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No olvidemos a los trenes
E

l pasado 10 de noviembre, la titular de la Secretaría de Economía declaró en la reunión ministerial para la Transición a vehículos cero emisiones en la COP26 que en 20 años los autos que sean vendidos en el mundo, no deberán ser de combustión interna. Son 20 años el cálculo para cumplir con el compromiso de avanzar en el proceso de la transición energética. Queda pendiente el acuerdo con los fabricantes de automotores convencionales.

Desde la formación del Acuerdo de París, en 2015, se ha avanzado, aunque con pobres o insuficientes resultados. Y aunque las investigaciones para eliminar el CO2 avanzan, es China y otros países, son quienes han dado pasos más sólidos y aplicables.

Los firmantes del acuerdo que han ratificado (cerca de 190) continúan en su esfuerzo. Pero son los de menores recursos tecnológicos y económicos los que mayor rezago presentan, lo cual genera considerables repuntes en las emisiones. Recordemos que los poseedores de los grandes capitales, son quienes generan los círculos viciosos de la pobreza: en todo el mundo ésta genera, también, deterioro ambiental.

Es un riesgo creer que inundando el mercado internacional de automotores eléctricos el tema de la contaminación se resolverá de inmediato. Son varios asuntos que se tienen que resolver; la construcción de carreteras y de calles asfaltadas, por ejemplo, también generan deterioro ambiental.

Uno de los problemas causantes de la lentitud en las acciones a favor de la descontaminación, es que naciones poderosas, como Estados Unidos y aliadas –aunque no todas las naciones sometidas por la de Joe Biden son poderosas– dan prioridad a criterios ideológicos, políticos y económicos, antes de pensar que somos responsables, voluntariamente o no, del desequilibrio ambiental. Todos los seres vivos respiramos el mismo aire y nos alimentamos de los productos que las grandes empresas han decidido que consumamos, nos nutran, o no. De hecho, esto es una complicidad.

Los países industrializados, en su voraz carrera por las ganancias, ignoraron los daños que sus descuidos generaron al equilibrio ecológico. No quisieron pensar en los recursos naturales para las generaciones futuras, ni en el riesgo de una hecatombe.

No todo el proceso del calentamiento global es culpa de los seres humanos, también es un proceso natural. Pero la industrialización irracional lo ha agravado. Es por eso que las emisiones contaminantes por la combustión están causando graves perjuicios paralelos, como la desaparición de especies animales y nichos ecológicos. La destrucción de éstos es inadmisible y no se puede aceptar que la contaminación sea el precio del desarrollo humano.

En julio de 2018, el ex titular de Petróleos Mexicanos informó que para 2021 Pemex se comprometía a reducir en 25 por ciento las emisiones de CO2 y llegar a 60 por ciento en el reciclaje del agua, en contraste con los niveles logrados en 2016. El esfuerzo sigue en pie, y según los objetivos del Acuerdo de París, las medidas tomadas deben ser permanentes. Ninguna que se lleve a cabo temporalmente dará resultados beneficiosos para mejorar el clima.

Pemex está cumpliendo con los programas de rehabilitación del equipo en las diferentes áreas de producción y transformación de los hidrocarburos. Los accidentes o situaciones que comprometen la seguridad de las estructuras petroleras son, en gran parte, por las omisiones voluntarias en el mantenimiento preventivo y por las deficiencias en el correctivo en sexenios anteriores. Podemos decir, por ejemplo, que con el mayor uso del gas natural, se da un paso adelante en la baja de las emisiones.

La recuperación de la industria petrolera, en la época de la 4T, no es improvisada. Lo medular para el rescate de Pemex se está logrando; las refinerías siguen en recuperación y la construcción de la de Dos Bocas avanza. Esto no quiere decir que se esté relegando el compromiso con los acuerdos ambientalistas para cumplir con el mejoramiento en la calidad del aire y del clima.

Aunque, en efecto, la comunicación por parte de las autoridades ha sido muy limitada. Existe el recelo de la base trabajadora por las medidas tomadas desde el inicio del presente gobierno. Según diversos comunicados, la mayoría de las secciones sindicales y personal sin contrato de base no se identifican con la política para erradicar la corrupción en la empresa paraestatal. Los vicios prevalecen después de tres años de gestiones. Y lo preocupante de este asunto de carácter laboral es que la concientización sobre los problemas ambientales a los que tiene que enfrentar Pemex también es incierta.

En el programa de medidas para disminuir la contaminación, tenemos que seguir insistiendo en la opción del sistema ferroviario. Las ventajas de este tipo de transporte son ampliamente conocidas y recomendadas, además de ser permanentes, tal como lo sugiere el Acuerdo de París.

Los trenes eléctricos son una opción viable y de menor costo, a mediano y largo plazos. Son más rápidos, más seguros y menos invasivos que el sistema de carreteras. Los países que cuentan con amplias redes ferroviarias son: Rusia, Alemania, China, Canadá, Brasil, Argentina y algunos de África entre otros. México sólo cuenta con alrededor de 26 mil 914 kilómetros de vías.

No olvidemos a los trenes, con este tipo de transporte tenemos una solución certera para mejorar la comunicación nacional y contribuir con la disminución de la contaminación ambiental.

Twitter: @Antonio.Gershenson