"La Jornada del Campo"
Número 179 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
El campo de la ciudad. Primera parte
Martha Hernandez y su hija Alejandra Maldonado en la granja familiar Marthita.  Arnulfo MaldonadoMartha Hernandez y su hija Alejandra Maldonado en la granja familiar Marthita. Arnulfo Maldonado

Agricultura urbana familiar entre ciudades

Marcos Cortez Bacilio [email protected]Guadalupe Méndez Zavala [email protected] Arnulfo Maldonado Robles [email protected]

En la última década, la producción urbana de alimentos va en aumento en la Ciudad de México, y esto se debe a la germinación de diferentes alternativas de agroecosistemas que familias cultivan entre la aridez del concreto y el asfalto. Este tipo de agricultura urbana, conocida también como periurbana y suburbana, es el cultivo de diversas plantas, la cría de animales y la transformación en alimentos, que sucede en su interior, pero también en sus periferias, y se percibe como una estrategia importante para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional de sus habitantes. Este tipo de agricultura enriquece la dieta alimentaria tradicional, estimula la conservación de los recursos naturales, respetando los saberes ecológicos y culinarios de la cultura local, además de fortalecer las economías de las familias que la practican.

En las alcaldías de Azcapotzalco y Tlalpan existe una diversidad de formas de hacer agricultura urbana, tal como son los casos del Huerto Azcapo y de la Granja Familiar Marthita, dos experiencias entre rumbos de la ciudad; es comunidad y son familias, que gestan agriculturas de resistencias, a partir de los espacios comunitarios hasta los traspatios familiares que han echado raíces sobre el cemento.

La comunidad Huerto Azcapo

En Azcapotzalco, en la Calle 8 #4029, Colonia del Gas al norte de la ciudad, desde su inicio en 2015, convergen relaciones dialógicas sobre la agricultura urbana, inspirada en las ciencias de la tierra y los conocimientos ancestrales como la herbolaria básica y el manejo del cultivo de alga espirulina. Actualmente, el Huerto Azcapo es integrado por Stephanie Segura, Raquel Acosta, Salvador Hurtado y Rosa Tello en su primera etapa; y Ariel Quintero y Patricia Flores en una segunda; con un crecimiento interno, han integrado en una ciclicidad de tiempos a quienes llegan a aprender los principios esenciales, con quienes se mantienen resistentes en un área de conocimiento alejada de los habitantes de la zona obrero industrial. Cada fin de semana, en este refugio de saberes y haceres, se transmiten prácticas agroecológicas, alternativas alimentarias, elaboración de bioinsumos, intercambio y trueque de semillas o alimentos, que a su vez propician el encuentro con huerteros de otros puntos periféricos como Rodrigo Cortés con el proyecto de Huerto Casero Ce Tochtli en Gustavo A. Madero y Rafael Tavares con Vivero Xihmai en Iztapalapa; y Huerto Urbano Malinalli en Los Reyes Acaquilpan con el Colectivo Socioambiental Kuahutlan.

Un personaje vital en esta familia elegida es Rosa, quien se traslada desde Ecatepec para aportar sus saberes; ella es poseedora de una gran red de conocimiento en distintas áreas que combina con la paciencia para transmitir valores de respeto a nuestra madre tierra, semillas, plantas y amor a la milpa, como bien lo expresan los integrantes de la comunidad: “Con ella, aprendimos la importancia de la creación de propias manos de nuestros alimentos, en virtud de la semilla, el esqueje, el cuidado, el crecimiento, la cosecha y la transformación por medio del fogón para alimentar nuestros estómagos pero también el espíritu”.

La agricultura que allí fluye es polinizadora y potenciadora de energía expansiva del encuentro, para generar huertos y milpas comunitarias, y mucho trabajo colectivo, que la familia Huerto Azcapo definen como “echar montón”. Esta agricultura se teje con las brigadas solidarias para cultivar hortalizas y proteger la vida del espacio ganado, son actividades que ahora dan frutos por el paso de tantas manos voluntarias de adultos, jóvenes, al igual que de niñas y niños, que en medio de las problemáticas alimentaria, sanitaria y climática, se reúnen y organizan para robustecer la iniciativa de producir alimentos locales donde están reinventando espacios en sus propias azoteas, andadores, paredes, terrazas, balcones, zotehuelas, banquetas públicas o terrenos donados, con el propósito de retomar contacto con la naturaleza para nutrirla, de conocer los procesos productivos de alimentos seguros para el autoconsumo, y así, reducir la dependencia al contaminante, lo que proporcionaría una autonomía alimentaria a pequeña escala en las urbes. En otras palabras: “No volvamos a la normalidad, volvamos a la tierra”.

