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De recesiones y cambio climático: la undécima
E

stimados estudiantes solicitan se explicite más la llamada urgencia de electrificar el consumo final de energía y limpiar su generación.

De nuevo una vista a los Balances Mundiales de Energía –ya actualizados a 2020 por la Agencia Internacional de Energía– permite observar sustantivas diferencias nacionales en la participación eléctrica y reiterar la urgencia de incrementar aceleradamente esta participación.

Es uno de los mayores retos para limpiar el consumo, siempre que simultáneamente y acaso más aceleradamente se limpie la mezcla de generación, al menos en tanto se resuelvan varios retos tecnológicos y económicos: almacenamiento, uso de hidrógeno, captura y secuestro de carbono, entre otros.

Estas son dos de las condiciones impostergables para atender las graves consecuencias del cambio climático. ¡Reto enorme! Más aún si se parte –como debe hacerse– de la radical asimetría en términos de emisores de gases de efecto invernadero y de afectados por esas emisiones.

Sí, los emisores más intensos –lo hemos tratado aquí mismo, con base en diversas fuentes confiables– son los de mayor ingreso y mayor riqueza en el mundo y los que padecen y experimentan los efectos más nocivos son los de menor ingreso y menor riqueza.

Desigualdad, pobreza, miseria y sus causas son severo punto de partida para enfrentar el reto de limpiar nuestro consumo de energía, continua y crecientemente hasta los diversos usos finales de la energía y hasta la generación de electricidad limpia de por medio, pero –siempre hay un pero– sin la demagogia que hace de la solar fotovoltaica y la eólica, la solución mágica y prácticamente sin costo. Y eso sin ingresar al debate –intenso por lo demás– sobre la mayor o menor disponibilidad de materiales e insumos requeridos para sostener estas fuentes, debate bien documentado por el estimado amigo Alberto Carral (Hacia el 2030: el choque por los recursos, Rebelión 10 marzo 2023, https://rebelion.org).

¡Cuidado! Las soluciones no son tan mágicas ni tan de bajo costo si –como debiéramos hacerlo– consideramos su intermitencia y su volatilidad, e integramos los costos asociados tanto a su huella de carbono, como a su respaldo y a su integración a las redes. Concluyamos recordando qué países resuelven con más electricidad sus requerimientos de energía final. ¡Mencionemos ante todo a la hermosa Islandia! La mitad de sus necesidades de energía las resuelven con electricidad y prácticamente limpia, hidroeléctrica y geotérmica. ¿Otros ejemplos? Noruega y Suecia con la mitad y la tercera parte, respectivamente, de participación eléctrica en la energía final, también muy limpia.

En Noruega, con agua en 95 por ciento, y en Suecia, con 40 por ciento nuclear, 40 por ciento hidro y 20 por ciento geotérmica, solar y biocombustibles. Sorprende Japón, electrificado en un 30 por ciento en su consumo final, pero más sorprende que 80 por ciento de su electricidad es fósil.

Terminemos con algunos países cuya baja participación eléctrica sorprende. Haití con no más de uno por ciento. Etiopía, con sólo 2 por ciento; Nigeria, 3 por ciento; Gabón y Kenya, 4 por ciento cada uno, y África en conjunto, menos de 10 por ciento. Ahí es de admirar la electrificación en Egipto, con poco más de 22 por ciento, y Sudáfrica, con casi 25 por ciento.

Esto nos da idea de la enorme disparidad y del delicado reto que significa limpiar el consumo de energía con más electricidad, pero limpia en el balance de energía final. Un reto que, por lo demás, exige la electrificación del transporte, pero no con el falso paradigma del auto individual eléctrico, sino con el transporte eléctrico masivo de personas y mercancías. Ya veremos algunos datos sorprendentes de ello. De veras