Opinión
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La muestra

Las golondrinas de Kabul

D

etrás de la cinta de animación francesa Las golondrinas de Kabul (Les Hirondelles de Kaboul, 2019), de las realizadoras Zabou Breitman (también actriz y directora de teatro) y Eléa Gobbé-Mévellec (animadora y cineasta), está el trabajo original de una recreación escénica muy estilizada de la violenta realidad de un Afganistán controlado por los talibanes a finales de los años 90. El estreno de la película cobra ahora una actualidad con el regreso al poder de ese mismo régimen autoritario. Con ello están de vuelta las prácticas discriminatorias y misóginas que refrendan la prohibición de la música, el cine, las escuelas mixtas, las vestimentas coloridas, las zapatillas blancas y la risa femenina en las calles. Una obligación estricta para las mujeres es también llevar cubierto el cuerpo entero con el tradicional burka azul.

Esta situación la describe la película a través de la historia de dos parejas. Por un lado, toma como protagonista central al maestro Mohsen, hombre de ideas liberales, quien asiste al linchamiento colectivo de una mujer e incluso se siente obligado a participar en él para evitar ser a su vez castigado por complicidad. Este episodio lo perturba moralmente y afecta la relación con su esposa Zunaira, una pintora poco conformista, amante de la música moderna, quien aspira a vivir en plena libertad. Cuando esta actitud complica la existencia de la joven y un suceso dramático propicia su arresto y eventual ejecución, interviene la figura compleja de Atiq, un antiguo combatiente mujaidín, ahora guardián de una cárcel de mujeres, que termina fascinado por la joven. Mussarat, esposa del cancerbero, gravemente enferma de cáncer, jugará un papel decisivo en este relato.

Para adaptar la novela homónima del argelino Mohammed Moulessehoul, escritor progresista notable por haber adoptado como seudónimo literario el nombre de su esposa Yasmina Khadrauna, lo cual significó una afrenta singular en una cultura islámica muy machista, las dos directoras propusieron un planteamiento novedoso. En lugar de una ficción convencional, optaron por un trabajo de animación en el que participarían actores reales cuyas fisionomías y voces determinarían, desde un taller de cine, los comportamientos y matices dramáticos de los personajes animados. Algo también interesante: la recreación de la ciudad de Kabul, con su atmósfera de desolación y grisura en las calles e interiores domésticos, confiere a la cinta una textura muy atractiva por su hábil recurso a trazos gráficos resueltos en acuarelas en tonos pastel, una decisión plástica que atempera la violencia. Curiosamente, lejos de traicionar el espíritu del libro, la cinta refuerza el lirismo de la novela. En ese ambiente de desolación y tristeza, un vuelo de golondrinas, símbolo del autoexilio liberador de las perseguidas, tiene en la animación, su expresión más afortunada. Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional a las 12 y 17: 30 horas.