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Terje Rypdal, tejedor de auroras boreales
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▲ La discografía de Rypdal es variada. Ha compuesto seis sinfonías, música coral y partituras camerísticas.Foto tomada de la página de ECM
 
Periódico La Jornada
Sábado 18 de diciembre de 2021, p. a12

El nuevo disco de Terje Rypdal es una hoja en la cadena del ser, en palabras del autor.

Se titula Conspiracy, en honor a la buena dosis de humor noruego, sobre todo en los títulos de las seis piezas que lo componen, incluyendo su título y el track inicial: “¿Y si el fantasma fuera… yo?”, y el siguiente: Pero, ¿qué estaba yo pensando?

Es música de gran belleza, como toda la que escribe Terje Rypdal, a quien su casa editora, la disquera alemana ECM, describe como el poeta sinfónico de la Fender Stratocaster. Y es que la guitarra Fender Stratocaster que esplende, ondea, enarbola Terje Rypdal, es un artefacto de magia y vuelo, una nave sideral, una auriga del Olimpo.

La discografía de Terje Rypdal es vastísima y variada. Ha compuesto seis sinfonías, mucha música coral, hartas partituras camerísticas y su estilo oscila entre un sonido de la cuerda de una gran orquesta sinfónica y el sonido de una banda de rock. Ah, muchos lo quieren en la casilla denominada jazz, aunque ese término dejó de ser suficiente hace décadas debido a la evolución vertiginosa del lenguaje musical de Rypdal.

Una cosa es cierta: puede estar sonando cualquiera de los muchos discos de este músico noruego y en ningún momento dudaremos: es Terje Rypdal.

Su sonido es inconfundible. Es un cántico, un haz de luz, un géiser. Y crea atmósferas de ensueño.

Escuchar la música de Terje Rypdal es como observar auroras boreales.

No en balde una de sus obras maestras, Lux Aeterna, es un intenso poema sinfónico en celebración de la naturaleza y la luz en las montañas de su infancia.

Terje Rypdal vive en el fiordo de Molde, que se hiende 25 kilómetros tierra adentro desde el océano Atlántico, un gran fiordo rodeado por 222 montañas donde escribió en 1995 su hermoso disco titulado precisamente If Mountains Could Sing.

Baby Beautiful, el track 5, es un retrato, un relato enternecido, un tratado sobre la belleza, semejante a los Pequeños tratados de Pascal Quignard.

Recomiendo, para mayor disfrute del nuevo disco de Terje Rypdal, escuchar algunos de sus álbumes anteriores, por ejemplo, el asombroso Double Concerto / 5th Symphony: dos obras monumentales para gran orquesta sinfónica y, el primero, dos guitarras solistas y en el segundo, la Fender Stratocaster de Rypdal se funde con la sección entera de cuerdas de la Orquesta del Festival de Riga.

Aconsejo, ahora, escuchar también el Doble Concierto de Brahms, con dos gigantes rusos: David Oistrakh al violín y Mstislav Rostropovich al violonchelo.

El Doble Concierto de Terje Rypdal está construido en cuatro movimientos, como una sinfonía, y lo estelarizan dos gigantes noruegos: Ronni Le Tekro, guitarrista de la banda de hard rock noruego TNT y el propio Terje Rypdal en la otra guitarra.

Esa obra portentosa se aproxima por sus frescas sonoridades a otras composiciones para orquesta sinfónica de Rypdal, como Undisonus y QED.

La Quinta Sinfonía de Terje Rypdal también está escrita en cuatro movimientos y es una inmensa, interminable aurora boreal, plena de escenas de ensueño. Escuchamos referencias a Stravinsky, Ravel, Satie.

Y como en prácticamente todas las obras de Terje Rypdal, se escuchan sus grandes influencias: en primer lugar el húngaro Gyorgy Ligeti, también el polaco Krystof Penderecki, el también húngaro Béla Bartók, el francés Olivier Messiaen, entre otros referentes.

Ya que mencionamos a Messiaen y aunque ya dijimos que escuchar a Terje Rypdal equivale a observar auroras boreales, no está de más subrayar que estamos frente a uno de los grandes músicos sinestésicos y cuya música produce sinestesia en el escucha.

