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Un vestido nuevo para Luna
 
Periódico La Jornada
Sábado 31 de julio de 2021, p. a12

Una música serena, en paz, un fluir tranquilo, en calma. El disco que hoy recomendamos con el alma en paz es de una belleza conmovedora: Djourou, del gigante maliense Ballaké Sissoko.

El álbum completo otorga quietud al alma, cura, acaricia, apapacha.

Ballaké Sissoko nació en 1968 en Mali, heredero de una tradición que se remonta siglos, de generación en generación. Es un griot; es decir: el detentador de la sabiduría en la tribu, el que cura el alma.

A los 13 años tomó el lugar de su padre, también griot, al frente de la Mali Ensamble Instrumental National, orquesta que fundó Djelimady Sissoko cuando Mali logró su independencia.

Ballaké Sissoko pertenece a la estirpe Mande, cuyo linaje nació alrededor del año 1235, fundado por Sundiata Keita.

Con su primo, el también griot Toumani Diabaté, plasmó el hermoso disco New Ancient Strings, en homenaje a sus padres, los primeros en grabar un disco donde la kora es protagonista.

La kora es un instrumento sagrado, armado en madera y cuero con 21 cuerdas. Los musicólogos occidentales no consiguen clasificarlo aún y se conforman con ubicar su sonido entre el arpa y el laúd, cuando en realidad se trata de un artefacto mágico que puede transportar a quienes lo escuchan a estadios mentales superiores, calmar sus inquietudes, aliviar sus penas, elevar sus almas, engrandecerlos como personas.

Su sonido es poesía. Al comenzar el disco, prácticamente vemos escenas de ensoñación, nuestros sentidos todos se activan en armonía. La kora produce sinestesia.

Una sesión de escucha de este disco, Djourou, comienza así: al comenzar a sonar, los acordes introductorios asemejan los introitos, preludios, umbrales de obras clásicas monumentales. Vemos, por ejemplo, el tentaleo de un venado al nacer, en medio del bosque y como en los sueños, donde escenarios, tiempos, atmósferas y estancias se traslapan, las impresiones que causa en el escucha este deambular de los larguísimos dedos del griot Ballaké por el encordado de su kora, nos lleva a su vez a nuevas asociaciones de ideas, estancias, atmósferas y sueños donde ese sonido es al mismo tiempo el de El clave bien temperado de Bach que el puntear de una jarana jarocha que el Soneto 128 de William Shakespeare:

How oft when thou, my music, music
play’st
Upon that blessed Wood whose
motion sounds
With thy sweet fingers when
Thou gently sway’st

Cuando tú, música mía, música tocas / sobre esa bendita madera cuyos sonidos vibran / con tus dulces dedos y gentilmente haces sonar el suave acorde que a mi oído llega.

Escuchar el nuevo disco, Djourou, de Ballaké Sissoko, otorga armonía.

En su oportunidad, hemos reseñado aquí sus discos anteriores, que nuevamente recomiendo, todos ellos pero en especial el bellísimo álbum que grabó con el violonchelista francés Vincent Segal titulado Musique de Nuit.

Sissoko y Segal se treparon una noche a la azotea de la casa del primero, en Bamako, y, al amparo de dos noches de estrellas en el firmamento desde la medianoche hasta el amanecer, dieron a luz un disco-poema de belleza estremecedora.

Como estremecedor es el episodio que narraré a continuación: en febrero de este año, Ballaké Sissoko regresó a su hogar en París al terminar una exitosa gira por Estados Unidos.

En el aeropuerto, en Nueva York, los policías aduanales destrozaron frente a él su kora, aduciendo, cobardemente, medidas de seguridad nacional.

Ya dijimos que el kora es un instrumento sagrado.

Deseemos paz en el interior del alma de esos policías que destrozaron un instrumento sagrado con saña, alevosía y mucho odio. Al llegar a París, Ballaké recogió los pedazos de su instrumento con una nota burlona que le dejaron los malosos: intelligent security saves time.

