"La Jornada del Campo"
Número 175 Suplemento Informativo de La Jornada Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver
 
Campesino morelenseCampesino morelense
Campesina yucatecaCampesina yucateca
Campesino mujikCampesino mujik
Campesino andaluzCampesino andaluz

EditorialLo que va de Semlia i Volia a Lu´um yetel Almahenil

Enarbolad la bandera roja gritando con entusiasmo ¡Viva Tierra y Libertad! Pero no os conforméis con gritar: tomad la tierra y dadla al pueblo para que la trabaje sin amos.

Manifiesto de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, mayo 1911.

Propiedad territorial y derechos de los pueblos originarios: dos temas diferentes pero entreverados, dos caras de una misma moneda. Porque el acceso campesino a la tierra es insuficiente sin el derecho a decidir sobre su uso y porque la autodeterminación se ejerce precisamente en los territorios. El binomio posesión del suelo que se cultiva y autonomía en la toma de decisiones se tradujo de antiguo en una fórmula entrañable que hermana a los campesinos de todo el planeta: Tierra y Libertad.

Contra la tendencia a compartimentar la vida en cajoneras temáticas auto referenciales puede ser útil abordar las grandes cuestiones del movimiento rural contemporáneo de manera histórica e integral. Y la cuestión mayor, aquella de la que depende la existencia presente y futura de las mujeres y los hombres del campo, se resume en dos palabras raigales: Tierra y Libertad.

Por su hondura y universalidad la consigna tiene una larga historia. En México la asociamos con el zapatismo y si bien el Ejercito Libertador del Sur nunca firmó con esa fórmula sus manifiestos y comunicados, desde 1911 Zapata y sus compañeros la utilizaban con frecuencia.

La habían tomado de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano que desde fines de 1910 empezó a emplearla sistemáticamente. Los magonistas -llamados así por el liderazgo de Ricardo Flores Magón- y los zapatistas surianos coincidían en apostar por una revolución no solo política sino social. Coincidían también en que en un país marcado por el latifundismo y la dictadura la reivindicación central y estratégica no podía ser otra que Tierra y Libertad.

Y así fue pues la otra gran fuerza campesina que era el villismo se sumó al zapatista Plan de Ayala y entre los dos movimientos hicieron de Tierra y Libertad la idea fuerza de la Soberana Convención de Aguascalientes.

Pero los magonistas cuya base social era más urbana y obrera que rural y campesina, no inventaron la consigna. La tomaron de los anarquistas españoles y la empezaron a usar a fines de 1910 cuando se dieron cuenta de que la insurgencia cada vez más extendida y radicalizada de los trabajadores del campo era el protagonista mayor y el sujeto histórico de la revolución por la que ellos venían trabajando desde 1904.

¡Tierra y libertad! era la bandera que enarbolaban los campesinos españoles de Andalucía y Extremadura cuando en el último tercio del siglo XIX ocupaban latifundios. Tierra y Libertad fue el nombre del semanario ácrata que desde 1899 se publicó primero en Madrid y luego en Barcelona y que Ricardo Flores Magón y sus compañeros convertidos al anarquismo a partir de su exilio en 1904 conocían bien. De modo que, aunque no lo supieran, los campesinos morelenses recibieron la entrañable consigna de los campesinos anarquistas andaluces.

Pero el grito ¡Tierra y Libertad! no se escuchó por vez primera en los campos españoles, llegó a la península a través de la red de activistas revolucionarios de la Asociación Internacional de los Trabajadores fundada en 1864. Y dentro de esta organización por los participantes en la corriente anarquista encabezada por el ruso Mijail Bakunin originario de un país donde los campesinos, los mujiks, no solo eran mayoría, sino que desde el siglo XVII habían protagonizado multitudinarias revueltas contra los Zares. Y cuando menos desde 1860 la bandera de estas luchas era Semlia i Volia que en ruso significa Tierra y Libertad.

Semlia y Volia se llamó una fugaz organización fundada en 1862 en San Petersburgo y rápidamente diezmada por Alejandro II. Pero su nombre fue retomado por revolucionarios exiliados en Europa como Alexander Herzen en su revista llamada La campana: “¿Qué necesita el pueblo? Simple y llanamente lo que el pueblo necesita es Tierra y Libertad”, y por el ideólogo y activista Bakunin quien difundió por toda Europa la demanda del mujik ruso: Semlia i Volia. Consigna que tuvo eco en Italia y Sobre todo en España.

