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Tumbando caña

Un renovado encuentro de trova y poesía con Silvio Rodríguez

E

ufóricos, contagiados por la magia de sus canciones, más de cien mil personas fueron seducidas la noche del pasado viernes por Silvio Rodríguez en el primer concierto masivo celebrado en el Zócalo de la Ciudad de México después de la situación pandémica. A pesar del tremendo aguacero, la gente no se desanimó, por el contrario, permaneció estoica toda la jornada musical brindada por este trovador con causa.

Hubo gente de todas las edades, con predominio de jóvenes y mujeres, público de la capital y llegados de muchos estados de la República, que desde temprano se instalaron en la enorme plancha de cemento. Como preámbulo se escucharon por las enormes bocinas canciones de protesta: Víctor Jara, Patricio Manns, Violeta Parra, Inti Illimani... La gente cantaba y lucía feliz. Estaba por comenzar la fiesta.

Como artista invitada se presentó la cantautora Vivir Quintana, autora de Canción sin miedo, uno de los temas representativos del movimiento feminista actual en México y América Latina. Ella y sus dos acompañantes musicales fueron las encargadas de abrir la noche ante el beneplácito del gentío que las reconoció y cantó sus enérgicos temas.

Con las primeras gotas de lluvia, Silvio entró en escena. Saludó con un escueto buenas noches y ante el inminente aguacero expresó: Tláloc nos quiere y arrancó con Tonada para dos poemas, del poeta y luchador social Rubén Martínez Villena (La Habana 1899-1934). De ahí en adelante todo fue música y poesía, a belleza por segundo. Se escucharon Casiopea, América, Viene la cosa, El escaramujo, Sueño con serpientes, Te amaré, Óleo de mujer con sombrero, La maza, Tonada del albedrío…

Silvio Rodríguez es un soberbio compositor y un poeta de largo alcance. Es barroco y surrealista, pero muy cubano. En algunos de los temas surge el son, el punto guajiro (él es de ascendencia campesina) y el danzón. Sus arreglos musicales contienen bellos planos armónicos y precisos trazos rítmicos, dispuestos para una exigua pero candorosa voz.

Lo acompañó un extraordinario paquete de músicos cubanos: el dúo Trovarroco (Rachid López y Maikel Elizarde en guitarras), Oliver Valdés (batería), Jorge Reyes (contrabajo), Jorge Aragón (piano) y Emilio Vega (tumbadoras y vibráfono). Destacó su mujer, la flautista Niurka González, que en sí misma es toda una orquesta. Su figura creció en las pantallas gigantes instaladas a los costados del escenario. Silvio la miró de reojo y calló, le tocó hacer silencio ante la magia de su mujer. Luego, retomó el protagonismo y escuchamos temas añejos que le abrieron las puertas en México desde aquel lejano 1975 cuando vino por primera vez de la mano de Julio Solórzano. Se escucharon La era está pariendo un corazón (“la primera canción que le escribí al Che”), El güije, Quién fuera, Canción del elegido, No es fácil y la esperada Ojalá, que marcó el momento cumbre de la noche.

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▲ La relación del trovador cubano con México y su gente ha sido de siempre y cada vez más intensa.Foto José Antonio López

En dos ocasiones Silvio tomó la guitarra para revivir los tiempos de juglar solitario en los que la guitarra y su voz eran la totalidad de los sonidos en sus conciertos. Los supervivientes de las épocas de trapo y lentejuelas las evocaron con regocijo y nostalgia. ¡Ah qué tiempos aquellos!, ¿te acuerdas amor?, escuché decir a una pareja de enamorados.

A propósito de enamoramientos, la relación de Silvio con México y su gente ha sido de siempre y cada vez más intensa, según ha dicho el cantor. Aquí ha hecho grandes amigos como Marcial Alejandro, Negro Ojeda, Eugenia León, Maru Enríquez y Gabino Palomares, por citar algunos. Aquí ha compuesto temas icónicos como Mariposa, inspirado en una leyenda náhuatl que narra cómo los guerreros muertos en batalla se convertían en mariposas.

¿Qué te atrae más de nuestro país?, le pregunté en cierta ocasión que lo entrevisté: Su gente, su cultura, su comida... Qué te digo chico, muy pocas cosas me disgustan, respondió ufano.

El del viernes fue un bello concierto, con momentos emotivos que hicieron saltar las lágrimas a más de un espectador. Fue un concierto muy esperado que demoró ocho años y en el que Silvio dejó patente que atraviesa el momento más feliz de su vida, en paralelismo a la situación que vive su país.

Al final, la gente no quería marcharse. A pesar de las incomodidades que propició la lluvia querían escuchar más. Silvio regresó al escenario un par de ocasiones, cantó, tomó fotos y un videíto de ese agradecido, alegre y húmedo gentío, tras ello, hizo una lenta y reverente genuflexión y se marchó, dejando un par de dudas en la fresca e inolvidable noche ¿Cuándo será la próxima cita? ¿Cuándo te volveremos a ver, querido Silvio?

Será cuestión de causas y azares.