Así como hay sicópatas que abusan de su poder, personas que maltratan a quienes no se pueden defender, siembran terror y violencia porque abren su corazón al mal, existen, en mayor número, personas que caminan en sentido contrario a ellos. Mejor dicho: caminan a pesar de ellos.

Foto
▲ Ballaké Sissoko toca la kora. Imagen realizada por B. Pererelli, tomada de la página web del artista.Foto

El álbum nuevo de Ballaké Sissoko está grabado con un kora nuevo, que mandó a construir con su luthier: Kaelig, gracias a las aportaciones que hicieron personas de muchas partes del planeta a través de una donadora, dejando mensajes contrarios a los de los sicópatas que violentaron al inocente: Tu música, Ballaké, me transporta a niveles muy elevados, me ayuda a vivir, escribió uno de los donadores. Otro redactó: Tu música, Ballaké, me ayuda a aliviarme cuando me duele el alma, cuando he estado en duelo. Otro más: Tu música, Ballaké, es un bien para el mundo. Gracias.

Al recibir los mensajes, Ballaké rompió en llanto y se puso a grabar el disco que ahora recomiendo con gran alegría: Djourou.

Djourou significa cuerda en lengua de Mali. Es la cuerda que nos conecta con los demás, dice Ballaké.

Nueve obras bellas conforman el álbum Djourou. A la pieza inicial, Demba Kunda, donde escuchamos el tentalear de los largos dedos del griot como un animalito neonato a mitad del bosque, sigue Djourou, que da título al disco, con la intervención de Sona Jobarteh, una de las primeras mujeres intérpretes del kora, otrora destinado a hombres. Ella canta mientras toca, al igual que Ballaké entona rumores, carraspeos, himnos, melopeas.

Hay muchos músicos invitados en el nuevo disco de Ballaké, el último de su estirpe griot, pues su hijo mayor, Mohamed Sissoko, prefirió ser futbolista y militó muchos años como mediocampista estelar del Paris Saint-Germain.

En la tercera pieza del disco, Jeu sur la Symphonie Fantastique, se une Vincent Segal con su violonchelo y el clarinetista Patrick Messina en una glosa magistral de la partitura monumental de Hector Berlioz.

El siguiente corte nos presenta a otro invitado estrella: Salif Keita y enseguida una cantante francesa célebre, Camille, repite la palabra kora tantas veces que nos hipnotiza con su acento (koga koga koga ) hasta llegar al murmullo.

Mande Tabolo se titula la siguiente obra, en homenaje al nombre del trío que formó Ballaké en el año 2000 con tocadores de n’goni y balafón.

La pieza siete es especial: Frotter les Mains, a cargo de Oxmo Puccino, a quien presentan como rapero cuando en realidad lo que hace está a años luz de lo que es el rap y muy próximo, en cambio, a la poesía griot.

Frotar las manos, para entibiar nuestros cuerpos, para acercarnos a nosotros mismos, canta Oxmo y dice más: Usamos las manos para curarnos, para acariciar, para celebrar: mi día favorito siempre es el mañana.

Entona Oxmo: Mi vocabulario es táctil y no asfixia / muchos intentan comunicarse pero no tocan al otro siquiera / no ven por el otro / no procuran el bien de los demás / mientras elevo mis manos en señal de paz, por favor ustedes frótense las manos por mí / y para hacer el bien a los demás.

La pieza final es la más bella del disco: Un Vetement pour la Lune (Un vestido para la Luna), poema dotado de belleza superior a la que crearon los grandes románticos ingleses (Lord Byron, Keats, Shelley) y otros que le han cantado a la Luna, con la diferencia que la poesía de Ballaké posee la sencillez de un claro de Luna, la inocencia de un bebé venado acabado de nacer, la vulnerable apariencia de la rama, que se estira pero no se rompe, como el bambú, y con esa rama platica Ballaké mientras tentalea las cuerdas de la kora, ese instrumento sagrado, y con sus palabras, su canto y su tañer, teje un vestido para la Luna tan bello y luminoso, que si usted en este instante eleva su mirada, hermosa lectora, amable lector, verá con claridad a la hermosa Luna sonreír luciendo su nuevo vestido.

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