Semlia i Volia-Tierra y Libertad viajó de las estepas rusas a las montañas de Morelos pasando por los exiliados eslavos en Europa, por los campesinos insurrectos de los campos andaluces y por los exiliados mexicanos en Estados Unidos. Y el viaje no terminó ahí pues en 1913 un yucateco se incorporó a las filas zapatistas y cuando en 1915 regresó a su tierra se llevó muchas ideas revolucionarias y una consigna: Tierra y Libertad. El yucateco se llamaba Felipe Carrillo Puerto y con la fórmula traducida al maya como Lu´um yetel Almehenil y puesta como lema del Partido Socialista del Sureste encabezó la primera revolución indígena y socialista de América y del mundo.

Aunque Rusia es más bien Asia se podría pensar que ese rastreo del origen de la consigna que le dio sentido a nuestra revolución es eurocéntrico: “Todo quieren que nos venga de allá -dirá alguno- hasta nuestras consignas más entrañables”.

Para sacarme la espina busqué en el sur de nuestro continente genealogías geográficamente más cercanas… y las encontré. A mediados del siglo XIX antes de que los mujik y Herzen hablaran de Semlia i Volia, los campesinos de una Venezuela ya independiente pero aun sometida a la oligarquía colonial se insurreccionan. Rebeldía rural retomada por el liberal radical Ezequiel Zamora a quien le toca formular las consignas del movimiento: “Viva la libertad”, “Viva el pueblo soberano”, “Horror a la oligarquía”, y la emblemática: “¡Tierra y hombres libres!”.

Zamora sostenía que “la tierra no es de nadie, es de todos en uso y costumbre y, además, antes de la llegada de los españoles la tierra era común como lo es el agua, el aire, el sol…”, y la liberación de Barinas en marzo de 1859 hace posible que se restituyan las tierras y por un tiempo se establezca una suerte de comuna libertaria semejante a la que medio siglo después edificaría el zapatismo en Morelos: tierra y hombres libres.

Años más tarde, en los noventa del siglo XIX, los indios de las costas y de las sierras de Ecuador se alzan contra la expropiación de sus tierras y contra el peonaje, los encabeza Eloy Alfaro, un mestizo al que sin embargo los insurrectos llaman “El indio Alfaro”. En sus discursos Alfaro reivindica la liberación de “la raza indígena, la oriunda y dueña del territorio antes de la conquista española, que continúa en su mayor parte sometida ala mas oprobiosa esclavitud, a título de peones”. Y naturalmente su consigna es: ¡Tierra y libertad!

Por cierto, tanto Zamora como Alfaro fueron acusados de anarquistas y cuando menos el primero había leído a Proudhon. “La propiedad que no proviene del trabajo ciertamente es un robo”, decía.

Devolución a las comunidades de los terrenos despojados y reconocimiento del derecho a la autogestión en esos ámbitos, es decir propiedad social y autonomías, es decir tierra y libertad… La doble dimensión de la consigna que materializa el zapatismo durante la fugaz “comuna de Morelos” al combinar restitución agraria y autogobierno. Pero la experiencia de emancipación campesina más completa quizá porque siendo también efímera no ocurrió en medio de una guerra sino en tiempos de paz, fue la yucateca desarrollada entre 1917 y 1923.

“Se restituirán a las comunidades las tierras y aguas que fueron despojadas. La nación reconoce el derecho tradicional e histórico que tienen los pueblos a poseer y administrar sus terrenos en la forma en que juzguen conveniente” decía la Ley agraria zapatista. “La revolución en Yucatán tiene un objetivo fundamental, hacer del indio maya un hombre libre, autosuficiente y seguro de si mismo y para esto nuestra primera tarea ha sido redistribuir las tierras a nuestra gente, no a los individuos sino a la comunidad” sostenía el dirigente social, líder partidario y a la postre gobernador Felipe Carrillo Puerto. Tierra y libertad, pues.

Sin embargo, en la frase emblemática falta algo. La histórica consigna obvia algo que Zapata y Carrillo Puerto tenían muy presente: entre la tierra y la libertad media la producción. Para el suriano fue la recuperación de la milpa, para el peninsular la vuelta al maíz. Porque sin apropiación productiva no se posee la tierra ni se ejerce la libertad. Así los dos impulsaron enérgicamente la siembra de alimentos, sin olvidar el cultivo de materias primas que generan ingresos monetarios: en Morelos fue la caña destinada a los ingenios azucareros y en Yucatán el agave henequenero destinado a las desfibradoras.

En el balance que hoy hacemos sobre la situación de la tenencia de la tierra y el estado que guardan los derechos de los pueblos originarios sería necesario incluir las condiciones en que se encuentra la agricultura campesina tanto la producción de básicos como maíz y frijol, como la de cultivos industriales: café, tabaco, cacao, miel, madera… Tierra, libertad… y buena agricultura campesina. Con menos no la hacemos. •