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Quinta Soledad
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ace una década mencionamos en estas páginas la constitución del Consejo de la Crónica de Tlalpan. A lo largo de estos años, a pesar de diversas contingencias, entre otras la pandemia de covid, no han dejado de estar activos.

Han realizado 16 encuentros de Cronistas del Sur, actividad de gran relevancia, ya que las demarcaciones que se ubican en esa zona de la ciudad son las que conservan el mayor acervo de tradiciones y valores ancestrales: mayordomías, fiestas, arquitectura y gastronomía, además de preservar, con no pocas dificultades, la zona chinampera, tesoro exclusivo de México declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

En los encuentros se abordan tanto temas comunes a los pueblos del sur como materias de interés para toda la ciudad. Participan los cronistas locales, los de otras alcaldías y especialistas de los distintos temas que abordan. Recuerdo uno sobre el problema del agua, que se adelantó a predecir los males que estamos padeciendo.

Otro atractivo son las hermosas sedes donde se celebran. Los organizan con gran esfuerzo –ya que el apoyo institucional es prácticamente nulo– los cronistas de Tlalpan, bajo la batuta de su dinámico presidente Salvador Padilla –autor de varios interesantes libros y músico– y con la participación del Fideicomiso Tlalpan, que encabeza Ariel Reyes, también comprometido amorosamente con la cultura de la alcadía y la de sus vecinos.

Hace unos días se celebró el encuentro 16, que abordó la lucha histórica de los pueblos originarios de la cuenca de México por preservar su existencia. Fue de enorme interés por el intercambio de visiones de descendientes de protagonistas de esas luchas con la de connotados investigadores de ese tema, que ha venido cobrando importancia en los últimos años.

La sede fue la Quinta Soledad, soberbia mansión con una interesante historia que les compartimos: al igual que otras localidades del sur de la Ciudad de México, Tlalpan fue un sitio favorecido por las familias opulentas de la capital para construir sus casas de campo, donde se refugiaban periódicamente para mudar de temperamento.

Una de ellas fue propiedad de Guillermo de Landa y Escandón, un exitoso empresario y amigo de Porfirio Díaz quien desde 1876, siendo un joven de 32 años, aprovechó esa cercanía para realizar jugosos negocios y tener influencia política. En 1903 lo nombró gobernador de la Ciudad de México, cargo que ocupó hasta 1911.

Eran famosas las fastuosas fiestas que organizaba el empresario en su casa de campo, la Quinta Escandón, donde era frecuente invitado el presidente Díaz, incluso allí festejaron varios de sus cumpleaños.

El cronista Salvador Padilla nos recuerda que en una de las fiestas a la que acudió el presidente, el 15 de septiembre de 1907, para festejar sus 77 años, estuvo amenizada por la Orquesta Típica de la Ciudad de México. Entre los números musicales se había preparado un estreno, seguramente dedicado al homenajeado, un two step, compuesto por Miguel Lerdo de Tejada, director de la orquesta Tlalpan.

La mansión guarda un diseño con raíces en el Renacimiento italiano, el proyecto se atribuye al arquitecto Antonio Rivas Mercado. Tras la Revolución, la adquirió Francisco Llory, quien en 1922 permitió ahí la instalación de los Hermanos Maristas que la llamaron Quinta Soledad y la conservan hasta ahora, aunque recientemente la abrieron al público como centro cultural.

La noticia es magnífica porque permite que se lleven a cabo eventos como el encuentro, también otros de tipo familiar y social. Además, tiene un restaurante en el primoroso jardín de la entrada, con su gran fuente y en los amplios pasillos de los corredores.

Se llama Capitular y ofrece desayunos y comidas; varias viandas se antojan; antes del encuentro nos agazajamos con esquites de la casa y tuétanos a las brasas acompañados de chapulines y cremoso de aguacate. La sopa de hongos de temporada, epazote y chiles fritos, deliciosa.

Los platos fuertes fueron variados: atún sellado con costra de perejil, rib eye y fettucini al pesto. Todo muy recomendable.

Visitar el centro de Tlalpan es un reconfortante viaje por el tiempo y el espacio. Se regresa a casa con la sensación de haber salido lejos de la ciudad... hasta que el encuentro con el periférico lo regresa a la abrumadora realidad.