sus obras. Los pocos ejemplos conocidos, como la Recolección del maná y la institución de la Eucarestia de la Galería Nacional de Londres, o las pinturas dedicadas a una serie de mujeres ejemplares de la antigüedad del Fort Worth, Kimbell Art Museum en Texas, denotan su capacidad de renovarse.

Lorenzo Costa, quien venía de una familia de pintores, recogió la herencia de Ercole a partir de la elegancia de su lenguaje, que transformó en un clasicismo terso, influido por la pintura Toscana (Perugino) y que se actualizó siguiendo las nuevas tendencias del arte.