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Cambio curricular: ¿ideologización educativa?
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n grupo de académicos envió el pasado miércoles un desplegado al diario La Crónica, donde expresaban preocupación por las potenciales consecuencias negativas del nuevo Marco Curricular 2022 promovido por la SEP que, aseguran, contempla también un reordenamiento completo de la actividad educativa. Según expusieron, la propuesta curricular estaría dejando de lado la educación moderna (sic) actual –centrada en el alumno– para dar paso a una educación ideologizada centrada en la comunidad. Lo anterior traería consecuencias funestas: el abandono de los fines nacionales de la educación, la atomización del sistema educativo y la renuncia a la calidad educativa y a la evaluación al menos tal y como la conocemos. La intervención mencionada resulta importante porque pone en el centro un tema que, por sus implicaciones en la educación y el futuro del país, no ha generado el interés que merece. No obstante, el enfoque mediante el cual se aborda la temática resulta cuestionable, dada la cantidad de imprecisiones expresadas respecto a la iniciativa oficial. Tal parece que en lugar de debatir desde la honestidad intelectual, los abajo firmantes optaron por construir un hombre de paja y lanzarle argumentos críticos que terminaron dando forma a una diatriba de cariz conservador. Tal rechazo a la propuesta curricular no radica en el diagnóstico del estado actual del sistema educativo, la estructura de los programas o el sentido de las fases, sino, esencialmente, en el conjunto de valores no individualistas, que subyacen dicho programa, en los cuales reside la ideologización de la propuesta educativa de la 4T.

Mencionar que una propuesta educativa es ideológica no debería generar demasiada polémica porque comúnmente la educación es un proceso político en el cual coexisten y se contraponen visiones del mundo y nociones axiológicas. Esta condición política en educación se expresa en los planes y programas, en los esquemas de carrera del profesorado, en los modelos de gobernanza del sistema y en la propia práctica docente, mediante el currículum oculto e incluso en los supuestos conceptuales de las políticas basadas en evidencia. En todas las instancias, los sujetos –desde los maestros frente a grupo hasta las autoridades educativas– producen y viven distintas concepciones ideológicas.

Sí. La propuesta de la 4T es ideológica, como toda propuesta educativa. Cabe preguntarse si quienes suscribieron el desplegado referido creen que las reformas curriculares previas no lo han sido. O acaso ¿consideran determinada ideología en educación más pertinente que otra? Y si es así ¿por qué no hacen explícitos los principios de su preferencia?

Conviene tener en cuenta algunas características rectoras de la política educativa en las últimas décadas, para mostrar algunos aristas ideológicos, de corte gerencial, de esa educación moderna: performatividad; imperativo del capital humano y gobernanza en el sector.

1. Ball entiende performatividad como una tecnología, cultura y modalidad de reglamentación que utiliza evaluaciones, comparaciones e indicadores como medios para controlar, desgastar y producir cambio. Su ejercicio busca generar efectos sobre el profesorado, así como en la percepción social respecto al campo educativo. Ello conlleva la incorporación de prácticas eficientistas y de competencia individual en las escuelas y en los gremios. La adopción y el uso político de la prueba PISA en nuestro país logró que dicha cultura tocara fibras profundas del sistema educativo. Basta considerar el estrés docente y estudiantil derivado de un uso político de pruebas de alto impacto por parte de autoridades federales, agudizado además por una gran campaña privada de desprestigio al trabajo de las escuelas.

2. Desde el gobierno salinista, la política educativa se ha orientado cada vez más a responder a las necesidades de valorización del capital mediante la generación de un capital humano con habilidades y actitudes requeridas en el mercado laboral, las cuales, además, son objeto de evaluación. Dicha prioridad ha sido reconocida públicamente por funcionarios como Gurría, Nuño, Videgaray y Moctezuma. Esto ha generado que las propuestas educativas comunitarias y alternativas, fundadas en el bien común y la colaboración, no resulten atractivas por su inoperatividad en la sociedad del conocimiento.

3. La crítica al burocratismo gubernamental en la educación ha abierto la puerta a nuevas políticas de gobernanza que habilitan mecanismos de participación en el desarrollo de políticas públicas a distintos actores sociales. Sin embargo, en una sociedad de clases, pluralismo no necesariamente significa democracia. Esto ha quedado claro con la captura institucional de consejos técnicos, consejos consultivos e instancias de participación social que organizaciones civiles proempresariales e individuos vinculados a ellas han logrado, gracias a redes de colaboración entre burocracias y sector privado/asociaciones.

¿No nos remiten las cuestiones mencionadas, relativas a cómo educar y con qué fines, a problemas ideológicos? ¿No se hallan aquí, acaso, principios individualistas, liberales y productivistas?

Hay que debatir el marco propuesto, particularmente las dificultades de su realización integral en medio de un contexto de nebulosa continuidad neoliberal en educación. Sin embargo, hay que discutir también con posturas conservadoras y de tufo neocolonial que han hecho ya mucho daño a nuestras escuelas.

Ojalá la SEP dé respuesta al desplegado, y esperamos que quienes lo firman puedan mantener el debate.

* Politólogo