Maíz raza Jala y agroecologías a las faldas del Volcán Ceboruco
Dagoberto de Dios Hernández. Profesor-investigador del Cuerpo Académico Actores Sociales y Desarrollo Comunitario de la Universidad Autónoma de Nayarit. dagobertodedios@uan.edu.mx
Al sur del estado de Nayarit, en el municipio de Jala, al pie del volcán Ceboruco, entre sus arenas volcánicas que aún se resguardan de la última erupción que se tiene noticia allá por el año de 1872, y bajo el cuidado de laboriosas manos de campesinos y campesinas, se encuentra una de las 59 razas de maíces nativos originarios de México: es el llamado “maíz de húmedo” como le nombran las y los lugareños, o “raza Jala” como se le conoce en y desde las formalidades de la ciencia. Es prácticamente una raza endémica, pues aun cuando se han llevado semillas a otras regiones agrícolas de México y el mundo, no se ha conseguido adaptar con las mismas características que presenta a las faldas del Ceboruco; entre ellas los 48.5 centímetros (medida del elote ganador en la edición 2017 del “Concurso del elote más grande del mundo”, presentado por don José Carmen y que continúa manteniendo el récord como el más grande registrado en las últimas décadas.) que alcanzan sus elotes y mazorcas considerados como “los más grandes del mundo”.
Al igual que con el término “raza Jala” en vez de “maíz de húmedo”, sucedió algo similar con la noción de “agroecología”, pues a su modo ambos se popularizaron al adoptarse en/desde la “oficialidad de las ciencias”. En el caso de la agroecología, para referirse a un conjunto de prácticas, formas y modos de vida y de hacer agricultura que históricamente venían realizando poblaciones campesinas e indígenas, quienes, a pesar de reproducirlas, no las llamaban de ese modo. Así, desde la agroecología, como paradigma y enfoque transdisciplinar, además de como movimiento y práctica campesina, se ha pretendido transcender más allá de la dimensión técnico agronómica, cuestionando las formas de intervención, explotación y relaciones hegemónicas en torno a lo sociocultural, medioambiental y alimenticio.
A través del maíz de húmedo (raza Jala) y la agroecología política, acá, en los terruños al pie del Volcán Ceboruco, ha sido posible que diferentes actoras y actores comiencen a re-conocerse, a dialogar, a re-encontrarse, a deconstruirse y avanzar en la repolitización de los sistemas agroalimentarios. La diversidad y heterogeneidad actoral se ha integrado y articulado por parte de familias locales, entidades gubernamentales, instituciones universitarias y centros de investigación. Sin embargo, lo más importante han sido los re-encuentros y diálogos intercomunitarios de género y generación, propiciados sobre todo a través de talleres participativos en la localidad, de intercambios campesinos en las parcelas y de re-construcción identitaria a través de talleres comunitarios de cine y murales, de los festivales del maíz de húmedo, los concursos de cortometraje y dibujo, así como los de la mazorca y de cocina tradicional asociada a la milpa, entre otros.
Gracias a la multidimensionalidad del maíz de húmedo, que está presente en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana, desde el Cuerpo Académico Actores Sociales y Desarrollo Comunitario de la Universidad Autónoma de Nayarit, se ha propiciado el acercamiento y re-conocimiento de las agroecologías. De algún modo, ha sido el maíz quien ha facilitado la siembra de semillas de la transición agroecológica. Si bien no son todas, para algunas familias campesinas históricamente vinculadas al maíz de húmedo (y al menos durante los últimos cuarenta años habían pasado de la agricultura campesina a la agricultura convencional), la agroecología les ha permitido replantear sus prácticas agropecuarias; sus relaciones e interacciones socioambientales con el entorno; la ruptura de dependencias con los insumos externos y el paso a la generación de sus propios bioinsumos; el cuestionamiento de la alimentación, y las formas de relacionarse entre la comunidad y al interior de las familias.
Más allá de lo avanzado, existen aún grandes desafíos entre los cuales se encuentran principalmente el tema de los relevos generacionales y de géneros. Pero también, es necesario seguir insistiendo en la transición a otras formas de hacer agricultura, pues como resultado de cuatro décadas de intervención agropecuaria convencional a través de otros grupos y organizaciones externas, quienes se acercaron y aprovecharon de sus tierras, pero, sobre todo, de su confianza, propusieron y hasta impusieron en esa ruralidad formas de hacer agricultura basada en semillas mejoradas, agrotóxicos y fertilizantes químicos. Esto mermó en las condiciones de fertilidad natural de la tierra, sí, pero también en la autoconfianza de las y los campesinos, así como en la reducción del tamaño de los elotes y mazorcas, además de en la pérdida de interés por la siembra de esta semilla, llegando durante la última década a registrarse apenas poco más de una decena de familias que la resguardaban. Actualmente, esa situación se está revirtiendo pues, tomando como ejemplo el Concurso del Elote más Grande del Mundo en su edición 2022, se tuvieron 28 participantes, diez más en relación al 2021, lo cual da muestras de esa re-valorización.
La agroecología del maíz de húmedo o raza Jala, pretende incidir más allá de las parcelas y de la reconversión del plano técnico-productivo. Procura penetrar en otras dimensiones, intentando desintoxicar no solo el suelo, sino también lo sociocultural, lo ambiental, lo económico y nutricional en ese territorio del sur de Nayarit, a través de ejercicios y estrategias de acompañamiento campesino donde se fomenta la sensibilización e identidad comunitaria para dejar de ver la agricultura y alimentación como un simple negocio. Desde estas agroecologías del maíz de húmedo, se busca seguir fortaleciendo los lazos con la milpa y sus aportes a la producción campesina de alimentos; al resguardo de la biodiversidad; a la valoración de sistemas alimentarios que provengan de la producción campesina de alimentos saludables, nutritivos y culturalmente adecuados; el rescate y dinamización de la agroecología como modo de vida que pone en el centro prácticas y saberes campesinos para la construcción de intercambios justos que sigan marcando un alto cada vez más definitivo a los transgénicos y conservando nuestros maíces nativos.
A manera de síntesis de estos acompañamientos, ahí en Jala, a las faldas del Volcán Ceboruco, el maíz de húmedo difícilmente podría haber sobrevivido sin la agroecología; pero las agroecologías (esas dinamizadas desde el Cuerpo Académico Actores Sociales y Desarrollo Comunitario de la UAN) tampoco hubieran podido enraizarse sin el maíz de húmedo. •