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Banca y caos climático
L

a sólida evidencia científica de que nadamos en riesgosas aguas del siglo XXI, a diario más fuertes y turbulentas por su cercanía a umbrales climáticos que acarrean abruptas olas de calor, voraces incendios forestales y aumentos en niveles marítimos potencialmente catastróficos para cientos de millones de habitantes de las ciudades y áreas metropolitanas costeras, es una emergencia que ocurre en medio de la sistemática posposición, por décadas, a toda medida de freno y regulación de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del sector preponderante de los combustibles fósiles (CF) alentado por la banca de las naciones con economías de alto consumo inscritas al Acuerdo de París (AP-2015).

Mientras la banca invierte –apuesta– con los depósitos del público por los CF en Wall Street y otras bolsas de valores, los GEI que emanan de sus inversiones desatan no sólo fuerzas especulativas, sino también climáticas difíciles de controlar, como en 2008, después de la derogación de la ley Glass Steagall (separación banca/inversión) en 1999 y ahora en desastres naturales cuya severidad apenas inicia.

Es la población, y no los mandamases de los CF, la que paga en vidas y dinero los inmensos costos del colapso climático por la persistente desregulación y los aumentos en la quema de CF estimados por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático en alrededor de 78 por ciento entre 1970 y 2010 La Jornada 13/7/21, p. 31.

Excepto por una guerra nuclear, entre las fuerzas más riesgosas a la vida y a la civilización está el accionar de los intereses del alto capital por su dependencia en los CF, que impulsa la posposición en la hora urgente y drástica de la regulación de los GEI.

Estados Unidos cuenta con una eficiente red ferrocarrilera para carga, pero lidera en la acumulación de GEI en la atmósfera por la promoción del automóvil privado, sea a base del motor de combustión interna o eléctrico para el transporte de pasajeros. Es de alto consumo mineral y desgaste hegemónico frente a la adopción eurasiática a favor de sistemas de transporte de alto volumen en materia de pasajeros y carga y de bajas emanaciones GEI.

En España, la ruta Madrid-Barcelona, usa trenes de alta velocidad mostrando en contraste con los viajes aéreos una sustancial disminución en los GEI pasajero/km o tonelada/km. Después del Acuerdo de París, los principales bancos del mundo operaron bajo una inercia capitalista que, en un contexto de caos climático, resulta letal.

Al inicio del documento Banking on Climate Chaos, La banca y el caos climático (https://acortar.link/4qhYT) se documenta que desde el Acuerdo de París los 60 mayores bancos han lanzado 3.8 billones ( trillions) de dólares para extracción y transporte de CF en niveles más altos en 2020. De los 3.8 billones se dedica una buena porción a ampliar la extracción. El 39% va para sólo 100 firmas y, en imperdonable burla del Acuerdo de París, se canaliza a los proyectos ambientalmente más sucios al ambiente y de alta emisión de GEI. Es dentro de las cinco principales corporaciones europeas donde están los mayores intereses en la explotación de combustibles fósiles no-convencionales utilizando el tóxico fracking. Esos CF se exportan desde EU, Argentina /Vaca Muerta) y Brasil.

Los efectos del fracking han sido nocivos para la población indígena, brutales para la niñez. Prohibida esa técnica en Europa, sus firmas son magnas promotoras en la periferia.

Además, ya hace algunos años que la Agencia Internacional de Energía recomendó cancelar proyectos de infraestructura para actividades de extracción fósil. En ese grupo de 100 firmas están Enbridge, cuyos planes para tres gasoductos violan derechos indígenas y amenazan y colocan en riesgo los Grandes Lagos de la América del Norte y colocan en riesgo el clima por ampliar el acceso a sucias arenas bituminosas(ver p. 54).

BP, Shell, ConocoPhillips y Equinor, cuatro empresas “ fracking” van sobre los fósiles de Vaca Muerta pasando encima de territorio de las comunidades mapuches en la Patagonia (p. 78).

La francesa Total y CNOOC, de China, van por un ducto entre Uganda y Tanzania para una expansión del sector petrolero, colocando en riesgo ecosistemas críticos, causando desplazamientos de población y violando otros derechos humanos.

Mientras esta línea de acción es alentada, las metas para apenas moderar un poco la severidad del caos climático se desvanecen.

En mayo de 2021, la BBC informó de un nuevo estudio que señala que para 2025 hay 40 por ciento de probabilidad de que al menos un año sea 1.5 °C más caliente que el nivel de temperaturas antes de la era industrial. Ese es el menor de los dos límites de temperatura (1.5 ºC y 2 ºC ) establecidos por el Acuerdo de París.

La indiferencia ante esa tendencia prevalece entre las principales entidades de la banca mundial a favor de los proyectos de los CF. Tal tendencia se compagina con todo tipo de preparativos para escenarios de política en un contexto caótico.

Sin regulación de los GEI, lo catastrófico apenas inicia.

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