"La Jornada del Campo"
Número 181 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
 
Mina La Esmeralda o Mina 5. Compañía Minera del Norte SA de CV. Nueva Rosita, Coahuila.  Cristobal Gunter Trejo RodríguezMina La Esmeralda o Mina 5. Compañía Minera del Norte SA de CV. Nueva Rosita, Coahuila. Cristobal Gunter Trejo Rodríguez

Editorial Minería: infierno arriba, infierno abajo

El 3 de agosto de 2022 en El Pinabete, municipio de Sabinas, Coahuila, 10 mineros quedaron atrapados a 60 metros de profundidad en una mina de carbón que se inundó, ya que se trabajaba sin medidas preventivas en las proximidades de seis minas abandonadas que se habían llenado de agua.

Cuando escribo esto han transcurrido más de tres meses y se perdió la esperanza de que estuvieran vivos. La minería carbonífera ha cobrado 10 víctimas más. Desde el 19 de febrero de 2006, en que una explosión y derrumbe en la mina de carbón de Pasta de Conchos se llevó la vida de 65 mineros cuyos cuerpos aun no han podido ser rescatados, y hasta fines de 2021, la actividad minera de Coahuila había causado 122 muertes. Esto solo en siniestros, no son accidentes, sin contar las provocadas por los daños al organismo que ocasionan las condiciones de trabajo en el socavón. En los llamados “pocitos” mueren jóvenes y mueren viejos; de los que se ahogaron en El Pinabete, Jaime Montelongo tenía 61 años y José Rogelio Moreno, 22.

Infierno bajo tierra que tiene que provocar decenas de muertes para hacerse visible pues en los últimos años los daños que más nos escandalizan son los que la minería ocasiona en la superficie: el infierno arriba. Pero la minería realmente existente, la que hoy se practica de manera generalizada, es tan lesiva para los trabajadores de los túneles como lo es para las comunidades y el medio ambiente de los lugares donde se desarrolla.

El que ahora la atención se haya puesto en lo que ocurre arriba se explica porque desde hace tiempo los métodos de la minería comenzaron a cambiar. Tanto los minerales como el petróleo existen en cantidades limitadas y su cada vez más intensa extracción los está agotando: los mantos y vetas más productivas y fáciles de aprovechar se agotaron y los procedimientos para extraer lo que queda se hacen cada día más agresivos.

En la obtención petróleo y gas los métodos más dañinos son los pozos en aguas profundas que al descontrolarse contaminan los mares y el llamado fracking, que es la fractura hidráulica de lutitas para liberar los hidrocarburos que contienen en un proceso que emplea químicos peligrosos y expulsa gases tóxicos a la atmosfera.

En la extracción de metales se extiende imparable la minería a cielo abierto, que para obtener pequeñas cantidades del producto remueve millones de toneladas de tierra y emplea miles de millones de litros de agua. Un dramático ejemplo de esto es la mina Peñasquito, en Mazapil, Zacatecas, que tiene abiertos dos grandes tajos el mayor un vertiginoso cráter de 3.5 kilómetros con una profundidad de casi quinientos metros. Se dice fácil, pero su vista es escalofriante.

Pero también la minería convencional de galerías subterráneas provoca catastróficos daños ambientales. Un caso emblemático es el de la mina Buenavista del cobre, en Cananea, Sonora, que en 2019 derramó 40 millones de litros de sulfato de cobre acidulado en los ríos Bacanuchi y Sonora.

Los cráteres lunares que degradan el paisaje, el empleo de oceánicas cantidades de agua que mata a los pueblos circundantes de sed, los jales en que se derraman desechos tóxicos contaminando suelos y aguas… han alertado a los defensores del medio ambiente quienes desde hace años emprendieron una necesaria batalla contra la minería irresponsable y algunos contra la minería en general.

Y está bien, pero enfrascados en defender a la naturaleza dañada y a los pueblos afectados, es decir los daños que la minería causa arriba, olvidamos el daño que la minería causa abajo: la enfermedad y la muerte de cientos de miles de trabajadores que dejan la vida en el socavón. El 20 de febrero de 2013 dedicamos el número 67 de este Suplemento a documentar y denunciar la barbarie minera, pero ninguno de los 22 artículos ahí publicados se ocupaba de lo que ocurre bajo la tierra, del sufrimiento de los mineros del socavón, del daño que se hace a cerca de medio millón de personas que laboran en galerías subterráneas.

Esta vez corregimos el error y varios de quienes escriben en el presente número del Suplemento se ocupan del trabajo en las minas subterráneas, pero aun así hay un sesgo, pues se presta más atención a las grandes mineras, por ejemplo del Grupo México de Germán Larrea, que a la pequeña minería artesanal que es todavía más mortífera que la grande. En el número del Suplemento dedicado a los que llamamos Infiernos ambientales, traté de compensar esto refiriéndome en el Editorial al moridero que son los pocitos carboníferos de Coahuila. Lo que escribí entonces vuelve a tener actualidad hoy cuando diez mineros mueren ahogados en El Pinabete, de modo que lo transcribo como entonces se publicó:

Minas de carbón Palo Blanco. Minera Jipa SA de CV. San José Cloete, Coahuila.  Cristóbal Gunter Trejo RodríguezMinas de carbón Palo Blanco. Minera Jipa SA de CV. San José Cloete, Coahuila. Cristóbal Gunter Trejo Rodríguez

“Una parte de las minas de carbón que abastecen de combustible a la Comisión Federal de Electricidad son “pocitos”; angostas perforaciones verticales de hasta 300 metros de profundidad, por las que metidos en el mismo bote con el que sacan el carbón y que mueve un rústico malacate, los mineros descienden a galerías horizontales por las que se desplazan para extraer el mineral. No hay medidas de seguridad, de modo que si encuentran agua de alguna vieja galería que se inundó, se ahogan, y si encuentran gas y estalla mueren en la explosión. Esto si no falla el motor que jala el malacate y no pueden salir, o se rompe el cable y caen hasta el fondo. Las galerías horizontales tienen alrededor de un metro y medio de altura de modo que un minero adulto tiene que desplazarse agachado… por eso prefieren contratar niños, que son de menor estatura y salen más baratos.”

La barbarie minera esta siendo combatida por quienes son sus víctimas: los trabajadores del socavón y los pueblos afectados por los daños que causa la minería toxica. Los primeros tienen una organización hoy muy combativa y por lo general exitosa en sus luchas: el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM) y los segundos por la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA). Y uno se pregunta: si los derechos que reivindican corresponden a dos dimensiones de un mismo adversario que es la minería irresponsable y los que con ella lucran ¿por qué el SNTMMSRM y REMA no se coordinan y donde se pueda marchan juntos? •