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Al traducir a Wallace Stevens, Hernán Bravo Varela halló enigmas como joyas fabulosas
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▲ El poeta mexicano presentó su traducción de la antología La pequeña ignorancia, del autor estadunidense.Foto Arturo Campos Cedillo
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Periódico La Jornada
Martes 6 de diciembre de 2022, p. 9

Guadalajara, Jal., En la obra de Wallace Stevens hay muchas lecciones y enigmas fabulosos como joyas a descubrir, dijo Hernán Bravo Varela, quien tradujo la antología La pequeña ignorancia (Dharma Books) del reconocido poeta estadunidense fallecido en 1955.

En entrevista con La Jornada, el poeta mexicano mencionó que con el título que presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara espera lograr que el autor hable a los lectores mexicanos y latinoamericanos que viven la transición de 2022 a 2023 en un momento de pospandemia.

Bravo Varela se dijo esperanzado en que el lector encuentre en esta antología un bufet de la extraordinaria poesía de Stevens, desde tonos más socarrones, algunos extáticos, a otros que realmente no pensábamos ver en él: políticos, sociales y directamente elegíacos. Quise armar una serie de capas de esta poesía.

Recordó que el ganador del Premio Pulitzer en 1955 “tiene mucho que decir al presente, aunque no lo parezca, como T.S. Eliot y La tierra baldía(…), aunque hay otros modos de mirar un mundo que está constantemente amenazado por la humanidad, que no ha dejado de estarlo desde los albores del tiempo.

La manera de ver y de oír de Stevens es de un mundo potencialmente infinito, riguroso en sus lujos, en su forma y su apetito de cantar. Él apuntó hacia ese lado. Prefirió celebrar problemáticamente el mundo, antes que la sequedad, la llaga o la herida abierta en Pound y en Elliot.

Hernán Bravo (CDMX, 1979) agregó: “Desde su mirada hechizante, casi de gran mago de las palabras y de los conjuros para nombrar la realidad, Stevens fundó una escuela. Estoy casi robándome el término de la mítica antología de Harold Bloom, La escuela de Wallace Stevens.

Opinó que si hasta para un genial energúmeno de la crítica como Bloom, la poesía de Wallace Stevens era un banquete sin fin, una fiesta interminable, algo muy hermoso y fundamentalmente transformador está esperándonos en la lectura de Stevens.

El poeta pone un gran angular y permitía ver todo con una perspectiva rica, envolvente. Jamás dejaría de tildarla de barroca, porque me parece que se comunica muy bien con una poesía como la de José Lezama Lima, aunque Stevens no sabía mucho español y condenaba un poco esa situación.

En torno al trabajo de traducción de la antología, el también ensayista refirió que “son infinitas las tentaciones de visitar las versiones más emblemáticas del trabajo que uno está haciendo, pero, al mismo tiempo, siempre hay zonas o espacios de oportunidad donde alguna resolución no da con las letras con las que leemos esos originales.

“La traducción me permitió intentar subsanar esas zonas de oportunidad para el traductor, como si fuera un iluminador del escenario de su trabajo y de áreas que antes se dejó al margen, en las que no se puso énfasis suficiente. Lo que seguramente pasa también con la mía.

Esa riquísima polisemia y esa inmensa diversidad de posibilidades y de sentido no pueden ser agotados en la traducción. El traductor sólo puede optar por allanar uno de esos caminos y, probablemente, sugerir o hacer un guiño a otros.

Hizo hincapié en que lo que sí hace el traductor, a diferencia del autor, es permitir la supervivencia y la vigencia de los originales, que por más lejanos que estén de nosotros, hablen como nosotros en un corte de nuestra época.