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En Nicaragua se vive un estado de silencio impuesto por el terror: Sergio Ramírez

El Premio Cervantes 2017 aborda en Tongolele no sabía bailar la matanza de 2018 en su país, una llaga abierta

 
Periódico La Jornada
Martes 31 de agosto de 2021, p. 3

El Premio Cervantes 2017 Sergio Ramírez sostiene que en Nicaragua se ha pasado de las grandes matanzas en la calle, como la de abril de 2018, a un estado de silencio impuesto por el terror: prisión, amenazas, decomiso de pasaportes, prohibición de salir del país y casa por cárcel. La gente tiene miedo.

La represión de 2018, con alrededor de un centenar de jóvenes asesinados, es una llaga abierta, y por ello la abordó en su más reciente novela, Tongolele no sabía bailar, de la serie del inspector Dolores Morales, explica el narrador nicaragüense en entrevista vía telefónica desde su país.

Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) relata que ahí están las historias centrales y el drama de lo ocurrido ese año, pero dentro del tempo de la novela negra que terminé escribiendo.

El inspector Morales entra de cabeza en el escenario político. Regresa del exilio después hacia una circunstancia que no puede ser sino política, y la enfrenta ya no sólo como investigador, sino como alguien que se vuelve su víctima. Aquí las reglas se han deformado y es la realidad política la que invade la novela.

Refiere que al principio escribió crónicas sobre los hechos más importantes de esa fecha: el asalto a la iglesia de la Divina Misericordia, muy documentado por periodistas que estuvieron bajo el tiroteo; el incendio de la fábrica de colchones, dramático por toda una familia muerta entre las llamas, y los jóvenes, muchos de ellos adolescentes, asesinados por francotiradores apostados en el techo del Estadio Nacional de Béisbol.

Se dio cuenta de que estaba escribiendo de segunda mano y resolvió que se podía transformar en un testigo de primera mano mediante la novela. Ahí no tenía la responsabilidad del periodista que no había estado ahí, sino la del novelista que siempre está en todas partes y que puede recurrir a distintas voces para contar esta historia.

Ramírez, quien fue vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990, destaca que muchos de los jóvenes participantes en las protestas están en el exilio, entre ellos muchos periodistas, “en la medida en que la represión ha ido subiendo de tono, pero ellos siguen siendo los dueños del escenario.

Más allá de las triquiñuelas políticas o la falta de unidad de los partidos políticos, este movimiento juvenil conserva su pureza. Hay varios dirigentes estudiantiles que están presos esperando los juicios por traición a la patria, lo que da una idea de la fuerza que este movimiento aún tiene.

Dictadura envuelta en ropajes de izquierda

Desde 2018, menciona Ramírez, el número de las fuerzas policiales pasaron de 10 mil a 30 mil efectivos y los paramilitares se convirtieron en policías regulares. Hay un control absoluto de las calles por patrullajes y vigilancias domiciliares. Nadie puede salir a protestar. Hay quien tiene vigilancia en su puerta para que no salga de su casa.

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▲ Ramírez quiere mostrar en la novela la decadencia de una idea revolucionaria que progresó en Nicaragua en los años 80 y los frutos finales, oscuros, de la dictadura que vive el país hoy día, comentó en entrevista.Foto Daniel Mordzinski

Menciona que escribió la novela “en la doble tensión del momento: lo que en Nicaragua no había terminado de ocurrir en términos políticos y lo que estaba ocurriendo con la pandemia, que era un mundo sumamente extraño.

“Entre las reglas del novelista, que yo siempre he respetado, es tomar distancia emocional de los hechos. No ayuda que uno se meta con sucesos de ocurrencia inmediata y que todavía no están resueltos, de manera que para mí era un gran desafío escribir una novela sobre acontecimientos tan recientes. Tenía que buscar esta forma de contención que me llevara a esta especie de neutralidad que el novelista debe tener frente a lo que narra, sean hechos muy violentos o que lo violenten a uno mismo.

Otro elemento de la convención que me parece muy importante era el del humor; es decir, rodear a los personajes, acorazarlos con el humor y evitar que todo se desbarranque por el camino de la emoción patética, que lo puede llevar a uno fácilmente al camino de la retórica.

Sobre el lenguaje oficial consignado en la novela, señala que “es totalmente orwelliano, porque las palabras significan lo contrario, como el Ministerio de la Paz en George Orwell, que se dedicaba a promover la guerra. Cuando se habla de paz, amor y cristianismo hay que entender exactamente lo contrario. Es un lenguaje pervertido en una dictadura de derecha envuelta en un ropaje de izquierda.

La ley, por ejemplo, de traición a la patria y de defensa de la soberanía nacional, pudo haber sido firmada por Benito Mussolini. Proclama el ultranacionalismo y la defensa de la nación contra la agresión extranjera, y considera traidores a todos los que se alinean con un enemigo bastante abstracto. Lo curioso es que no establece pena de cárcel y, sin embargo, la mitad de los 30 nuevos prisioneros, candidatos y dirigentes están presos por violarla.

Sergio Ramírez sintetiza: Lo que la novela quiere mostrar es la decadencia de una idea revolucionaria que progresó en Nicaragua en los años 80 y los frutos finales, oscuros, de la dictadura que vive el país hoy día. Es una situación todavía no resuelta y no sabemos cómo va a terminar esta historia.

Concluye que el escenario parece desmoralizador, pero la esperanza nunca se pierde. Tiene que haber un cambio en el país de algún tipo. Ojalá no se dé por medio de una guerra civil. Eso sería lo peor. Deseo que se dé una transición pacífica hacia otro tipo de régimen, de respeto a las libertades públicas y la democracia. Esa es por lo menos mi aspiración.