Granja urbana integral y sustentable en Tlalpan

Al sur se encuentra el pueblo originario de Santo Tomas Ajusco, ahí la familia Maldonado Hernández realiza un interesante trabajo en su Granja Familiar Marthita, es un trabajo que data de hace más de 12 años. La granja significa para la familia: “autosuficiencia y diversificación productiva, que se plantea como una alternativa de generación de alimentos e ingresos a escala familiar, teniendo como base el aprovechamiento sustentable de los recursos locales”. Lo que comenzó sólo sembrando maíz y mejorando algunas variedades nativas mediante técnicas de cruzas y selecciones naturales que aprendieron en sus comunidades de origen, Santiago Laxopa y San Agustín Tlacotepec de Oaxaca; hoy, integra una diversidad de árboles frutales: manzano, durazno, capulín, peral, aguacatal, así como la fresa y zarzamora que son frutillas. A la par cultivan hortalizas: acelgas, cilantro, ajo, cebolla, papa, jitomate, haba, chile manzano, chícharo, frijol ejotero y de guía, incluso nopal verdura. También cuenta con distintos quelites, hierba mora, quelite cenizo, nabo, y diferentes plantas medicinales o aromáticas como sábila, romero, manzanilla, ruda, epazote, orégano, mejorana, albahaca. Esta plétora de cultivos embellece la múltiple flora endémica del sitio, lo que forja una asociación con los girasoles, rosas, alcatraces, aretillos, malvones, cantaritos, tigridia, agapando, siempre viva, mastuerzo, geranios, la gloria oaxaqueña, azalea y diversos nopalillos de ornato, los cuales brindan armonía y complementan el flujo de energía en el microespacio biótico.

Doña Martha Hernández, pieza importante de este proyecto de vida, comenta: “de forma rustica iniciamos con la incorporación de gallinas, guajolotes y posteriormente conejos. Con el crecimiento de la población de conejos y la producción de huevo, empezamos a participar en mercados alternativos como son los mercados verdes, eco tianguis y otras ventas locales. Después integramos una red de producción y consumo de huevo campero y de carne de conejo, donde vendemos en canal o en una diversidad de platillos culinarios tradicionales, principalmente en Coyoacán, Magdalena Contreras, Benito Juárez y desde luego en Tlalpan”.

La Granja Familiar Marthita cuenta con más 30 gallinas de postura; el pie de cría de conejos lo integran cinco hembras y dos machos, de los que obtienen una población constante que oscila entre los 50 y 60 conejos por mes. Esto les permite el consumo familiar de cuatro conejos a la semana, y de tres conejos para su venta en canal o en guisos, según los soliciten sus clientes. Aquí es donde se crea el proceso de integralidad, a través de una interrelación entre los componentes como parte de un mismo sistema que lo define: “el reciclamiento de los recursos disponibles”, es decir, desde la organización social familiar para producir y consumir alimentos saludables, disposición espacial, eficiencia de los flujos energéticos y de nutrientes, donde los animales de traspatio se alimentan con granos o residuos vegetales que se producen en la misma granja, y el estiércol de las aves y los conejos son reintegrados al suelo para abonar de manera orgánica los diversos cultivos que se entrelazan simbióticamente en el lugar.

Perspectivas, una relación entre ciudades

Las experiencias presentadas, no sólo se basan en principios ecológicos de cómo reutilizar espacios a cielo abierto para producir alimentos frescos y promover la separación, reciclaje, ahorro de energía, y con esto, sea mínima la dependencia de insumos externos, sino que también involucran elementos socioeconómicos y socioculturales que benefician la reconstrucción del tejido social, con ayuda de las formas de participación y organización que dan vida a los espacios familiares y de comunidad.

Estas sinergias suman a la soberanía alimentaria, abasteciendo de alimentos sanos y seguros, generando ingresos adicionales a las familias participantes, que también motivan a otras familias con la actualización e implementación de métodos agroecológicos y de origen ancestral, que permitan seguir tejiendo lazos solidarios en polos distantes entre los biodiversos territorios fértiles, dentro de la gran ciudad. •