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Los de abajo

Asesinato de madres buscadoras, la otra violencia

V

erlas marchar cada 10 de mayo con las imágenes de sus hijos e hijas desaparecidas pegadas al pecho en pancartas y camisetas es el reflejo de un México adolorido por sus más de 100 mil personas no localizadas en todo el territorio. Ellas nada tienen que festejar en el emblemático Día de las Madres. Todo lo contrario, con antelación se preparan para asistir a la manifestación que las une y que, al menos por un rato, las hace sentirse menos solas. Este año llegaron desde Chihuahua, Jalisco, Coahuila, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, estado de México y de diferentes puntos de esta ciudad, además de las madres centroamericanas que buscan a sus hijos perdidos en territorio mexicano en su camino hacia la frontera norte, a donde nunca llegaron.

Exigimos nuestros derechos. Nuestros hijos tienen una familia que les espera, unos hijos que añoran su regreso, una madre que los busca contra viento y marea. Queremos un cambio, no queremos un año más aquí sin ellos, dice María Herrera, en representación de las cientos de madres que se reúnen en el Ángel de la Independencia, en el centro de la Ciudad de México.

Son las madres buscadoras y su movilización se conoce como la Marcha Nacional de la Dignidad. Su reclamo es un grito colectivo por la aparición con vida de sus hijos. Las acompaña, como cada año, el obispo Raúl Vera, tan vinculado a ellas como a otras causas. Todas denuncian la inacción de las autoridades y reclaman la búsqueda con vida y no sólo en fosas.

En esta marcha permea la nueva modalidad de la violencia en México: asesinar a quienes buscan una pista que los lleve a sus hijos e hijas desaparecidas. El nombre de Teresa Magueyal, madre buscadora asesinada recientemente en San Miguel Octopan, Guanajuato, es sólo un ejemplo de la violencia que se suma a la violencia. Magueyal buscaba a su hijo José Luis Apaseo, desaparecido desde el 6 de abril de 2020, y ahora ella misma se suma al listado fúnebre.

¿Dónde están nuestras compañeras buscadoras asesinadas en este sexenio?, reclama María Herrera, quien desde hace 15 años busca a sus cuatro hijos desaparecidos. Su rostro agrietado por el dolor lo dice todo.