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Sembrar la semilla de la no-violencia
A

nte los debates políticos y las encendidas controversias que se desarrollan desde hace años en México y que intentan descifrar las posibles rutas que el país podría seguir para hacer de la paz social una realidad tangible, el surgimiento de iniciativas locales y regionales de carácter ciudadano representa, en contraste, uno de los procesos más consistentes para que la semilla de la no-violencia germine y crezca con raíces sólidas que le permitan un horizonte de futuro. Es el caso de la Asamblea de Pueblos, Barrios y Comunidades de la Región Tijuana-San Diego-Mexicali-Calexico-Valle Imperial, la cual se reunirá por tercera ocasión el próximo 1º de octubre, antes del Día Internacional de la No-violencia, en el Centro Cultural Tijuana (Cecut) para dar continuidad a los trabajos iniciados en 2019 encaminados a la construcción de un territorio de paz transfronterizo.

En ese año OraWorldMandala, programa de extensión en México de la Gujarat Vidyapith (Universidad fundada en 1920 por Mahatma Gandhi), comenzó a operar en la zona fronteriza de Tijuana-San Diego para identificar y contactar diversos actores sociales involucrados en proyectos autogestivos de beneficio común. La intención en acción de los miembros del movimiento gandhiano resonó con muchos ciudadanos, organizaciones sociales y comunidades en ambos lados de la que se considera una de las fronteras más transitadas, vigiladas y complejas de todo el planeta. Quizá por esas peculiaridades los gandhianos en-contraron en ese espacio una sorprendente vitalidad social que se materializa todo el tiempo en acciones de ayuda a los migrantes, a los jornaleros, a las víctimas de todo tipo de violencia y a integrantes de pueblos originarios autóctonos, entre otras muchas causas que se sostienen por iniciativa de la gente común. Para el movimiento gandhiano, lo que estaba ante sus ojos equivalía a los principios que Gandhi había establecido en su Programa Constructivo, plan de acción no-violenta que enarboló para lograr la autonomía de los pueblos de la India colonial en su ruta hacia la independencia total.

Bajo estos principios, el 15 de junio de 2019 surgió la primera Asamblea de Pueblos, Comunidades y Barrios de la Región Tijuana-San Diego. Acudieron al llamado de la no-violencia gandhiana organizaciones promigrantes, estudiantes, campesinos, artistas, universitarios, ambientalistas, miembros de la comunidad LGBT+, defensores de los derechos humanos, colectivos, ciudadanos de diferentes sectores, así como integrantes de los pueblos paipai, náhuatl y wixárica. A ellos se unieron, procedentes de diversas partes de la nación, ciudadanos y representantes de organizaciones interesados en esta iniciativa y otros que llevan varios años colaborando con el movimiento gandhiano. Así, se sumaron miembros de Mexicali Resiste, de la Unión de Cooperativas Tosepan Titataniske y del Comité 68, además del líder yaqui Tomás Rojo. Mediante el diálogo horizontal y constructivo, así como de la cocreación de un mandala colectivo como parte de una metodología que integra el arte como herramienta de cohesión y reconciliación social, la asamblea acordó desarrollar un plan de acción para una cultura de paz y no-violencia en la región Tijuana-San Diego con base en las fortalezas de todos los participantes, además de un compromiso a largo plazo para la instrumentación de un programa orientado por los tres ejes de los principios gandhianos: unidad comunitaria, cooperación constructiva y autonomía.

La asamblea fue la respuesta colectiva ante la necesidad de la no-violencia que la población expresó, y sobre todo, un espacio para reafirmar la importancia de la unión y la organización alrededor de los problemas locales de cada comunidad para poder materializar territorios de paz, justicia y no-violencia desde la gente común. Esto permitió la realización, el 21 de septiembre de 2019, del Día Internacional de la Paz, de la segunda asamblea, a la que se integraron representantes de jornaleros de San Quintín, comunidades religiosas de ambos lados de la frontera (católicos, evangélicos, hindúes y musulmanes), agnósticos, ateos, integrantes de naciones originarias kumiai, cucapá, yaqui, mayo, mixteca y purépecha, artistas de danza, teatro y música y, sobre todo, muchos niños. En torno a la cocreación colectiva de un mandala hecho con tierras que los participantes tomaron de sus respectivos lugares, la asamblea determinó integrar al proceso de construcción de territorios de paz a la frontera Mexicali-Calexico, así como a todo el Valle Imperial. También acordó desarrollar un modelo cooperativo y solidario como estrategia para empoderar a los pueblos e incidir sobre seis áreas de acción: educación, salud, alimentación, vivienda, autonomía energética y banca comunitaria para microcréditos. Así, orientados por el principio gandhiano de la unidad en la diversidad, la asamblea se encaminó hacia el diseño de espacios comunitarios de comunicación para comenzar a instrumentar los mecanismos de una economía no-violenta.

En su tercera edición y tras más de dos años de pandemia con actividades a distancia realizadas bajo el lema Sembrando territorios de paz, la asamblea vuelve al Cecut, ahora para explorar los saberes comunitarios y reafirmar su compromiso para mantener el sueño de concretar una región con dos fronteras unidas por la no-violencia gracias a la energía, capacidad de reinvención y generosidad de sus habitantes.

* Investigador de El Colegio de San Luis