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La teoría del control de la cultura que prevalece obliga a retomar el legado de Guillermo Bonfil
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▲ Desde la izquierda, Eduardo Galeano, Stefano Varese y Bonfil Batalla. Abajo: líderes mayas de Guatemala denunciando la masacre perpetrada por los militares en la embajada de España en Guatemala en 1980. Tribunal Russell, Róterdam 1980.Foto cortesía Nilo Cayuqueo
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de julio de 2021, p. 7

La búsqueda del antropólogo y etnólogo Guillermo Bonfil Batalla, de quien se conmemora el 30 aniversario de su fallecimiento este lunes, se desarrolló en dos dimensiones: su reconocida obra escrita como investigador y académico, y su fecundidad en instituciones del sector público.

Fue integrante del grupo denominado Los Siete Magníficos, con Ángel Palerm, Enrique Valencia, Arturo Warman, Mercedes Olivera, Daniel Cazés y Margarita Nolasco. Con algunos de ellos compartió créditos del libro De eso que llaman antropología mexicana, en el que también figura Rodolfo Stavenhagen.

Bonfil nació en la Ciudad de México el 11 de enero de 1935 y falleció en 1991. Se tituló de antropólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia en 1961. Una década después obtuvo el doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México. En esos años produjo cine etnográfico, monografías etnológicas y escritos indigenistas.

A poco tiempo de la masacre del 2 de octubre de 1968, Guillermo Bonfil fue cesado como profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, lo que provocó la renuncia solidaria de los otros integrantes de quienes serían conocidos desde entonces como Los magníficos, según consigna Andrés A. Fábregas Puig en un artículo publicado en la Revista de Antropología.

En 1971, Bonfil participó en el llamado Grupo de Barbados, que publicó una declaración sobre la situación del indígena en América del Sur, en la cual defendía el multiculturalismo o pluralismo cultural.

Su amigo y colega Miguel Bartolomé destaca en entrevista la cantidad de instituciones y obras que generó su amigo: Era increíble la capacidad de trabajo, del compromiso social que tuvo, al mismo tiempo que un deber académico realmente significativo.

El coordinador de Opinión de este diario, Luis Hernández Navarro, explica que Bonfil Batalla se inscribió en “una corriente más general de la antropología que conceptualizaba como ‘etnodesarrollo’, entendido como el ejercicio de la capacidad social de un pueblo para cumplir su futuro aprovechando sus experiencias históricas y los recursos potenciales de su cultura”.

Guillermo Bonfil fue director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de 1971 a 1976, periodo en el que se adquirió el Archivo Casasola y se crearon los Centros Regionales de esa institución, para extender y arraigar la investigación antropológica en México.

Con este logro, expandió la tarea académica y de campo de la antropología y la etnología a todo el país. Sacó la antropología de la Ciudad de México y la diseminó institucionalmente en todos los estados de la República Mexicana, donde están los grupos indígenas y las problemáticas regionales, que constituyen los problemas nacionales del país, dijo Bartolomé. Por su labor, en 1983 se le entregaron las Palmas al Mérito Académico de Francia. Dos de sus textos más importantes son México profundo: una civilización negada (1988) y Utopía y revolución (1987).

México profundo, refiere Bartolomé, se ha utilizado como material de cátedra en universidades de Perú, Argentina, Venezuela, Colombia y Brasil. Es uno de los antropólogos mexicanos más reconocidos y leídos en América Latina, cuya obra ha sido traducida al inglés.

En Utopía y revolución reunió documentos y manifiestos de los pueblos indígenas en América Latina. No se centró sólo en México. Influyó su presencia como becario en Río de Janeiro, donde tuvo contacto con la muy desarrollada antropología brasileña y autores como Roberto Cardoso de Oliveira, uno de los mayores teóricos de relaciones interétnicas de la región, refiere Miguel Bartolomé.

Bonfil Batalla también participó en la fundación del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores del INAH, luego reconvertido en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas), que dirigió de 1976 a 1980.

En 1979 impulsó la creación de la licenciatura en etnolingüística del Ciesas, encaminada a lograr un modelo profesional que buscaba ser respetuoso de las lenguas y culturas indígenas. Fundó y dirigió el Museo Nacional de las Culturas Populares (1982-1985), que se inauguró con la exposición El maíz, fundamento de la cultura popular mexicana.

Bartolomé explica que esta opción educativa estaba dedicada a formar cuadros indígenas para el estudio de sus lenguas y prohijar una generación de intelectuales de pueblos indígenas. Toda fue absorbida por distintas instituciones, muchos de ellos crearon alfabetos básicos en sus lenguas y tuvieron un gran compromiso con sus pueblos.

En 1980, Bonfil Batalla participó en las sesiones del cuarto Tribunal Russell, realizado en Róterdam, sobre los derechos de los indígenas de América, junto a personalidades como Hortensia Bussi de Allende, José Chipenda, Eduardo Galeano, Robert Jaulin, Mario Juruna, Darcy Ribeiro y Stefano Varese.

Bartolomé llama a retomar el ideario de Bonfil, pues hoy la teoría del control cultural es muy relevante. La diferencia entre lo que Guillermo llamó lo propio y lo apropiado es lo que produce las reconfiguraciones culturales. Por ejemplo, los grupos indígenas de Oaxaca, estado más pluricultural de México, no son continuidad de tradiciones prehispánicas, sino reconfiguraciones.