Ah, otra obviedad noble: Terje Rypdal pertenece a la legión honoraria de músicos budistas (Philip Glass, Patti Smith, John Coltrane, Herbie Hancock, Meredith Monk, et al).

Otra de las grandes influencias de Terje Rydal es Miles Davis, a quien rinde honores en otra de sus obras maestras, el álbum titulado Vossabrygg, Op. 84, en cuya primera pieza, Ghost Dancing (el fantasma del primer título del nuevo disco, que hoy nos ocupa), escuchamos con claridad el espíritu, las atmósferas, las alucinaciones y contundencias de una de las piedras de toque de la música contemporánea: el álbum Bitches Brew, de Miles Davis.

De hecho, y por si hubiera alguna duda, el vocablo noruego brygg significa en inglés brew, en alusión directa a Bitches Brew.

Todo ese álbum es un hilo de descubrimientos: el track cuarto, Incognito Traveller, adelanta lo que en años posteriores se pondría en boga en el mundo: el house, el lounge, mucha de la música electrónica que ya Terje Rypdal había inventado con su hijo, Marius Rypdal, quien se ocupa de los sintetizadores, sampleos y tornamesas en este disco fabuloso.

Grabado en 2003, el disco Vossabrygg Op. 84 es una gran suite interdisciplinaria de proporciones épicas, como lo cataloga su editora, la disquera ECM.

Terje Rypdal siempre le canta a la belleza.

Sugiero escuchar ahora otro de los discos magistrales de Terje: se titula Melodic Warrior, data de 2013 y es sencillamente majestuoso.

Una melodía de encantamiento suena en medio de campanas, jazmines, centellas. La melodía aparece y desaparece como un hada en medio del bosque, que es una bailarina en medio del escenario. Y danza. La melodía danza.

Suenan trompetas tibetanas, aquellas que utilizan los monjes budistas en sus ceremonias importantes.

Durante 45 minutos, la Bruckner Orchester Linz, dirigida por Dennis Russell Davis, hace sonar la partitura en todo su esplendor. Cuatro voces solistas, The Hilliard Ensemble, una de ellas de contratenor, entonan poesía apache de las culturas chippewa, navajo, pima y pápago.

Ese disco, Melodic Warrior, contiene una segunda obra sinfónico-monumental, de 27 minutos de duración: Y el cielo se coloreó con cascadas y ángeles, interpretada por la Wroclaw Philharmonic Orchestra y también llena de encantamientos.

Disonancias, sonidos granulados, campanas pequeñas, trompetas tibetanas, profusión de música de arco, fascinación.

Cuando se refiere a este par de partituras, Terje Rypdal sostiene que entre sus intenciones figura devolver a la música contemporánea de concierto la melodía y la belleza. La música de Terje Rypdal es uno de los mejores homenajes a la belleza.

Sea cual fuere el territorio en que incursiona, siempre fascina: ya en sus grabaciones entroncadas con el jazz, ora en las obras monumentales para orquesta sinfónica, siempre en su inconfundible toque de la cultura rock. Salvando distancias y diferencias, hay cierto parentesco entre la guitarra de Terje Rypdal y la de, asómbrense, David Gilmour.

Terje Rypdal es un maestro de las artes, un visionario, un adivinador.

Su surgimiento ocurrió en el Cuarteto de Jan Garbarek, con quien grabó en 1970 African Pepperbird y como el material que compuso Terje no tuvo cabida en el siguiente disco de Garbarek, otro visionario, el productor disquero Manfred Eicher, le sugirió grabarlo aparte y ese fue su debut, un álbum epónimo al que siguieron cascadas de ángeles y luces.

Sicodelia, poemas sinfónicos, música ritual, rock, jazz, música experimental, canto de ballenas, música sinestésica. Lo dicho: escuchar la música de Terje Rypdal equivale a observar auroras boreales.

Estamos, claramente, frente a un músico místico.

Su nuevo disco, Conspiracy, también es ciclo, viaje, meditación, la iniciación del chamán.

O en palabras del propio Terje Rydal: es una hoja en la cadena del ser.

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