"La Jornada del Campo"
Número 184 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
Miscelánea

Políticas indigenistas en Nueva Zelanda: respuestas desde otra colonización

Maori land march crowd in Parliament Grounds. Vista aérea de la marcha reunida alrededor del Parlamento, en Wellington. Octubre de 1975. The Dominion Post collection, Alexander Turnbull library, Wellington New Zealand.Maori land march crowd in Parliament Grounds. Vista aérea de la marcha reunida alrededor del Parlamento, en Wellington. Octubre de 1975.The Dominion Post collection, Alexander Turnbull library, Wellington New Zealand.
Priscila Pilatowsky Goñi Directora del Instituto Neozelandés de Relaciones Internacionales, Palmerston North, Nueva Zelanda [email protected]

Si pensamos en Nueva Zelanda, evocamos un país de extraordinarios parajes naturales, servicios eficientes y democracia funcional. Recordamos la temible haka de los equipos de hockey y rugby para “saludar” a sus contrincantes. Nueva Zelanda, que no vacila en estereotipar un ritual sagrado maorí llevándolo al escenario internacional, se distingue precisamente por valorar la herencia y garantizar los derechos de esta etnia. Sin embargo, los maoríes siguen padeciendo los efectos de una historia colonial traumática en forma de racismo, violencia y desigualdades. Como latinoamericanos, la experiencia neozelandesa interesa, pues nos permite comparar formas alternativas de asumir un pasado colonial. Si bien los esfuerzos en ese país distan de garantizar el bienestar general, pueden sugerirnos posibles soluciones, actitudes y prácticas para promover el respecto, reconocimiento y derechos de los pueblos indígenas.

La herencia del Tratado de Waitangi

De acuerdo con el censo de 2018 elaborado por Stats NZ (la institución oficial de estudios demográficos, equivalente al INEGI de México), la población de Nueva Zelanda está integrada por un 72.6% de personas de origen europeo, 16.5% maoríes, 12.7% asiática, 8.8% originarios de las islas del Pacífico, y un 1.5% procedentes de Medio Oriente, América latina y África. La historia de la llegada de los maoríes a esta zona de Oceanía puede rastrearse desde el siglo XIII, con las migraciones procedentes de las Islas Polinesias. Hacia el siglo XVII, y ya instalados en “Aotearoa” -que en maorí significa “país de la larga nube blanca”- estos migrantes enfrentaron la colonización europea que inició con la llegada del explorador holandés Abel Tasman, continuó con el inglés James Cook, y se afianzó con la llegada del primer “residente” James Busby.

El evento fundacional de Nueva Zelanda fue la firma del Tratado de Waitangi (1840), cuyo propósito era garantizar la paz entre la Corona británica y los jefes de las tribus maoríes. Sin embargo, un problema de comunicación trajo consecuencias funestas. El texto se redactó en dos versiones: una en inglés y otra en maorí, con grandes diferencias. El texto en inglés estipula que la intención de la Corona era “proteger” los intereses maoríes frente los colonos británicos. Por su parte, el documento maorí emplea la noción de “te kawanatanga katoa”, que supone otorgar a los maoríes un gobierno y control absoluto sobre sus propias tierras. En este sentido, el texto en maorí concedía derechos a estos grupos étnicos, no reconocidos por el texto en inglés. Fue así que muchos colonos ingleses asumieron legal desplazar a los maoríes de sus tierras, o en el mejor de los casos, a compensarlos desfavorablemente a cambio de ellas. Estos abusos iniciaron el periodo sangriento conocido como las “Guerras maoríes” también llamadas “Guerras neozelandesas” entre 1843 y 1872.

Luchas por los derechos en el siglo XX

La exclusión de los maoríes persistió durante el siglo XX. Sin embargo, los maoríes nunca cesaron de reclamar sus derechos. Los movimientos sociales de la década de 1970 lucharon por la cultura y el derecho a la toma de decisiones. Gracias a ellos, en 1975 se aprobó la Ley de Protección de la Lengua Maorí y se fundó el Tribunal de Waitangi. Este Tribunal ha sido instrumental para reparar injusticias históricas. Formado por historiadores, especialistas en derecho y miembros de comunidades indígenas, este Tribunal atiende reclamos sobre tierras en disputa y emprende investigaciones minuciosas para identificar a los propietarios legítimos. En 1995, el gobierno neozelandés se comprometió a crear instituciones, como el Ministerio de Asuntos Maorí y una Oficina de Derechos de los pueblos indígenas.

Más allá de las victorias legislativas, la inclusión de la cultura maorí está presente en múltiples gestos de la sociedad. Por mencionar ejemplos, el nombre oficial de las instituciones gubernamentales se escribe tanto en inglés como en maorí. Es una convención que la mayoría de eventos públicos comiencen con un ritual de bienvenida llamado powhiri, en que los visitantes son recibidos con una haka y luego dirigidos al marae (sitio sagrado). Un uso común en el mundo laboral es que todas las comunicaciones, desde correos electrónicos hasta el saludo a los colegas de oficina incluyan frases como el saludo “Kia ora” y la despedida “Nga Mihi”.

Respecto a educación primaria, el año pasado (2022) entró en vigor un nuevo currículum que incluye contenidos elaborados por maorís, desde historia hasta relatos de la vida cotidiana. Las principales agencias de sostén a la investigación científica (equivalentes al Conacyt de México), como el fondo Marsden y la Real Sociedad, exigen a los solicitantes citar en sus proyectos los aportes del conocimiento indígena en su respectiva disciplina (Matauranga Maori).

¿Un ejemplo útil para México?

Si bien estos gestos reconocen la cultura maorí, muchos lamentan que son cosméticos e insuficientes para garantizar la igualdad y autodeterminación. De acuerdo con datos del Departamento de Correcciones, los maoríes son encarcelados en un 50% por encima de personas de otro origen étnico. Los maoríes son discriminados en varios servicios, como salud y educación. Más allá, el racismo institucional persiste en la escuela, el trabajo, y las redes sociales.

Reconstrucción de la firma del Tratado de Waitangi, el 6 de febrero de 140, por Marcus King. Archivos Nacionales de Nueva ZelandaReconstrucción de la firma del Tratado de Waitangi, el 6 de febrero de 140, por Marcus King.Archivos Nacionales de Nueva Zelanda

Queda por reflexionar si estos avances y rezagos de la experiencia poscolonial neozelandesa desprenden lecciones para impulsar la inclusión de los pueblos indígenas de México. En Nueva Zelanda se asume a los maoríes como una cultura homogénea, comparada con el mosaico cultural de los grupos indígenas de México. Dicho esto, ¿sería pertinente, por ejemplo, instituir rituales de bienvenida de origen maya, náhuatl, tojolabal (o de otra cultura) en todos los eventos oficiales de nuestro país?, ¿Sería útil fundar un símil del Tribunal de Waitangi para devolver tierras a los pueblos indígenas?, ¿qué conflictos surgirían?, ¿modificaríamos el currículum escolar para afianzar la presencia indígena en la educación?

Observar otras experiencias coloniales siempre será, sin duda, una manera distinta de mirarnos a nosotros mismos. •